Las caras de un Acuerdo
especiales
Ha pasado una semana desde la firma del Acuerdo entre la Federación Cubana de Béisbol (FCB) y la Major League Baseball (MLB). Sobre la “mesa” de las redes sociales y los portales web de todo el mundo están las caras de un pacto que se antoja justo y sensato, entre muchos adjetivos posibles.
Pocos dudan que el convenio aportará beneficios a nuestro deporte nacional, y que al estar sustentado en el respeto mutuo significa un éxito sin precedentes. Sin embargo, muchos también entienden que supone cambios en varios aspectos del juego, tantos como todavía no podemos aquilatar en su justa medida.
Lo principal es que implica un paso contundente hacia la reducción del contrabando de peloteros, ese sórdido mecanismo a través del cual muchos cubanos abandonaron la Isla a riesgo de sus propias vidas en busca de un puesto en los clubes de las Grandes Ligas.
La mayoría de esos muchachos, lamentablemente, no consiguieron jamás ese sueño y quedaron desconectados de sus familias, de sus amigos, de su patria y de la pelota que los engendró desde “semillitas” en cualquier rincón de esta nación.
Regular la partida de los jóvenes talentos es la “tilde” principal sobre todo el Acuerdo, pues se establece que estos –salvo excepciones- serán liberados al cumplir los 25 años de edad y las seis temporadas jugadas como activos de la FCB.
Ahí radica en gran medida lo justo de este Acuerdo, pues las series nacionales merecen contar con figuras hasta un grado de desarrollo y madurez determinado, lo cual garantizará no solo su calidad como evento, sino también la posibilidad de proveer atletas en plenitud de facultades a ligas cualitativamente superiores de Asia y América.
Esta práctica deviene “santa palabra” en circuitos como el japonés, el coreano y el taipeiano, razón por la cual -entre varias- han podido sostenerse frente al poder infinito de la Gran Carpa estadounidense.
El traspaso ordenado de peloteros desde la FCB hacia la MLB frenará el tráfico, el contrabando, el robo; se trata de una postura ética que beneficiará en lo deportivo y lo financiero a ambas partes.
El actual escenario abre infinitas oportunidades: los jugadores más jóvenes tienen ante sí un universo inimaginable, sin tener ya que desertar, emigrar y romper con su país; a los experimentados se les presentan nuevas oportunidades, con las ligas invernales del Caribe incluidas; al equipo Cuba se le sumarán muchas cartas con que contar en apenas unos años; a la FCB se le multiplicarán los recursos para cumplir mejor su rol esencial: potenciar el béisbol desde la base hasta los elencos élites.
Se acerca un periodo de notable aprendizaje, de acercamiento rudo al fenómeno global del béisbol profesional, lo que implica familiarizarse con las dinámicas del scouting, las contrataciones, la agencia de peloteros; los nuevos conceptos en la preparación física, técnica, táctica y sicológica; en el manejo de la fatiga, el control antidopaje y otros fenómenos.
Todos los implicados, atletas, preparadores, agentes, federativos, familiares, habrán de tener presente que una carrera deportiva puede troncharse en la flor del desarrollo y la promesa, a causa de una mala decisión, de un capricho, de una ambición, de la falta de conocimientos o sentido común.
Aprender, entender, pensar, son las exigencias del momento que apenas enseña su horizonte. No faltarán chances para las clínicas, reuniones, sesiones de trabajo, no faltarán el glamour y las promesas, pero nada será más aleccionador que tocar con la mano el nuevo terreno beisbolero, cuyas claves están en el vetusto juego y en los cada vez más refinados negocios que lo rodean.
No serán pocos los rigores de todo tipo que caerán sobre los peloteros cubanos en breve tiempo. Los sueños y la realidad se verán de frente. Varios crecerán y volarán lejos, hasta el estrellato mismo, otros no podrán y recalarán allí donde sus talentos alcancen. Son las reglas del deporte.
Lo cierto es que un vínculo fluido de la FCB con su amplísima cantera de peloteros colocará siempre en la serie nacional un material humano variopinto y valioso.
¿Aspiramos a lides domésticas protagonizadas por jóvenes prometedores de hasta 25 años y veteranos explosivos del tipo Danel Castro y Frederich Cepeda? Claro que sí. ¿Aspiramos a que varios de los que actúen en la Gran Carpa puedan jugar algunos partidos con sus provincias al terminar el Clásico de Otoño? Por supuesto, aunque ya sabemos que eso será bien difícil. ¿Aspiramos a que el equipo Cuba al Clásico Mundial del 2021 incluya estrellas de aquí y allá? Ni que decir.
El Acuerdo es un acto de sensatez que abre una puerta para que todo eso sea posible. Muchos en el planeta lo bendicen y confían en que nada ni nadie lo harán desaparecer o ser impracticable. Eso, recordemos, solo beneficiaría a quienes han lucrado con la vida y el sudor de nuestros beisbolistas durante décadas.
Cuba seguirá pariendo peloteros de indiscutible calidad, a quienes deberemos inculcar mediante los vericuetos de la cultura y el civismo ese amor patrio que luego se expresará con igual fuerza en el Latinoamericano o el Yankee Stadium. Ahí está ahora el gran reto.
Sin ese valor adentro, en el pecho mismo, no habrá Acuerdo que haga el milagro de un béisbol cubano otra vez triunfante y sin abismos.
La FCB ha dado un primer paso gigante. Ese mérito nadie se lo podrá quitar. El resto del camino está por delante y hará falta unidad y mucho corazón para salir airosos.
Añadir nuevo comentario