En la ruta del Havana Club, genuino homenaje a mi ciudad (+ FOTOS y VIDEO)

En la ruta del Havana Club, genuino homenaje a mi ciudad (+ FOTOS y VIDEO)
Fecha de publicación: 
24 Noviembre 2018
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Mi Habana está de fiesta. Quiere retocarse como nunca, conjugar en su atuendo de Ciudad Maravilla lo histórico con lo contemporáneo, las tradiciones y pinceladas de cultura arraigadas en el tiempo, con ese toque intempestivo contemporáneo.

Fusionar sus sábanas blancas, con el andar desenfadado de sus habitantes, de los cubanos y visitantes todos… pero más que nada, se prepara para abrirnos los brazos con cinco siglos de vida y el magnetismo de siempre, mi Habana seductora, que incita a desnudar sus calles con la complicidad de una buena bocanada de humo emanada de un Habano, o un buen sorbo de Havana Club siete años.

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El patio con su ajetreo de trapiche rústico y bar incitan al visitante a pedir un trago de Havana Club o cóctel

En esa cuerda de homenaje, de presencia firme y aires de novedad, cuando nuestros pasos pulsen la avenida del puerto, nos sorprende el Museo del Ron Havana Club, sito en la Calle San Pedro (Avenida del Puerto) No. 262, esquina Sol, con toldos, la Giraldilla captando nuestra atención y la imponente mansión colonial  del siglo XVIII que perteneció al Conde de La Mortera hasta 1959 convidándonos a adentrarnos.

La mansión fue construida entre los años 1772-1780 cuando pertenecía en propiedad al matrimonio Don José Fajardo Covarrubias y Doña Josefa Montalvo, poderosa familia de la sociedad habanera de su época. Pasó luego en herencia al hijo de ambos Don Juan Fajardo Covarrubias y Montalvo, cafetalero acaudalado que aportó al inmueble un significativo periodo de esplendor, porque ganó en riqueza decorativa y llegó a tener las pinturas murales más hermosas de la ciudad.

Con el paso del tiempo, Don Ramón de Herrera, rico peninsular que ostentaba el título de Tercer Conde de la Mortera, la compró en 1892 para instalar las oficinas de su Compañía Naviera.

Copa en mano, por los senderos del ron ligero

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Una pequeña galería dedicada al Ron capta la atención de los visitantes.


Una visita al Museo del Ron no es solo un viaje hacia los orígenes de la bebida más famosa de Cuba. Desde la caña de azúcar recién cortada hasta la reconstrucción de una destilería y de las bodegas de crianza, el museo ofrece la oportunidad de descubrir en tiempo real el proceso de elaboración del ron, desde su referente anterior conocido como Tafia.

Una campana señala el comienzo del pequeño viaje de 40 minutos de duración aproximadamente. Los escalones de piedra marcan el punto de partida.

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Calderas de dimensiones reales y una representación de una locomotora ambientan otra de las habitaciones.

La primera planta ofrece una vista sobre el taller del tonelero, donde se puede admirar toda la artesanía requerida para construir y preparar los barriles de roble dentro de los cuales los rones finos envejecerán. En la galería de arriba encontrarán los visitantes un auténtico molino de caña accionado por mulas, utilizado en los primeros ingenios (refinerías de azúcar). Un modelo a escala históricamente exacto de una locomotora de vapor nos recuerda que Cuba fue el primer país de América Latina en utilizar el ferrocarril para el transporte de caña de azúcar.

Eso, antes de involucrarnos con una maqueta detallada de un ingenio azucarero, capaz de recoger todo el proceso desde el corte mismo en las plantaciones.

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Un trapiche rudimentario de tracción animal nos remonta a los orígenes de la industria azucarera en Cuba.

Ávido de saber más, continué mi cruzada rumbo a las sombrías salas de fermentación y destilación, donde se ven barriles de fermentación de madera de roble blanco, que previamente se utilizaron para añejar whisky y otras bebidas alcohólicas. Completan el pictograma columnas de destilación de cobre reluciente y tubos que transportan el aguardiente hacia varios tanques.

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La maqueta detallada refleja la vorágine alrededor de un ingenio azucarero.

Es aquí donde los rones maduran pacientemente, aguardando la intervención del maestro ronero. La visita continúa por una escalera de caracol que lleva a la sala de degustación del museo, con su inmensa barra de madera que recuerda a los establecimientos que hicieron famosa a La Habana en los años treinta. El toque final o de hasta luego más bien, con una degustación de Havana Club siete años, el producto icónico de la línea y el más comercializado internacionalmente.

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Cuarto de fermentación y filtrado. A la derecha un filtro natural con capas de piedra.

Actualmente Cuba Ron exporta 3.2 millones de cajas de ron, en envases de nueve litros, a tono con los estándares internacionales. Havana Club representa el 90 % del monto total de las ventas al exterior, ascendente a 3.5 millones de cajas de nueve litros. Para el año 2020 la estrategia de desarrollo proyecta la comercialización de unos 4.5 millones de cajas con un ingreso previsto de 157 000 000 de dólares.

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La explicación detallada hace que los cuartos de fermentación del aguardiente y demás procesos se sientan en tiempo real.

Así nos sorprendió el epílogo, con la estela fugaz de una copa, y el paso imperceptible del tiempo, señal de que este viaje a los orígenes y la historia, bien puede repetirse.

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La combinación de luces y sombras, el ambiente que recrea la industria azucarera, degustar la melaza incluso, convierten esta visita en una escala obligatroria del paso por La Habana.

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