Desde la mañana de la Santa Ana hasta el Moncada de nuestros días
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Una historia bellísima de amor y compromiso con la Patria significa para los patriotas cubanos el 26 de Julio de 1953, cuando bajo la guía de Fidel un grupo de 131 combatientes con un arrojo —que todavía emociona— partieron desde la Granjita Siboney, a tan solo unos kilómetros de la ciudad de Santiago de Cuba, para asaltar el cuartel Moncada, el segundo de importancia de la tiranía Batistiana.
Ese propio amanecer, otros hicieron lo mismo en el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, hoy provincia de Granma. Desde entonces ambas acciones han quedado en la memoria y en el corazón de millones de compatriotas porque ese día, sin lugar a duda, comenzó a cambiar para siempre el destino de un país sumido en un caos político, económico y social.
Compulsado por el golpe de estado de Batista el 10 de octubre de 1952 —el cual imposibilitó que el Partido Ortodoxo, entre otras organizaciones, asumiera el poder político en aquella época— Fidel comenzó a aglutinar un grupo de revolucionarios. Así empezó a gestarse lo que más tarde se conocería como Movimiento 26 de Julio (M-26-7).
Al líder indiscutible de la Revolución se unieron figuras importantísimas como Abel y Haydée Santamaría, Jesús Montané Oropesa, Melba Hernández, Raúl Martínez Arará, Antonio (Ñico) López, Boris Luis Santacoloma, Raúl Gómez García, quienes junto a otros jóvenes pinareños y artemiseños se unieron a él en sus nobles propósitos de alcanzar una Cuba libre y soberana.
Prácticamente, en la capital se había gestado la acción armada, en tanto en Santiago de Cuba y en Bayamo otros patriotas precisaban detalles, entre ellos Renato Guitar.
Quienes provenían del occidente del país en diversos días y por diferentes vías (ferrocarril, ómnibus y unos pocos en automóviles) partieron hacia el oriente con la idea de que en el año del Centenario del Apóstol serían libres o mártires.
En la madrugada del 26 de Julio, en la Granja Siboney, luego de cantar el Himno Nacional y de darse a conocer el Manifiesto del Moncada, escrito por Raúl Gómez García, varios grupos de jóvenes partieron hacia el Moncada, el Palacio de Justicia y el hospital Saturnino Lora, en tanto en Bayamo se dirigieron hacia el cuartel Carlos Manuel de Céspedes.
Antes de tomar el rumbo hacia aquellas acciones, Fidel expresó: “¡Jóvenes del Centenario del Apóstol! Como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de ¡Libertad o Muerte! Ya conocen ustedes los objetivos del plan. Sin duda alguna, es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí esta noche debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse por falta de armas. Los que estén determinados a ir, den un paso al frente. La consigna es no matar, sino por última necesidad”.
Mucho se ha hablado de lo que ocurrió después. A pesar de que Abel Santamaría y Raúl Castro triunfaron en sus objetivos de tomar el Hospital Civil y el Palacio de Justicia, los ataques a los cuarteles no corrieron con igual suerte, pues la superioridad en armas y en hombres era notable.
Las acciones no triunfaron, pero marcaron el camino y la continuidad de la lucha.
Asaltantes detenidos.
Fidel Castro (izquierda) y otros asaltantes al ser detenidos.
“El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias. No fue la única amarga prueba de la adversidad, pero ya nada pudo contener la lucha victoriosa de nuestro pueblo. Trincheras de ideas fueron más poderosas que trincheras de piedras. Nos mostró el valor de una doctrina, la fuerza de las ideas, y nos dejó la lección permanente de la perseverancia y el tesón en los propósitos justos. Nuestros muertos heroicos no cayeron en vano (…) Los vemos renacer en las nuevas generaciones que crecen al calor fraternal y humano de la Revolución”, expresó Fidel años después.
Y así ha sido. La epopeya del Moncada llega hasta nuestros días, multiplicada en los millones de cubanos que en la actualidad ratifican el legado de Fidel y los sueños de esos hombres y mujeres que abonaron con su sangre el camino de la libertad.
Cuba vive hoy una nueva etapa —aunque la lucha continúa pues no cesan el bloqueo y la agresión imperialista— cuando actualiza su modelo de desarrollo económico y social y la continuidad de la Revolución es un hecho incuestionable, bajo la guía del Partido Comunista, como una vez más se reconoció en el recién Proyecto Constitucional, aprobado por los diputados el pasado domingo 22 de julio.
Ese día, el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, elogió el magisterio político de dos hombres que, precisamente, encabezaron las acciones del 26 de Julio de 1953: Fidel y Raúl Castro Ruz.
Sesenta y cinco años después, en él se resume la propia obra de la Revolución, cuando como cubano agradecido y firme a las convicciones patrióticas subrayó:
“Fidel, desde la eternidad donde ahora habita, fue la imagen recurrente durante los minutos que duró el acto solemne aquel 19 de abril. En esos instantes lo pensé muchas veces: aquilaté mejor su insuperada talla de estadista continental y mundial, recordé algunas de sus inagotables lecciones políticas y humanísticas, valoré más sus `cualidades de conductor revolucionario` y asumí como propio su firme credo martiano, la profunda convicción de que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.
“Raúl, alzando mi brazo, fue entonces la certeza de que tenemos un guía, lúcido e incansable, cuyo apoyo no he dejado de sentir ni un día. Soy, por tanto, un Presidente afortunado, no solo por el extraordinario pueblo al que debo servir, sino por la excepcionalidad de quienes me han antecedido. ¿Cómo entonces cumplirles?”.
En este relevo necesario, está precisamente la obra de la Revolución, la semilla que fuera sembrada en 1868 y en 1995, y que luego germinó en el año del Centenario del Apóstol. De aquella mañana de la Santa Ana apenas quedan los recuerdos, pero vive por siempre el homenaje a quienes lo ofrendaron todo por la libertad y la soberanía de la Patria.
Los jóvenes de la Generación del Centenario que participaron en las acciones del
26 de Julio de 1953 no murieron en vano. Otras generaciones de cubanos continúan hoy
su legado.
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