Una frase de estos tiempos: “Estamos almorzando”

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Una frase de estos tiempos: “Estamos almorzando”
Fecha de publicación: 
7 Mayo 2018
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Esa vez el cartel le llegó a la cara como una bofetada: “Estamos almorzando”, pero lo mismo le ocurrió cara a cara en una tienda por departamentos en el barrio capitalino de Altahabana.

Omara cuenta que se acercó al mostrador y cuando pensaba que la dependienta la iba a atender, pues la muchacha tomó lo que había llevado para el almuerzo, cerró la caja, tomó las llaves, y pronunció la frase “divina”.

Ella estaba de vacaciones y le urgía resolver algunos problemas, por lo que no le quedó más remedio que la espera. En esa propia semana salió varias veces de su casa y tal realidad la “golpeó” en más de una ocasión. El hecho resulta creíble pues dicha práctica ya se ha hecho tan común en nuestros días que a pocos le asombran.

Sin embargo, cuando ocurren no dejan de incomodar y hasta se piensa en qué solución tienen tales inconvenientes en lugares donde, verdaderamente, el cliente siempre es prioridad; es decir NO pasa por este tipo de espera. 

Uno primero y otro después, así debería ser…

Como en otros tantos momentos, seguramente usted se verá reflejado en estas líneas y recordará las veces que ha afrontado esa situación, expresión —sobre todo— de una deficiente organización del trabajo y falta de consideración hacia los demás.

No estamos diciendo que los trabajadores que ofrecen servicios no almuercen, que no se les respete la hora o la media hora del mediodía para esos menesteres. Nada de eso.

La propia Omara contaba cómo en un pequeño comercio ubicado en el edificio Habana, del Centro de Negocios, en Miramar, donde laboran dos dependientes, pues ocurre lo mismo. Ahora, nos preguntamos: ¿por qué almuerzan los dos al propio tiempo? Pudieran, de mutuo acuerdo, hacerlo de manera independiente y así no se afectarían los clientes que a esa hora andan de paso por el lugar.

Está claro que cuando un solo trabajador está frente al mostrador las alternativas son más difíciles de encontrar, pero existen. Una fórmula pudiera ser que otro dependiente ocupe su lugar o, simplemente, esperar que haya menos afluencia de público para tomar ese chance necesario en la jornada laboral.

¿Cuántas veces hemos estado esperando por la atención que depende de una persona, que está atiborrada de trabajo, mientras al lado hay otra sin hacer prácticamente nada?

Un mal generalizado

Hablar de estos temas frente a un grupo de personas, es como avivar la llama. Al escuchar a Omara, Aliana recordó cómo recientemente en un correo (ubicado en el capitalino municipio de Marianao) tuvo que esperar casi una hora porque llegara la dependienta, cuyo encargo es entregar la transferencia en divisas.

Adentro, en dos casillas siguientes había dos empleadas, y afuera, en una mesita, vendiendo postales para el Día de las Madres, otras dos. Estas últimas sin apenas contenido de trabajo.

Es cierto, que la responsabilidad es mayor cuando se trata de divisas, pero la dirección de tales entidades debe organizar la jornada de manera tal que no ocurra un “bache” en el servicio.

Si no hay otra persona capaz de realizar esta tarea (que es cierto, requiere seriedad), pues el propio director/a del centro pudiera asumirla o también preparar otra fuerza, pues al fin y al cabo si la primera no existiera otro tuviera que hacerlo.

“Estamos almorzando” parece una frase inofensiva, sin embargo cuando el cliente o el usuario disponen de poco tiempo, han caminado un largo trecho en nuestras condiciones de calor o, simplemente, es un anciano/a, entonces esas palabras no resultan ser tan mansas.

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Cuando los trabajadores almuerzan, el servicio se interrumpe, y los clientes se afectan. Entonces resulta necesario la búsqueda de alternativas. ¿No decimos que el cliente nunca pierde y siempre tiene la razón?

Más complacidos y menos estresados

“¿Servicios en Cuba?”, se preguntan los más críticos, mientras otros soñamos con que alguna vez todas estas anécdotas sean solo eso.

Como dice la canción “no vivimos en una sociedad perfecta”, pero muchos elementos se pueden mejorar sobre la base del actuar cotidiano, cada cual haciendo en su pedacito lo que le corresponde.

Veamos que en tales situaciones no intervienen recursos materiales, ni financieros. Apenas se trata de organizar el trabajo, de pensar de manera colectiva en cómo afectar menos a la ciudadanía que, por demás, envejece cada día.

Resulta necesario desterrar males que venimos arrastrando sin sentido alguno. La jornada laboral es sagrada y, por lo tanto, durante ese tiempo no hay porqué limpiar en lugares de constante paso; ni hacer inventarios; ni detener el servicio porque es la hora de almuerzo. Muchísimos años atrás, las grandes tiendas y hospitales se limpiaban de noche y de madrugada, al igual que se arreglaban las calles. Práctica hoy desdeñada. Buscar alternativas es el único camino para vivir más complacidos y con menos estrés. Y eso depende de nosotros mismos.

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