El Havana Wolrd Music en la piel que habito
especiales
No recuerdo haber visto un pictograma similar en todas mis cruzadas musicales al enclave del Parque Metropolitano.
La noche del sábado trajo de vuelta a los escenarios cubanos a la singular agrupación tras 18 años de ausencia. El frenesí se apoderó de todos los presentes, sin distinción del género musical de su preferencia, y que desafiaron a Cronos para corear “A lo Cubano”, “Atrevido”, “Hay un Son”, “El Kilo”, “Qué pasa en mi barrio”…
Esos temas emblemáticos, la cadencia y timbre melódico de Roldán González, engranada con el contraste del flow y la potencia rapera de Hiram Riverí “Ruzzo” y Yotuel Romero, el coro prolongado y los recuerdos de casi dos décadas de realidad cubana plasmados en sus líricas, se hicieron aderezar de las novedades que trajeron las canciones incluidas en su nuevo disco Gourmet: “Sastre de tu amor”, “Habana 1957”, “Bembé”y “Cuba, Isla bella”, el más reciente hit del grupo, en colaboración con varios músicos cubanos. En esta ocasión interpretado junto a la orquesta de cuerdas Camerata Romeu, los rumberos Osaín del Monte y los cantantes Waldo Mendoza y Laritza Bacallao.
Antes, mi sábado, como un hechizo musical, había contado con un combo que se me coló en el torrente sanguíneo, que hizo mover mis piernas y manos de forma desenfrenada incluso en ocasiones. Los responsables de mi “indisciplina corpórea” fueron Cimafunk, Marinah-Ojos de Brujo, David Blanco, y Gato Preto. Funk, flamenco fusionado con rumba, pop y música electrónica, kizomba y hip hop se convirtieron en mi alimento espiritual sabatino.
En compañía de mi escudera y compañera fiel Made, y de buenos amigos de años de la Lenin como Daimis, no le podía pedir mucho más a la velada.
Crecer entre “Amenaza” y vivir a Orishas
Tenía 14 años, y salir de la secundaria en busca de aquel edificio con forma de herradura enclavado en 17 y 4, donde Amenaza, hoy Orishas, trataba de convertir la realidad cubana en canciones, era para mí una especie de religión. He cambiado mucho tras 22 años. Empolvados en la bitácora de los recuerdos, algunos textos que compuse en medio de ese furor adolescente, la capacidad para “rastrillar” improvisaciones oxidada... Como también lo están mis expediciones a La Chusmita de Alamar cuando el Ecuador de los Festivales de Rap ponía a hervir a muchos, y Amenaza representaba justamente eso, una amenaza verbal, con lírica filosa, que tocaba justo los puntos chakra de la Cuba de principios de los 90 del pasado siglo.
Esa prosa o verso, qué más da, fue mi coraza, mediación importante en mi tránsito de la adolescencia a la adultez, cuando nuevamente volví a apropiarme de la medular forma de hacer música de Amenaza, solo que esta vez con una visión de cubanía y mensajes un tanto más finos, depurados… como danzar sutil de “Orishas”.
El Almendares seguía siendo una suerte de Zion. Arriba o abajo, en el corredor más angosto del puente, o en aquel ángulo desde el cual la tarima era casi imperceptible, no cesaba un cántico de Cuba, Isla Bella en cada tema, cada acorde, cada compás. Los límites del Parque y sus inmediaciones me llevaron a Nuevo Vedado, a recuerdos sumamente placenteros.
Cerca de las dos de la madrugada, cuando casi ningún mortal se preocupaba por el reloj, tuvimos que proyectar el regreso. Nos llevamos la arrancada Made y yo para vestir el zafari de cazadores y asestarle un dardo tranquilizante a un Almendrón y su chofer. Por fortuna, el viaje de regreso al Bahía nos tomó apenas una hora. Definitivamente los Orishas se posaron en nuestros hombros, Elegguá nos allanó el camino y Yemayá nos impulsó con una corriente marina.
Ya en casa, cuando el sosiego de besar en la frente a mi pequeño Enzo Samuel selló la velada, pulsé la esencia de Habana World Music. De seguro tardará años en emular o equilibrarse con otros similares considerados mega-monstruos como son: el Primavera Sound de Barcelona; el Coachella en Los Ángeles, Estados Unidos, el Glastonbury de Somerset, Reino Unido, el Tomorrowland, de Boom, Bélgica, el Love Parade de Bochum, Alemania, pero su dinámica y la idea de que “con Música todo se arregla”, la convergencia de ritmos, esencias y latitudes musicales, el espacio para potenciar talento novel y sonoridades de avanzada. Todo eso, con génesis de Cuba en calidad de puente, bien merece una estrofa.
El punto final o más bien el hasta el año próximo, lo puso Sarah Bedak, vocalista y lider de Lolo Lovina en algo que me dijo cuando conversamos: “Estaba sedienta de vivir la experiencia Cuba. Sus músicos son los mejores, con estándares tan altos… Soy natural de Hungría, crecí en una familia de músicos en la cual todos amaban y escuchaban música cubana. Mis raíces me llevaron a explorar su música y haber tenido la posibilidad de compartir cultura, tradiciones y ritmos ha sido una bendición. El éxito del Havana World Music está garantizado”.
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