Sobre Víctor Hugo Morales: Una de cal y otra de arena (+ Fotos y PDF)
especiales
Es sábado de festival de cine, el segundo día de su edición 39. La lluvia abraza, estruja, limpia a La Habana y no puedo salir. Mi credencial espera por mí en el Hotel Nacional. Me conecto cada cierto tiempo a la página de meteorología para ver por donde anda la masa de agua que precede a un frente frío. Parece que de verdad bajarán las temperaturas. Eso no me impedirá buscar las películas que me ha sugerido Fernando Pérez, ese director paradigmático y con el que coincido muchas veces en gusto. Abro la máquina y preparo este texto. Quizás, si escampa, quedará para la noche. Sé que no debe esperar:
I
Cuando siguiendo instrucciones de la Presidencia de la UPEC le comuniqué a Victor Hugo Morales que se le impondría la distinción Félix Elmusa, ese amigo que me ha regalado la vida, me envió un mensaje.
No era necesario, sé que si su vida es respetada como profesional, tanto en el rol de conocedor de fútbol como analista político, pero también ha ganado una considerable cantidad de mentiras publicadas antes que la red de redes fuera lo que es hoy, y luego, bueno, se puede encontrar de todo, como sucede con las figuras públicas de cualquier país.
En ese mensaje me decía:
“Querida amiga, acaso fuera de contexto y sin recordar si te había enviado este material, se me ocurrió hacerlo ahora a raíz de un pequeño incidente.
Esta noche quise encontrar de mi libro Un grito en el desierto de 1997 algunas apreciaciones sobre Cuba, y en la búsqueda, en esa internet en la que entran también las miserias encontré que, algo perdido aparece algo de una campaña que intentaron contra mi, adjudicándome una supuesta amistad con algunos militares en tiempos de la dictadura (uruguaya).
Por suerte, al poco tiempo, el gobierno de Mujica, permitió acceder a los archivos (hace unos cinco años) de los tiempos de la dictadura.
Mi "archivo" me llena de orgullo, como felizmente podrás apreciar.
Pero soy celoso de las precisiones y cuando se da un premio de esta naturaleza aparecen envidias y bajezas, que me importa en todos los terrenos, pulverizar.
De ahí que te haga llegar este material, entregado por el propio gobierno de Uruguay que demuestra que siendo un personaje tanto o más conocido que ahora en Argentina, cuando solo era para la gente un relator deportivo, mi actitud, merecía el recelo y el seguimiento de los militares a través de la dirección de inteligencia del ejército y la jefatura de policía, con los resultados que puedes apreciar allí.
Nada heroico, pero bastante de lo valioso, para un ciudadano más expuesto que otros, con mucho más para perder que otros, pero que en sus palabras no conectaba de ninguna manera con los dictadores.
Agrego que quien me entregó los archivos, fue el Ministro Bonomi aun en gestión, que me escuchaba desde la cárcel, como sus compañeros Tupamaros. Hoy, él y Mujica, tienen una radio para la que este año hago comentarios dos veces por semana sobre la actualidad argentina.
Un fuerte abrazo (hasta por las dudas, es bueno, dar testimonio)
VER DOCUMENTO EN PDF: ARCHIVO DE VÍCTOR HUGO MORALES
II
Como la vida está llena de matices, también VH me mando su libro La herida azul. No es de fútbol, ni de política, ni de recetas culinarias (“siente pasión por la comida”), es de alguna manera de todo eso, pero sobre todo de amor.
A sus casi setenta años este hombre reconocido en Iberoamérica como un narrador de futbol excepcional, que acumula una vasta cultura y ha escrito trece libros centrados en el deporte más universal, la América Latina y los medios de prensa, se decidió a publicar poemas que el prefiere llamar intenciones poéticas.
En el excelente prólogo la poeta Gabriela Stoppelman, incluye una postada: “Acompañar el camino de este libro fue un modo de intentar aligerar el peso de los días que nos tocan. Un recreo y mucho más que una simple pausa. Un modo de retomar aire y volver con más ímpetu. Pero, por sobre todas las cosas, deseo que así haya sido para su autor, quien día a día pone la voz y el cuerpo en nombre de tantos. Pensé y repensé si debía agregar estas líneas, por temor a que fueran tomadas como simple adulación. Y, después me arrepentí de tanto vacilar.
No quiero contagiarme de un cierto contexto que no da explicaciones por su falsa cortesía y sus falsos buenos modales, mientras reclama que las demos cuando se trata de amistad, gratitud o poesía. Creo en lo poético con una fe completamente laica. Creo que el lenguaje sin vuelo es la tumba de todos nuestros horizontes. Celebro cada verso, cada coma aportada, para darle luz a las palabras.”
El libro VH lo dedica A quienes me contaron sus historias, puntos de partida para estos poemas o aproximaciones poéticas que agrupa en seis conjuntos: Azul, Esperantes, A contra puertas, Canto tu rostro, Lluvia y Animalia.
Como sus tres últimas obras (El rebenque del diablo, Mentir a diario… y Papel prensa, el grupo de tareas..) Victor Hugo escogió a Ediciones Colihue para que se encargara de la entrega de La herida azul.
En más de una ocasión he dicho que soy una contumaz lectora de poesía, para decir me gusta o no me gusta. Estos versos los escogí al azar, no digo que son los mejores, a mí me gustan todos pero estos los marcó el cursor:
afuera
amor tatuado
en letra dolorida juramentos
que se intervalan
en vas venís
amor de acá amor de allá
pero volvés
y está la herida
azul.
besos, donde no caben otros
si eso fuese posible
pues
no caben otros que no sean los tuyos
besos de umbral lejano
cuelgan de tus labiosornisa
de adioses
y reencuentros.
llueve,
pero es viernes,
y viernes son tus besos,
tus caricias
viernes sos vos,
en cada gota de lluvia
amo este viernes
esperándote.
te besaré en la playa debajo de la luna
bajo la luna-playa,
te besaré mi luna llena.
Un día de estos, de 2017
Te escribo:
cuando ya no estemos
alguien sabrá cuánto te quise
el mundo será otra cosa y
nosotros ni huesos, pero
dejaré este poema en una
hoja amarilleada, en un libro
que repetirá por siempre
la verdad de mis te amo
alzará las manos un lector
al estante polvoriento y
bajaré, aún trémulo, ya abierto
para que recite mis palabras
y enamore a una mujer
parecida a vos.
construyo un puente
con la espuma
y mientras ceno en la orilla de una playa
ella espeja el brillo de la luna
en la inmensidad del mar
dejo caer tu nombre.
tu entrega me estremece, me cambia el eje de la tierra
llegaste como un paracaidista
como un astronauta desorientado
pero decidido
entonces aprendí con vos que el amor si lo dejamos
se presenta en modos más inesperados
moldearlo para que entre en alguna horma
solo lo estropea.
Voy a terminar este texto como mismo acaba La herida azul, con el epílogo de Mario Ortiz:
“Vivimos en una época en la que no sólo están cambiando los paradigmas económicos y políticos, sino la misma ecología cultural en la que los seres humanos estamos sumergidos o –para decirlo con Sartre– “situados”.
Desde el discurso del poder, las relaciones sociales se astillan al encapsularse en egoísmo y meritocracia, en recelo y desprecio hacia el otro. El lenguaje se vacía, se desfonda al degradarse en consigna vacía, manipulación o acción psicológica disimulada bajo el nombre neutro de “información”. Y he aquí que, en medio de estas condiciones feroces, Víctor Hugo Morales nos invita a reencontrarnos con algo que parece extemporáneo, con fragmentos de un discurso amoroso en el que vuelven a anudarse un delicado erotismo, el deseo, encuentros y desencuentros de cuerpos y miradas, todo ello bajo el signo del “azul”, el color emblemático del romanticismo desde Novalis.
Sin embargo, el lenguaje no se recupera fácilmente de las violencias que le provocamos cada día, y de hecho que ese azul es también una herida. Fiel a este tiempo, Morales nos muestra que, de algún modo, resulta necesario un trabajo previo a todo decir amoroso, que la lengua debe tantear, buscar, ensayar para nombrar algo que por fin sea significativo. En un poema advierte: “escribo como si / dibujara / distraído / círculos incoherentes / líneas rectas / cuadraditos imprecisos / hasta encontrar la forma / en / que muero por vos”.
Por eso es que fraseo se vuelve espacio sobre el papel y forma figuras ondulantes; el sujeto del poema construye un “puente / con la espuma” y “en la inmensidad del mar / dejo caer tu nombre”. Las palabras algunas veces se torsionan en neologismos para tentar otros sentidos (“rabiamor”, “desenfantasmar”) o incluso hablar es “traducir / una y otra vez / sinsentido”. Quizá por todo esto, Víctor Hugo nos presenta este libro bajo el subtítulo intención poética. Ese es el ejercicio que nos propone: reinventar un lenguaje posible para el amor.”
Añadir nuevo comentario