Ser joven en Cuba
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Claro que ser joven nunca ha sido fácil, quién dice lo contrario.
Audiovisuales, anuncios, frases hechas y hasta refranes han intentado en todo el planeta desde hace mucho asociar la juventud con una etapa de plenitud y felicidad, donde todo son sonrisas, besos, baile, fiesta y hermosos colores. Pero eso es solo un retrato a contraluz, que solo permite ver la silueta, nunca la hondura de la mirada.
En realidad, desde que el mundo es mundo ser joven ha sido algo complicado. Por ejemplo, en la Europa medieval, a los jóvenes, muchachas y muchachos, desde tempranas edades y con independencia de la clase social a que pertenecieran, se les separaba de su hogar para que se desempeñaran como empleados o aprendices en residencias de otras personas, donde eran obligados a permanecer por más de un quinquenio.
A la vez, sus familias de origen recibían a jóvenes de otros hogares con el mismo fin.
Por su parte, los jóvenes aztecas -educados, en el caso de los varones, en el telpuchcalli o calmécac para formarse respectivamente como guerreros, en algún oficio, arte o en el sacerdocio; y en el de las hembras para ser sacerdotisas, artesanas, tejedoras o hilanderas-, si se portaban mal, al más mínimo error, los castigaban con recios golpes, días de ayuno y de encierro en espacios creados para ello.
Si reincidían en sus faltas, eran expulsados en una especie de exilio, seguidos por el repudio de toda la comunidad. Y en cuanto al cliché tantas veces repetido que la juventud es amor apasionado y fogoso, pues sépase que hoy en Japón, cerca del 42% de los muchachos y el 44% de las muchachas, ambos grupos entre 18 y 34 años, aún es virgen. El sexo y sus placeres, simplemente, no les interesa. Investigadores aluden razones económicas, subjetividades que se rebelan contra cánones tradicionales… en fin, que prefieren el sexo virtual o la pornografía.
Son solo ejemplos y bastante extremos. Pero, en general, el día a día de los jóvenes en todo el mundo está marcado por incertidumbres y angustias muy variadas, que en ocasiones desdicen abiertamente aquello de “juventud, divino tesoro”.
Jóvenes en la Antilla Mayor
Ser joven en los 23º 17’, 19º 50’ de latitud Norte y los 74º 08’, 84º 58’ de longitud Oeste, las coordenadas geográficas de Cuba, tampoco ha sido ni es cosa fácil, aunque sí marcada por singularidades y también privilegios poco comunes.
Entre las singularidades que hoy distinguen a los jóvenes cubanos, se apunta la dinámica demográfica que hoy identifica al país: una población marcadamente envejecida donde se hace evidente la disminución cuantitativa de generaciones jóvenes.
De acuerdo con las Proyecciones de la Población Cubana 2010 – 2030, de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, en 2015 el 20,2 % de los cubanos tenía entre 15 y 29 años; y para 2020 esa proporción se reducirá al 18,3, en tanto los cubanos de 60 años o más conformarán para entonces el 21,8 % del total poblacional.
A propósito de esta realidad, unida a otras condicionantes, la doctora María Isabel Domínguez, coordinadora del Grupo de Estudios sobre Juventud del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), de la Academia de Ciencias de Cuba, apuntaba que se “reproducen lógicas generacionales correspondientes a etapas anteriores, provocan algunas contradicciones entre las metas de socialización que promueven las instituciones y la configuración de subjetividades en las juventudes”.
La doctora Domínguez apuntaba en su investigación Cuba 1990-2015: Las juventudes en los cambios de escenarios, que para el año 2015, el 28,6% de la población había nacido a partir de 1990, es decir, después del derrumbe del campo socialista euro-oriental y no conoció la etapa anterior al Período Especial; y para el 2020 esa cifra aumentará al 33,1 %.
Dentro de tres años, para el 2020, “solo un 10,5% habrá vivido la etapa del triunfo de la Revolución con edad suficiente para haber tenido alguna participación en ella o recordarla de manera directa (calculando las personas que al triunfo tenían al menos 10 años o más.)”, reflexiona la investigadora.
No obstante, hasta ellos llegarán beneficios como educación y salud gratuitas luego del triunfo de enero, así como una voluntad política que les mantiene en el centro de la atención.
Entre las peculiaridades que distinguen a los jóvenes cubanos de hoy de quienes fueron jóvenes en otras etapas de esta Isla, igual se inscribe el haber sido testigos del inicio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU, lo cual pudiera entreabrir puertas a escenarios diferentes en el orden político, ideológico y también económico. Pero esto último no se hará muy visible en tanto se mantenga vigente el injusto bloqueo impuesto al país.
Los cubanos que hoy tienen aproximadamente entre 14 y 30 años, están también inmersos en un contexto económico interno diferente al de sus antecesores. La apertura a espacios de gestión no estatal, o lo que es lo mismo, al llamado trabajo por cuenta propia, advenido con la actualización del modelo económico y social que aquí tiene lugar, impactan de diferentes maneras en este sector poblacional cuya heterogeneidad no permite calificarlo de juventud, sino mejor, juventudes, al decir de los estudiosos.
“Los años noventa dieron lugar a la formación de una nueva generación con aquellos que al iniciarse la década contaban apenas con 14 años y vivieron en ella los momentos esenciales de su juventud. Este grupo parece haberse constituido como un nuevo grupo generacional de transición entre dos generaciones, que a diferencia del conformado por la juventud de los años sesenta, resultante de una Revolución, son en este caso el producto de un período de crisis y reajuste”, se asegura en la citada investigación.
Aunque esta generación mantiene en su acervo rasgos de generaciones que le antecedieron, igual está marcada por singularidades como la de la expansión del trabajo por cuenta propia arriba mencionado, con más de medio millón de cubanos acogidos a esa modalidad. De ese total, cerca de la tercera parte son jóvenes.
Superarse educacionalmente se mantiene entre las aspiraciones de quienes son jóvenes hoy, pero parece haber ocurrido un reacomodo en este sentido, priorizando ahora un poco más la formación técnico profesional de acuerdo a las opciones del mercado laboral y considerando también que, en contraste con otras ocupaciones, puestos de alta calificación aun no reciben una remuneración acorde con las exigencias del puesto.
“Se va produciendo una ampliación de la diferenciación de carácter subjetivo (aspiraciones, valores, percepciones y representaciones sociales), derivada de esa diversificación de prácticas laborales y condiciones económicas, así como de la ampliación de los contactos directos e indirectos con otras realidades”, comenta al respecto la autora de la indagación citada, la cual se sustenta en otras múltiples investigaciones realizadas por el Grupo de Estudios sobre Juventud del CIPS.
Retos para una Isla
Considerando las peculiaridades que hoy distinguen a las juventudes en Cuba, las arriba mencionadas y otras muchas, un colectivo de autoras, también del CIPS, se dio a investigar sobre la Socialización de adolescentes y jóvenes. Retos y oportunidades para la sociedad cubana actual.
Publicada en línea desde el año pasado, en los Anales de la Academia de Ciencias de Cuba, Vol.6, esa investigación, a cargo de la ya mencionada María Isabel Domínguez, y también de las expertas Idania Rego Espinosa y Claudia Castilla García, revela interesantes cosas por hacer.
Se concentraron en lo relacionado con la Educación, con los Medios de Comunicación y con las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC).
En cuanto a la Educación, constataron que entre las fortalezas del escenario educativo se apuntaban la intención de encaminar la socialización hacia el desarrollo de valores; el rol decisivo del maestro; concebir la Educación desde la integralidad y con una visión sistémica; así como el entender la práctica como punto de consolidación fundamental de los valores.
Pero encontraron que además de la insuficiente cantidad y calidad del personal docente frente al aula, otros obstáculos dificultaban la consecución de tan loables objetivos: “la debilidad de los métodos empleados, basados en la reiteración y formalización de los contenidos; el énfasis en elementos de naturaleza abstracta, distanciados de la intersubjetividad humana y sus prácticas cotidianas, así como el perder de vista aquellos valores universales que le dan sentido a lo político-ideológico y particularmente a nuestro sistema social”.
Observaron “una fuerte desconexión entre lo que se concibe como ideal y lo que se planifica para ejecutarlo en la práctica y esto afecta directamente su efectividad e invalida algunas de las fortalezas”.
Con respeto a los Medios de Comunicación, las estudiosas identificaron, junto a varios presupuestos, que estos cuentan con políticas concebidas para la socialización en valores, evidenciando la voluntad y preocupación estatal en ese sentido.
Sin embargo, a su vez detectaron “una visión verticalista de la socialización y del papel de los MCM, que toma poco en cuenta el carácter activo de los sujetos a quienes van dirigidos, más centradas en pautar el resultado que en el proceso de cómo lograrlo…”
Al detenerse en algunas de las propuestas de los medios, particularmente radio y TV, dirigidas en particular al público joven, encontraron “la presentación de un estereotipo de joven que no representa la diversidad juvenil presente en la sociedad cubana actual, tanto desde el punto de vista ocupacional, territorial, como de clase, raza y desde su subjetividad.”
Reconocieron que las TIC constituyen una fuerte competencia a los medios de comunicación tradicionales, y que están modificando pautas de interacción social, a la vez que amplían horizontes y escenarios.
Al constituir espacios socializadores no institucionalizados ni estructurados como la escuela, ni semiestructurados como los medios, condicionan más un consumo individual y alternativo. A la vez que se trata de mensajes originados mayoritariamente fuera de la realidad nacional.
Los adolescentes y jóvenes estudiados para esta investigación, quienes en cantidad significativa dijeron contar en casa con un reproductor de DVD y una computadora –la indagación no menciona tablets, teléfonos inteligentes u otros soportes similares- refirieron que los usaban para estudiar, pero de modo importante como fuente de entretenimiento: para ver series y películas, para escuchar música y jugar.
Aseguran las estudiosas que los videojuegos se llevan las palmas, sobre todo entre los varones más jóvenes. No dejan de acotar en cuanto a los videojuegos consumidos, que estos “promueven valores ajenos a una socialización colectivista, solidaria y equitativa pues por el contrario, exacerban el sexismo, el individualismo, la competitividad, la agresividad y la violencia”.
Al comentar la posibilidad que ofrecen las TIC de conformar redes entre las juventudes para el intercambio de información y productos y el contacto interpersonal, señalan que “estamos en presencia de actividades que potencian la socialización entre pares, fuera del ámbito de los adultos y las instituciones y se convierte en un espacio por excelencia para la apropiación de valores”.
Los muchachos y muchachas entrevistados si bien incluyeron estas redes y posibilidades como algo de signo positivo, en el platillo opuesto mencionaron las desigualdades en cuanto a la tenencia de estos equipos, lo cual se convertía en fuente para valorarlos a ellos.
También indicaron los entrevistados el tiempo invertido en cuestiones poco útiles así como cierta desvinculación de la realidad y el consumo de información falsa, entre otros tantos en contra.
De ahí que uno de los retos mencionados por las estudiosas en este sentido apunte a profundizar en el conocimiento de cómo transcurren esos espacios juveniles, no para controlarlos desde la perspectiva adulta, sino para poder influir en ellos.
Sin dudas, queda por hacer, lo mismo en la escuela, que en los medios, que con las TIC, y en muy variados ámbitos de esta realidad insular para dar respuesta a las necesidades y aspiraciones de sus jóvenes.
Son los hijos del período especial, pero no han perdido la risa ni la confianza en ellos mismos. Para seguir creciendo tienen a su favor los conocimientos, la cultura, la confianza de sus padres y de un país que en ellos depositará las riendas.
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