El mejor de los regalos para Roberto
especiales
Fotos: Anabel Díaz Mena
Con su gorra bolchevique y su proverbial humidad a cuesta, Roberto Fernández Retamar recibió esta mañana de viernes un regalo inigualable. Dichoso el poeta —que aún vivo, como él mismo reconociera— ha podido conocer y disfrutar el buen sentir hacia su persona de otros muchos de sus contemporáneos.
Buena suerte Viviendo. Mensajes a un poeta (Ediciones Matanzas), —texto que fue presentado en la sala Manuel Galich de la Casa de las Américas, en el contexto de la Feria Internacional del Libro de La Habana, en su edición 26— nació de una conspiración familiar, en primerísimo lugar de su hija Laidi Fernández de Juan, cuando al cumplir su padre los 85 años (9 de junio de año 2015), no sabía qué obsequiarle.
En el prólogo del volumen —versión del cual comentó durante la actividad de presentación— la también escritora hizo confesiones que solo pueden partir de lazos humanos muy entrañables, como los que los unen a ambos.
“Estaba decidida a complacerlo en lo que se le ocurriera, aunque para ello fuera necesario solicitar dinero prestado, ir a un sitio distante, pedir un favor especial; qué sé yo. Con mis escasas luces, aun conociéndolo como lo conozco, imaginé que tal vez quisiera modernizar su televisor o tener la colección completa de Los Hermanos Marx, o un librero nuevo donde acomodar sus infinitos libros de consulta (que yacen los pobres, en total desorden en cualquier lugar de la casa), o un cuadro de Tomás Sánchez, o un chocolate Baracoa, negro y sin azúcar (…) Pero ninguna de estas opciones fue escogida por quien pronto cumpliría 85 años”, dejó plasmado Laidi.
Así, solo con la idea dándole vueltas en su cabeza, y la sugerencia del amigo colombiano Álvaro Castillo Granada, “preocupado por qué le obsequiaría a Roberto” surgió la feliz iniciativa de recopilar mensajes de varias partes del mundo.
La tarea fue ardua. “Mis manos teclearon —explicó— más de cien direcciones electrónicas, redacté solicitudes que parecieran exclusivas, rectifiqué correos, pedí más señas, establecí plazos, límites de espacio y de tiempo, y poco a poco se fue armando un verdadero dossier”.
Todo ello, y la complicidad de cientos de amigos de todas partes, constituyó el preámbulo de Buena suerte Viviendo. Mensajes a un poeta, que como también se dijo durante la presentación contó con la estimable ayuda de Alfredo Zaldívar, director de Ediciones Matanzas, gracias a lo cual de cuaderno y dossier hoy podemos tener un hermoso libro en nuestras manos.
En este se encuentran palabras bellísimas sobre Retamar, sobre Roberto, como suelen decirle. Se trata de una especie de confesionario público, que saca a la luz diversas etapas de la vida de un hombre que, según el decir de Abel Prieto, renunció “en el 59 a la carrera académica brillante que ya habías iniciado en las más prestigiosas universidades del Norte y regresaste con humidad y alegría a esta islita, la tuya, la nuestra, para ponerte al servicio incondicional de la Revolución”.
Bellísimas palabras expresaron Laidi y Zaldívar, en su condición de realizador de esta obra, emotivas, sensibles, maravillosas. Pero quizás la dimensión mayor de la personalidad de Retamar la expresó él mismo cuando sentenció de manera jocosa: “No pensaba decir nada, no soy el autor, soy el tema”.
Y luego agradeció a quienes tuvieron la gentileza de proporcionarle este regalo de cumpleaños. “¿Cuántos recuerdos me han traído estas páginas?”, dijo nostálgico. En fin, Buena suerte Viviendo es una especie de repaso de la vida.
Si cualquier lector puede deleitarse con su lectura, entonces imaginemos a Roberto Fernández Retamar —ahora sí prefiero nombrar su nombre completo— riéndose con las anécdotas que en este volumen aparecen y que, seguramente, les proporcionarán muchos años más de vida.
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