Matthew: Lo “bueno” y lo malo de los huracanes

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Matthew: Lo “bueno” y lo malo de los huracanes
Fecha de publicación: 
4 Octubre 2016
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¿¡Buenos!? Me quedé sorprendida hace unos años cuando un especialista en medio ambiente aseguró que los huracanes son necesarios.

En nuestro país las últimas experiencias han sido desastrosas, recordemos el Sandy que afectó a la región oriental, dejando  cuantiosos daños materiales y pérdidas humanas (9 en Santiago de Cuba y 2 en Guantanamo). No obstante, la afirmación anterior es cierta aunque resulte difícil de creer.

Según los expertos los huracanes no solo traen desgracia y destrucción, sino también aportan beneficios para el ser humano y el planeta.

Lluvias para zonas que de otra forma morirían por las sequías; limpieza de ríos y arroyos; posibilidad de recargar los acuíferos; agua para el llenado de las presas; posibilidad de mantener el equilibrio en el calor de los océanos, y el arrastre de nutrientes en el mar a zonas que lo necesitan, son algunas de las situaciones favorables que nos dejan.

Según los meteorólogos, no sólo la lluvia es positiva. También el viento puede actuar, de modo parecido a como lo hace un incendio, renovando zonas de alta densidad forestal y ayudando, en definitiva, a la renovación del bosque. Los árboles enfermos y débiles no pueden soportar un huracán y se produce una regeneración vegetal.

Pese a todo ello, está claro que afrontar —y enfrentar— uno como el Matthew no es cosa de juego. Pero más allá del saldo negativo que en materia de pérdidas arrojan tales fenómenos naturales, vale destacar la solidaridad que se vive aparejado a su paso.

En los últimos años, por ejemplo, Santiago de Cuba ha permanecido bajo la amenaza de un sismo, y los santiagueros, que por demás son muy hospitalarios, han puesto en práctica alternativas de ayuda.

Ahora recuerdo un reportaje televisivo, a propósito de las réplicas continuadas que sucedían por aquellos días, donde una familia en una pequeña casa acogía a decenas de compatriotas, familias enteras de un edificio aledaño, y aunque en la noche no se dormía sí se hacía café y se conversaba. Era una manera de pasar el tiempo lo mejor posible.  

Una vez más —porque en Cuba generalmente la temporada ciclónica es activa— El Matthew ha sacado a flote lo mejor de los cubanos. Ante el llamado de la Defensa Civil y de los órganos de mando de los territorios, cientos de personas se han visto en la necesidad de abandonar sus hogares, ya sea por mal estado o por peligro de inundaciones.

Y aún cuando el Estado garantiza centros para la evacuación, muchos prefieren, y tienen la posibilidad además, de resguardarse en casas de familiares y amigos.

En el momento de redactar estas líneas aún Matthew no ha “tocado” tierra cubana.  Según Ruth, una amiga guantanamera, ya las lluvias fuertes se hacen sentir en Imías y en Maisí, dos municipios de esta provincia, pero la incertidumbre del momento no la hace dudar: “yo estoy rodeada de nietos y biznietos, más no te preocupes Alina —me dijo la anciana sin perder su buen carácter— en esta zona del oriente del país todos somos como hermanos, y el dolor ajeno se siente como propio”.

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