Esperando ser madre
especiales
Cada movimiento o patadita son una ilusión; cada día de consulta en el médico, los ultrasonidos, las anécdotas de las demás gestantes y los sueños en que imaginamos cómo será nuestro bebé forman parte de una etapa súper especial que precede la de mayor felicidad y plenitud: el tener a los hijos con nosotros.
Durante el embarazo suceden muchas cosas lindas. Cuando pasan los primeros meses- que generalmente son de decaimiento, vómitos, malestares- la mujer luce diferente y se percibe una alegría exaltada en la casa, la pareja hace planes. La embarazada se convierte en el centro de la familia; todo es para ella, el pedazo más grande de pollo, las mejores atenciones y cuidados, en fin, una es mimada y eso nos hace sentirnos especiales.
Cada día o semana nos depara algo nuevo. Yo ya sabía que estaba embarazada porque me hice dos test seguidos y fueron positivos, me hice la captación y empecé a tomar las prenatales, pero como era tan temprano aún me faltaba algo. Confieso que me sentía extraña, estaba analizando cómo sería mi vida a partir de ese momento.
El ultrasonido de genética de 12 semanas fue de lo más emocionante, revelador. Fue la confirmación de mi nueva vida. Me arrepiento de no haber grabado el momento en que la doctora hablaba, de lo contento que estaba mi esposo, de cómo su mirada era nueva.
Distinguir la figurita del bebé, escuchar los latidos de su corazón como un caballo que corría y hasta ver que levantaba su bracito- como si supiera que lo estaban mirando- fue reafirmar que él o ella estaba ahí dentro de mí, que todo estaba bien y que pronto yo sería una mamá.
Luego, sentir los primeros movimientos también aumentó mis expectativas. Al principio tuve dudas de si de verdad se movía. Soy primeriza, no estaba segura, pero con los días empecé a identificarlo, si eran patadas o cambio de posición. Ya sé que casi todas las mañanas se ubica hacia la izquierda; también siento toques, como un tun tun a la puerta… Son tantas emociones, momentos especiales, y me siento tan dichosa de ser mujer y traer vida al mundo.
Les he preguntado a varias mujeres que recién se estrenan como madres y a otras que lo son hace años, cuándo se sintieron que ya eran mamás. La mayoría respondió que haber conocido la noticia del embarazo las había hecho muy felices, pero que haber cargado a sus bebés y darles el pecho por primera vez fue lo que les marcó definitivamente, lo que les hizo comprender que esa cosita nueva en sus vidas sería para siempre lo mejor que les había pasado.
Asumiendo este nuevo “contenido de trabajo” que es la maternidad no me canso de preguntar a casi todas las mujeres lo que sientieron y experimentaron durante sus embarazos; lo que creen de la crianza de los hijos, de cómo imponer respeto, de cómo formar hijos educados, amorosos y dignos sin ser demasiado recios, en fin, las atiborro a todas de dudas mías, de pensamientos que se me acumulan en la mente a cada minuto mientras transcurren estos nueve meses.
Todo el mundo me ha respondido lo mismo pero con diferentes palabras: “Eso no tiene explicación, no hay un libro o teoría exacta que te garantice nada. Los hijos son siempre un experimento, sobre todo el primero, y una va aprendiendo sobre la marcha”.
Una se fija en cómo prefieren la comida, aprendemos de sus gustos en la vida cotidiana, los guiamos por el buen camino y cada escalón vencido resulta eterno descubrimiento.
No importa si los hijos aún son bebés- que uno los puede controlar fácilmente- o si ya son adultos. Ellos siempre van a sorprendernos con algo y no precisamente serán buenas sorpresas, muchas veces hay disgustos, desconciertos, momentos de tristeza… pero definitivamente ese sentimiento de amor que no podemos soslayar, esa seguridad para saber que somos nosotras, las madres, quienes mejor podemos ayudarlos es lo que nos llena de placer, vitalidad, compromiso, necesidad de ellos.
Sentirse madre
Conversando con las mamás me di cuenta de que pueden pasar 10 años, 20, 4 meses, una semana de que tuviste hijos, pero cada vez que la gente habla de eso cuenta todo como el primer día, como si aún lo estuvieran viviendo. Es algo que no se olvida, a las madres se les ilumina el rostro cuando hablan de su maternidad, los ojos les brillan, se emocionan y se sienten felices de rememorar cada etapa para contarle a una primeriza lo felices que son.
“A veces tengo ganas de regañarlo muy fuerte, de castigarlo por un mes, de llevarlo recio, me dice Maye al hablar de su hijo mayor, que es ya un veinteañero. Pero cuando le miro a los ojos cambio de idea, me parece que lo que estoy viendo no es un joven sino mi bebe, el que yo cargaba años atrás. No puedo evitar ver a mis hijos siempre como mis niños. Les he dado la misma educación a ambos, pero no se parecen y aunque crea yo que les enseñé los mismos valores, no puedo tratarlos por igual, uno admite mas regaño que otro, uno necesita el cariño de una forma más suave… Nadie es igual”.
Mi amiga Alicia recuerda su estreno como madre el momento en que cargó a su primer hijo. “Yo parí con ocho meses y no sabía si él se salvaba o no. Siempre me dijeron que si le hablaba durante el embarazo él conocería mi voz al nacer. Fui la última en verlo, primero lo cargó mi mamá y lo vio toda la familia que estaba en el hospital. Me lo entregaron con un llanto desconsolador y yo solo atiné a ponerlo en mi pecho y bajito le hablé. Le dije: tranquilo, ya mamá está aquí. Y el niño se calló inmediatamente. Fue tan especial, él reconoció mi voz y eso le calmó. En ese momento concienticé que ya yo era madre y que era capaz de darle paz. Mi hijo ya es un adolescente y actualmente sucede lo mismo cuando él viene triste porque alguna novia no lo quiere más. Mi charla y mis consejos le ayudan a entender, le devuelven la serenidad”.
“Yo di pecho durante 10 meses y para mí era algo hermoso, me cuenta Day, que además reconoce que la lactancia materna es muy práctica pues no hay que hervir leche ni lavar biberones. Es una garantía, me dice, mi hija nunca se enfermó gracias a eso. Durante el momento del parto no me puse nerviosa; lo único que me preocupaba era que no sabría cargarla, ni bañarla, ni cambiarle el culero y que esa era mi responsabilidad. Al final lo aprendes todo rápido y nadie lo hace mejor que tú. Después de parir la mujer no duerme más, pero tener hijos es lo mejor que nos puede pasar. A mí no hay nada que me quite el apetito o el sueño, solo ver que mi hija esté enferma o se sienta triste, y eso que ya tiene más de 20 años”.
“Pienso que una mujer va creando muchas expectativas desde que sabe de su embarazo. El parto es algo que marca a las mamás, pero creo que una se siente madre de verdad cuando van pasando los días en casa y vamos conociendo a nuestro hijo, comenta Alina. Acabados de nacer ellos nos despiertan mucha ternura, pero es el día a día lo que nos compenetra con ellos, lo que nos llena de ese sentimiento inexplicable. Es algo que no se puede describir, es como una emoción que se te quiere salir del corazón, estallar de felicidad, de una fuerte excitación. Se sacrifica el sueño, el tiempo, todo en función de ellos porque dependen de nosotras, porque dejan de llorar cuando los sacamos de la cuna, porque saben cuándo los cargamos nosotras y no otra persona...”.
Un oficio para toda la vida
Pienso tanto en mi mamá. Ella siempre me decía “solo sabrás lo que es ser madre y lo que se hace por los hijos cuando tú los tengas”. Aun yo estoy en la espera, pero creo que ya muchas cosas cambiaron en mí de forma espóntanea. Sin yo darme cuenta me he visto esperando minutos para cruzar la calle cuando antes no temía a los carros y me atrevía a cruzar entre uno y otro. Ahora voy por las esquinas, espero a no ver ningún vehículo en la vía. Evito las multitudes, prefiero no caminar entre la gente pues me da la sensación de que van a chocar conmigo; me pongo la mano en la panza hasta para toser. En fin una va creando medidas de protección durante el embarazo, nos vamos sintiendo responsables por la vida que llevamos dentro. Aunque todavía sea algo pequeñito sabemos que está ahí y que es nuestro, que solo nosotros podemos cuidarlo mientras duerme en la panza.
La mujer pasa por tantas cosas durante el embarazo. El asco, los vómitos, los cambios emocionales y todo lo molesto que iba experimentando al principio me hacía pensar que realmente ser madre era algo único. Tiene que ser muy especial realmente, me decía a mí misma para consolarme cuando me sentía mal. Tiene que ser tan grande, porque la gente olvida lo que pasó, borra los sustos, los dolores de parto, las limitaciones y se decide a parir de nuevo, a vivir otra vez ese momento irrepetible.
Ser madre es ser protagonista de vivir el verdadero amor eterno. Es un contrato para toda la vida, es la mayor prueba o acto de amor de la que seremos partícipes. Seguramente es el oficio más difícil, pero apuesto a que es el más placentero. Como diría Luis Eduardo Aute, nos va “la vida en ello”.
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