EN LIBRERÍAS: El viaje, de Sergio Pitol
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Sergio Pitol vio Venecia sin espejuelos. Como es miope, la ciudad se le reveló con el desenfoque de los sueños. Había, casi desdibujada, una ciudad frente a él, piedra sobre agua… Pero en la imaginación era otra —erigida a partir de lecturas y ensoñaciones. Otra ciudad y al mismo tiempo la misma. Fue una visita maravillosa.
La anécdota, que Pitol ha narrado en varias oportunidades, puede ofrecer una idea bastante exacta de las coordenadas literarias del célebre escritor mexicano: para él la memoria es un mecanismo en el que coexisten los hechos irrefutables y la monda y lironda invención.
Los que han leído los libros de Pitol —no tantos en Cuba, pues aquí ha sido publicado poco y tarde— saben que más que la certeza monolítica del planteamiento, importa la belleza de lo dicho… y el abanico multicolor de las posibilidades.
Uno lee El viaje, el libro que Torre de las Letras ha publicado recientemente, y se asombra por el desparpajo delicioso del autor.
A primera vista, uno no sabe muy bien a qué se enfrenta: ¿es una selección de crónicas? ¿Un diario de viaje? ¿Un ensayo literario? De todas maneras, no hace falta definirlo. El viaje es todo eso al mismo tiempo… y también es un inventario de delirios, un monólogo pletórico de interesantes digresiones, un amago biográfico…
Pitol nos narra en primera persona un viaje a la Unión Soviética de la segunda mitad de los años ochenta (Rusia y Georgia específicamente), en plena perestroika, un proceso de reformas que en aquel momento no se veía muy bien a dónde iban a llegar.
Habla de sus encuentros con artistas, escritores, gente de pueblo; de sus lecturas del momento; reflexiona —sin que pretenda pontificar— sobre los acontecimientos; aventura posibles desenlaces…
Pero el recuento se interrumpe aquí y allá con referencias a escritores rusos proscritos o sencillamente eliminados en las purgas de los años 30 y 40; con memorias de anteriores viajes; con recuerdos de infancia; con detalladas relatorías de sueños que entroncan con cierto expresionismo…
Nadie espere entonces un libro convencional de memorias. Encontrará, eso sí, un estilo de altísimo vuelo, que se desborda en expresiones ingeniosas, en giros inesperados, en imágenes sencillas pero sumamente efectivas…
Poderosa la técnica de Sergio Pitol, tan poderosa que pasa inadvertida. Al final uno cree que le han estado haciendo —en un tono hasta cierto punto confidencial— el resumen pintoresco de una aventura.
Nada aquí delata al escritor presuntuoso, sino al viajero interesado y muy observador, que no duda incluso en meter las narices donde no se supone que las meta.
El viaje forma parte de ese grupo de textos en los que Sergio Pitol ha volcado las impresiones de tantos itinerarios —vitales, literarios, oníricos—, libros en los que la realidad aparece siempre velada por un caudal de fascinantes distorsiones.
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