Yaíma Sáez: “Tener fe en lo que creo, amo y sueño”
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Esta camagüeyana que hace 10 años vino a probar suerte a La Habana y triunfó, vive por y para la buena música. Su esencia gira en función de esa gran pasión. Estudió Cultura Física y su especialidad fue la Sicología, pero cambió el rumbo de vida, cuando el bichito de la música fue más poderoso que todo lo demás.
En 2005 vino a un Festival de Boleros de Oro a la capital. “Hubo varias personas que me sugirieron que me quedara cantando en La Habana y pensé que tanta gente no podía estar equivocada. Yo estaba a punto de defender mi doctorado en Ciencias Pedagógicas y le dije a mi mamá: Me voy para La Habana”.
“Fue entonces en 2006 que empecé en el club Gato Tuerto, donde aprendí de afinación, de repertorio, de proyección escénica; esa fue mi escuela. Me falta mucho por hacer, hasta tengo el reto del canto lírico, eso es algo posterior que me gustaría”.
Yaíma está cumpliendo 10 años de carrera, que aunque parezcan pocos para ella han sido muy intensos. Uno de los momentos más trascendentales para la intérprete fue haber sido parte del espectáculo “Amigas”. “Eso marcó un antes y un después. Le agradezco mucho a Lizt Alfonso. Fue algo mágico”.
El desarrollo de Yaíma ha sido básicamente empírico, pero su talento es natural. Su álbum “Identidad”, del sello cubano Bis Music refleja su propio yo. Para ella la identidad es tener fe en lo que cree, ama o sueña.
La propia selección de temas del disco es una carta abierta, una declaración de principios, gustos e intereses por parte de la intérprete, que se siente profundamente cubana y apasionada por los grandes compositores que han hecho de la canción y el bolero pilares de nuestra cultura.
En “Identidad” Yaíma defiende la buena música, la que sale del alma, de la esencia del artista que la hace y del sentimiento de quien la canta; defiende la canción que el público quiere y necesita recibir.
Los títulos lo dicen todo: “Identidad”, de Pablo Milanés; “Hay todavía una canción”, de Marta Valdés; “Todo lo que fuimos”, de Gerardo Alfonso, o “Tan solo un bolero”, de Liuba María Hevia.
La mayoría o todos los autores de las canciones de tu disco han estado muy ligados a los movimientos de la Trova Cubana. ¿Fue intencional o simplemente estas canciones tienen otros motivos para estar en tu álbum?
No fue una intención que todos los presentes fueran trovadores, más bien tuvo que ver el gusto mío. Pero sí es cierto que esos trovadores marcaron época.
¿Te sientes deudora de la trova cubana?
Yo no diría deudora, más bien me gusta defender esa canción hecha por trovadores porque me trasmiten algo. Quizás ellos con su guitarra no marcaron un género específico, pero le dieron la posibilidad a los arreglistas de abordar los temas en diferentes géneros. Por ejemplo “Identidad” se convierte en un guaguancó; la de Liuba, en un bolero; Silvio, en una canción; la de Formell, en un swing… La obra de ellos es tan grande que no es rígida. Pero repito, tiene mucho que ver el gusto mío en el disco.
Cuando te enfrentas a temas que han sido ya muy versionados, ¿cuál es tu mayor motivación para cantar a tu manera ese tema, cuánto crees que puedes aportarle?
Eso se lo dejo a los arreglistas. Hemos creado un equipo donde los arreglistas que trabajan conmigo me conocen muy bien y saben hasta qué nota puedo dar, cuál es mi temperamento, en fin. Hemos logrado mucha empatía. Ellos hacen que una cantante luzca. En discos como este el arreglista determina mucho.
Aun cuando el papel de los arreglistas es tan importante, lo que más percibe el público es tu interpretación, tu personalidad. ¿Qué rasgos de Yaíma Sáez crees que afloran más cuando estas sobre el escenario?
Creo que lo que me caracteriza es la honestidad. Yo muestro sinceridad en cada frase. Si estamos hablando del cielo quiero que el público vea el cielo y sienta las notas de los instrumentos que me acompañan. En ocasiones me veo más temperamental, en otras, más sensible. Creo que lo que más valor le da a este disco es el trabajo en equipo.
Me gusta ser una cantante que el público entienda, me refiero al mensaje y al sentimiento de la canción. Hay temas con los que la gente llora, otros ríen. Cuando yo veo esas emociones en el público sé que el trabajo está bien hecho.
Pero a veces esa percepción es traicionera. Hay públicos que gustan más del trabajo que una hace, otros, no tanto, pero siempre tienen mucho que ver en que yo sepa por dónde voy y hacia dónde voy.
¿Cuál sería tu público ideal?
El que disfrute la música. No me interesa si es el público al que llaman elitista o de pueblo. Lo que quiero es que no sea chabacano. Que cuando vaya a escucharme se sienta bien.
¿Te sientes feliz de haberte dedicado a la música?
Sí. Es dura esta carrera, sobre todo por el género que he decidido defender, por las canciones que interpreto. Hay un boom del reguetón y la timba. Ahora el movimiento de los cancioneros está más disminuido, me refiero a los intérpretes solistas; aunque hay destellos con voces como Ivette Cepeda, Haydée Milanés, Waldo Mendoza. Son voces que han abierto un trecho. Yo me uno a esta carrera que tiene muchos escollos, porque no es tan comercial como otras, pero es lo que disfruto y no quiero hacer concesiones.
El bolero tuvo una época de oro en Cuba. Los 90 fueron de la salsa y actualmente la gente casi todo lo que oye es reguetón. ¿Crees que hoy se puede vivir del bolero? Me refiero a mantener un público, un espacio, no solo a la cuestión económica…
Yo pienso que sí. Soy la primera que critica los Festivales de Boleros del teatro Mella, porque estamos haciendo los mismos arreglos de hace 40 años. Eso no es productivo. Hay jóvenes que sí quieren escuchar bolero. Se demostró cuando Luis Miguel hizo su disco, cuando Cristina Aguilera cantó “Contigo en la distancia” y todo el mundo luego quería cantarla. La cuestión está en la formula en que se trasmite esa canción, ese género.
Actualmente en el mundo se ha vuelto a los covers, retomando viejas formulas con mucha frescura, como lo hace Adele o cómo lo hizo Amy Winehouse. Nosotros pudiéramos hacer lo mismo porque tenemos para eso. Pero aquí nos dejamos influenciar mucho por la mala música. Para combatir eso hay que hacer buena música y hacerla nunca fue fácil.
La buena música exige estudio, buenos autores, ensayos, de eso se trata. La vida es complicada, es cierto, pero si queremos hacer algo por la música cubana hay que trabajar más y dejarnos influenciar menos. Somos la isla musical.
Yo, por ejemplo, alterno viernes y sábados en el club Le Select y veo que el público que asiste es variado: jóvenes, ancianos, de todo tipo.
Hay que acercarnos más al hoy, pero siempre respetando la esencia de cada canción. La música es muy amplia, no digo que haya que hacerlo todo en ritmo de hip hop hoy, pero lo que antes fue un bolero hoy se convierte en una bossa suave, por ejemplo. El caso es que se necesita una sonoridad más fresca.
Por ejemplo, el tema de “La Mazucamba”, que está en mi álbum, la gente piensa que es de Oscar de León y es de Orlando de la Rosa de los años 40. Efraín Chibás hizo unos arreglos donde hay mucha influencia de ritmos del Caribe y la gente da cintura con esa canción, y no hay chabacanería y al público le gusta.
Yaíma, te estás refiriendo a rescatar glorias de nuestra música y hacerlas más contemporáneas, pero ¿qué piensas de los compositores jóvenes de hoy, en Cuba?
Aún no me he encontrado con los autores más nuevos, quisiera que ellos me encontraran y me gustaría conocerlos porque sé que hay muchos y buenos. No soy famosa ni popular, pero me gustaría cantar lo que hacen los jóvenes también y quizás sacar del anonimato a algunos.
Si piensas en las grandes artistas que ha dado la música cubana, ¿al lado de quién te gustaría estar?
Junto a todas esas mujeres que defendieron su identidad, su música, que fueron auténticas.
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