ESTRENOS DE CINE: Anatomía del amor aparente
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A menudo la realidad de la vida supera a la ficción. En Anatomía del amor aparente (Estados Unidos, año 2014), película escrita y dirigida por Marina Rice, se mezcla el cine con la realidad hasta tal punto que las aristas de uno y otro se entremezclan irremediablemente, y diez minutos después de empezado el largometraje el espectador no puede ya discernir dónde empieza uno y termina el otro.
Soñé que había un caballo alado que soñaba que me pertenecía, decía el poeta -una de las pocas intertextualidades de la cinta-. Anatomía del amor aparente escoge por la siempre interesante táctica de combinar la realidad con la ficción; en otras palabras, hacer cine dentro de cine.
La película transcurre entre las vicisitudes de un set de filmación en el que se intenta filmar una película porno. Alejada de una estructura narrativa lineal, el filme maneja saltos de edición continuos, que hacen aún más dinámica la propuesta:
Zoe y Mal son dos actrices porno que se enamoraron mientras hacían una escena de sexo de cierta película. Ahora, tiempo después de que su relación ha caducado, deben volver a filmar la escena en la que sintieron la primera chispa de su amor. Pero ambas están heridas y despechadas; la atmósfera es bien tensa, y el solo hecho de pensar en la otra, hace que las dos zozobren emocionalmente.
Tamaña empresa tienen entonces la directora y asistente de producción de esta película porno, para lograr que estas dos actrices recreen con verosimilitud la escena de sexo que se necesita. La película entera transcurre, en coherente consecuencia, en un ambiente enrarecido, donde cada personaje se encuentra al borde de su desgaste psíquico.
Ya expuesto el tema, queda claro que Anatomía del amor aparente no tiene grandes expectativas como cinta, pero es quizás su sencillez y su simplicidad de ambiciones, -y por supuesto, la originalidad de su tema- sus mejores atributos.
¿Por qué hay que volver a rodar? ¿Por qué rompieron Mal y Zoe? ¿Qué pudo haber pasado entre ellas para que algo tan relativamente fácil de solucionar entre profesionales, genere tal conflicto? Todas esas preguntas son respondidas en los propios diálogos… al final de la película.
Marina Rice nos presenta una manera de filmar auténticamente femenina, donde se le da mucha preponderancia a cada emoción, y no se tiene miedo de desaprovechar las relaciones eróticas que la película pudo haber tenido, para sumergirse en circunloquios y reiteraciones de sentimientos. El centro de este filme son, ni siquiera las dos actrices, sino los motivos emocionales que las mueven.
Sus inquietudes, sus miedos, sus entregas incondicionales, el por qué de su llanto es visto tan a detalle, que pudiera incluso parecer que esto atenta contra la intensidad y concentración narrativas.
Pero no. Anatomía del amor aparente atrapa el interés del espectador. Sobre todo del cinéfilo, que va a la sala a ver una propuesta cinematográfica y no una clase del Kamasutra. Porque Marice Rice no está interesada en hacer una versión de La vida de Adele ni quiere aumentar el morbo o las ínfulas sexuales del erotismo masculino. No es una película erótica, aunque las actrices sean increíblemente bellas, y los desnudos desplieguen la máxima admiración, de tanto cuidado que implican con la luz, y los ángulos… Es una película que cuida la belleza, pero que no le hace culto, no sucumbe ante ella.
Anatomy of a Love Seen, como es su título en inglés, reproduce muy fielmente las locuras de lo que puede ser un set de filmación, y coquetea con ese límite que separa la realidad de la ficción. Juega con esa barrera sutil donde la ficción intenta reproducir la realidad, y la ficción… a veces la supera.
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