Dayron Robles no es un tramposo
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Han pasado menos de 48 horas de una de las carreras más comentadas en la historia de los campeonatos mundiales de atletismo: los 110 metros con vallas, pero todavía las discusiones polémicas sobre el incidente se extienden tanto a especialistas como a desconocedores del campo y pista, a quienes la televisión o Internet ha saturado con las imágenes de esa final.
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Lejos de la descalificación oficializada al campeón olímpico, Dayron Robles, tras una reclamación de la delegación china por obstrucción a su representante Liu Xiang, lo cierto es que lo sucedido en Daegu ha llevado a muchos medios de comunicación del planeta y a no pocos cibernautas a calificar al antillano como un tramposo.
Vayamos por parte e intentemos la mayor claridad sobre lo sucedido, sin apasionamientos o justificaciones. Existió un roce en las vallas nueve y diez entre el brazo derecho del cubano y el zurdo del asiático, no equivalentes a ningún "agarrón descarado" como escribiera un periodista español en el súper influyente diario El Pais.com.
Las técnicas de cada atleta para brincar en perfecta sincronización las vallas conllevan posturas de brazos y piernas muchas veces equivalentes a "estar nadando sobre el aire", debido a la amplitud de los movimientos que se realizan, sobre todo de los brazos, lo cual ha provocado decenas, cientos de codazos, golpes y roces accidentales entre vallistas, en toda la historia de este evento.
Lo anterior lo conocen de sobra Dayron, Liu, David Oliver y los ocho finalistas en Daegu, como también lo conocieron y vivieron muchas veces Allen Johnson, Anier García, Terrence Trammell, Colin Jackson, Roger Kingdom y Greg Foster, por solo citar algunos de los más grandes vallistas de todos los tiempos, a quienes nunca se les vio reclamar en finales mundiales ni olímpicas, en las cuales no faltaron esos contactos personales, incluso más fuertes que lo vivido este 29 de agosto.
¿Qué diferencias puede haber entre esas historias pasadas y recientes y la de la final mundial del 2011? ¿Por qué los entrenadores chinos reclamaron si su atleta estaba consciente del resultado al afirmar a la prensa minutos después de llegada a la meta: "Estoy de acuerdo con lo que ha sucedido hoy y este es un buen resultado para mí. Robles venía muy bien preparado y yo he hecho todo lo que podía. No tengo que lamentarme de nada"? ¿Existe o no una ley interna, un código no escrito, que apela a lo moral, a lo ético y a esa valentía del vallista cuando suceden esos incidentes sin intencionalidad?
A la comitiva china le asistían todos, todos los derechos para reclamar y pedir que fuera aplicada por el Juez de la pista la regla 163.2 por obstrucción a su corredor a partir del contacto real del cubano en los últimos obstáculos. Lo cuestionable es que hicieran uso de ese recurso cuando no existe todavía ningún vallista del orbe, ninguno, ni el de la más depurada y pulcra técnica, que no haya tenido alguna vez fricción con su rival de la otra carrilera y por supuesto, eso haya influido en una medalla. Es más, muchos han ganado coronas y subido a los podios de premiaciones luego de empujones, codazos y los llamados manotazos.
A Liu pareció olvidársele que en mítines atléticos por Europa, donde no hay videos en cámara lenta y desde todos los ángulos, ni tampoco hay premios metálicos tan cotizados como en un campeonato mundial, muchos entrenadores han reclamado iguales roces —incluso provocados por él—, pero el Jurado de Apelaciones nunca ha revertido el final de una carrera. Es decir, al legítimo reclamo chino debió ir asociado el pensamiento que prima entre los atletas, incluso más allá de las vallas, en todas las carreras de velocidad y fondo: "aquí todos tenemos techo de vidrio".
Quizás los mayores argumentos a lo anterior están en las declaraciones de conocedores y víctimas de estos roces:
"El resultado inicial no debió ser modificado. Eso pasa en cada carrera con vallas, me pasó en la semifinal ... qué mala suerte", dijo Oliver en su cuenta de twitter.
"He corrido muchas carreras de vallas y no existe¬ nada antirreglamentario en esa carrera, si¬ hubiera sido Roger Kingdon el que venía desde atrás le¬ hubiera roto el brazo al cubano, pero Liu Xiang es un¬ vallista de ritmo y no supo recomponerse o¬ sencillamente aguantar el roce. Si¬ quieren que entre los corredores no exista¬ competitividad y espectáculo que cada uno corra solo¬ como si fuera un test y que gane el que mejor marca¬ haga", acotó un ex atleta en el portal de yahoo.
"Es algo agridulce ganar el oro de esta manera. Por nada del mundo quieres que alguien tan talentoso como Robles sea descalificado", indicó el beneficiado Jason Richardson, que pasó de subtitular a campeón en dos horas y media.
El ánimo de estas líneas tampoco es apostar por los golpes y roces en carreras de vallas, de velocidad, medio fondo, etc —como sucede todos, todos los días—, sino defender la pertinencia de proceder a reclamaciones de este tipo cuando no hubo intencionalidad, pues nadie, nadie hasta ahora ha podido cuestionar el talento y las condiciones excepcionales de Dayron, por demás recordista del mundo (12.87), oro olímpico y universal bajo techo, lides en que ha derrotado a sus rivales con la misma técnica que algunos critican ahora, solo por el hecho de que un brazo haya encontrado casualmente el de su adversario en la carrilera seis en par de ocasiones.
Si Jamaica lloró a Usain Bolt por una descalificación justa hace unos días, Cuba también lo hizo por una similar con su estrella, pero en la que la interpretación humana no puede indicar nunca una trampa.
Dayron Robles está muy lejos de ser un tramposo como comienzan a insistir varios medios de prensa con intencionalidad maliciosa, pues entonces una buena parte de los atletas que se solidarizaron con él en estas 48 horas lo estarían siendo por "un roce de palabras ofensivas".
Prefiero entonces resumir este comentario. Dayron le ganó en Daegu el duelo a los hombres que más rápido han corrido los 110 metros con vallas en cualquier época, aunque el oro no descanse hoy en su vitrina y Liu Xiang sepa que esa reclamación no era propia ni correspondía a un vallista de su estirpe.
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