Telenovela Dos caras: Brasil se cuenta con glamour
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El niño Juvenaldo es vendido por su padre a un estafador que lo entrena en las malas artes del robo y el engaño. Años después, el joven ―que ahora se hace llamar Adalberto Rangel― se ve involucrado en un accidente en el que muere un matrimonio rico.
Dispuesto a sacarle provecho a la situación, Adalberto se presenta ante María Paula, la hija de la pareja fallecida. Valiéndose de la tristeza de la joven, seduce a esta con engaños y logra casarse con ella. Entonces huye con la fortuna de la huérfana. Se somete a una cirugía plástica. Así, con otro rostro y un gran patrimonio, comienza una nueva vida.
Por su parte, María Paula, decepcionada, se muda para Sao Paulo. Se convierte en una mujer fuerte, con sed de venganza. Diez años después, en Rio de Janeiro, la vida le dará la oportunidad de cobrar las viejas cuentas cuando se reencuentra con Adalberto, ahora convertido en el poderoso empresario Marconi Ferrazo. Ambos se enfrentarán en una batalla que involucrará a varios personajes, entre ellos a Silvia, la bella y desequilibrada novia de Ferrazo, y a Renato, el hijo de María Paula y Ferrazo, algo que este desconocía y que utilizará a su favor para evitar que su enemiga lo mande a la cárcel.
Este es el aparatoso eje dramático que inicia a Dos caras (Duas Caras, Globo, 2007), telenovela brasileña escrita por Aguinaldo Silva y dirigida por Wolf Maia. Significó la vuelta a la tele dramaturgia del popular Silva luego de que en el 2005 divirtiera al país con la gustada Señora del destino.
Entre ambas novelas el autor desarrolló enlaces coincidentes: aborda la migración de los campesinos del nordeste brasileño a la grandes ciudades; celebra a la cultura popular y muestra el choque de las tradiciones agrarias con el universo urbano. En la telenovela regresan las tensiones entre las comunidades populares y las grandes empresas capitalistas, la especulación inmobiliaria.
En Dos caras se representan los dobles raseros de los poderosos, los conflictos de raza, las diferencias sexuales, la drogadicción, el tráfico de menores, la "favelización", el alcoholismo, el fanatismo religioso; también la importancia de la cultura y de la educación. Y, por supuesto, no falta el conflicto más socorrido en las telenovelas: los amores entre personas de diferentes clases sociales.
Es común que las creaciones de Silva se conviertan en espacios simbólicos en los que se discuten los grandes asuntos de su país, que son, con mucho, los grandes temas de nuestro continente. A Silva le interesa resaltar la cultura de las clases populares, sus aspiraciones, sus tragedias, también sus zonas oscuras y, sobre todo, su espíritu de lucha.
El escritor reconstruye la realidad en un imaginativo universo en el que el melodrama y la tragicomedia, de la mano de los recursos del folletín, orquestan un espectáculo atractivo y de gran arraigo. Eso lo demuestra su trabajo en obras tan importantes como Roque Santeiro y Vale todo, también en la mágica Te odio, mi amor, y en una de sus más recientes y populares creaciones, Fina estampa, que quizás algún día veremos por acá.
Dos caras es una telenovela de Aguinaldo Silva por los cuatro costados. A todo lo mencionado se suma su pericia para crear situaciones emocionantes, momentos simpáticos, personajes de calado popular. No faltó el imprescindible glamour que tanto agradecen los televidentes y que es consustancial a este tipo de representación televisiva.
En todo momento la novela aclara sus presupuestos. Estamos ante una recreación embellecida de la realidad. No hay pretensión documental fiel. Es una ficción ligera, para entretener, para divertir, y por supuesto, para vender. Pero no por ello los autores dejan de cumplir con ciertos compromisos con su tiempo: no descuidan la reflexión crítica, la denuncia ocasional; nunca es superficial el acercamiento a los conflictos humanos como sí suele ocurrir en otras industrias de telenovelas del continente. Esta conciencia es una de las razones por las que Globo ha logrado productos tan definidos en sus estándares ideológicos y estéticos.
Durante su exhibición, la telenovela llamó la atención por su abordaje de ambiguos conflictos humanos, de las confusiones de las almas. No hay buenos-buenos, ni malos-malos, sino seres complejos atrapados en sus circunstancias.
Como novela estelar de su canal productor, Dos caras cuenta con un elenco todos estrellas. El actor Dalton Vigh (Rosetti en Siete mujeres) interpreta a Marconi Ferrazo (Juvenaldo/Adalberto Rangel) un personaje romántico lleno de zonas oscuras, un clásico antihéroe que se debate entre el amor y lo perverso, en su camino hacia la redención, heredero de la auténtica tradición folletinesca. A su lado, Marjorie Estiano asume su primer protagónico como María Paula, un rol polémico que por su desarrollo provocó diferentes posturas en la crítica de su país.
Silvia, fue interpretada por la bellísima Alinne Moraes a quien recordamos como Clara, una de las jóvenes homosexuales de Mujeres apasionadas. Alinne asumió aquí a su primera villana y se convirtió en uno de los elementos más espectaculares de la novela. Su personaje, una muchacha rica y perturbada, poco a poco se fue convirtiendo en la gran antagonista de la historia. Su corte de cabellos y su vestuario suntuoso, la convirtieron en uno de los personajes más glamorosos de su momento.
Otro conocido es Antonio Fagundes (el Iván de Vale Todo) que interpreta a uno de los coprotagonistas de esta novela: Juvenal Antena, el líder de la favela de la Portelinha, una comunidad integrada fundamentalmente por trabajadores, libre de drogas y violencia. Por ello, Juvenal es admirado por su gente; muchos le deben favores y le están agradecidos. El hombre se enfrentará directamente a los intereses de Marconi Ferrazo.
Desde Señora del destino llega el par antagónico interpretado por Susana Vieira y Renata Sorrah, las recordadas María Do Carmo y María de Nazaré. En Dos caras las actrices interpretan a Blanca y Celia Mara, dos mujeres que viven peleando luego de haber compartido un mismo hombre durante años. Coincidirán en los predios de la universidad Pessoa de Moraes, y esta se convertirá en el principal campo de batalla de las contrincantes. José Wilker, el recordado protagonista de Roque Santeiro, el Giovanni Improtta de Señora del destino, interpreta aquí a Francisco Macieira, un profesor que se verá atrapado en el fuego cruzado entre Blanca y Celia Mara.
Lázaro Ramos (Andrés Gurgel en Insensato corazón) encarna a Evilasio, un joven cuya simpatía y habilidad con las palabras lo convierten en un líder natural. Ayuda a su padrino moral, Juvenal Antena, a mantener el orden en la comunidad. Notoria es su historia de amor con Julia, joven blanca interpretada por Débora Falabella (la Nina de Avenida Brasil). Los amantes tienen que enfrentarse a prejuicios de clase y raciales, sobre todo los del padre de Julia, el Dr. Paulo de Q. Barreto (Stênio Garcia), un hábil abogado que trabaja para Ferrazo, cómplice en sus desmanes.
Otro personaje controvertido es el interpretado por Flávia Alessandra (Livia en Mi buen querer, telenovela transmitida en Cuba solo por el Canal Habana). La actriz presta su belleza a Alzira, una madre joven que trabaja supuestamente como enfermera pero cuya verdadera profesión es como bailarina de streap-tease en un prostíbulo.
Actúan además Letícia Spiller (la Flavia de Esplendor), Marcos Winter (José Diego de Felicidad), Vanessa Giácomo (Zuca, en Cabocla) Caco Ciocler (el Miguel de Chocolate con pimienta), Eriberto Leão (Pedro en Insensato corazón). El elenco se realza con nombres como los de Betty Faria y Marília Pera. La primera interpreta a Bárbara, una ex prostituta, ahora ama de llaves y amiga de Ferrazo. La segunda trae a Gioconda de Queiroz Barreto, esposa del abogado Barreto, madre de Julia y de Barretinho, playboy interpretado por el joven Dudu Azevedo. Gioconda fue para muchos el personaje más popular de la serie.
Dos caras fue la primera telenovela brasileña grabada completamente en Alta Definición. El set escenográfico que representaba a la favela de la Portelinha causó admiración. Para ello se reprodujeron fielmente en los estudios de la Globo trechos enteros de una favela real. La ciudad escenográfica estaba compuesta por ocho calles en las que fueron construidas ciento veinte casas, una iglesia, una escuela de samba, y treinta establecimientos comerciales. En las vistas generales de la comunidad se insertaba digitalmente esta construcción ficticia en una toma de la favela real.
A juzgar por la reacción brasileña, Dos caras debe gustar en Cuba... Aunque con certeza eso no se sabrá hasta que se transmita.
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