Del amor y otros matrimonios

Del amor y otros matrimonios
Fecha de publicación: 
13 Febrero 2015
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La gente se está casando más en Cuba. Según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), en 2013 hubo 61 449 matrimonios en el país, una cifra que supera en más de cinco mil a los del 2012.

Dicen los que han vivido más que yo, que el asunto del matrimonio ha sufrido altibajos en función de las condiciones económicas del país y de las transformaciones sociales, que han introducido nuevas dimensiones morales en el terreno de la sexualidad y las relaciones de pareja.

Sin embargo, más allá de las cifras, ¿cuáles son las razones que nos llevan ante el notario? ¿Realmente vale la pena casarse o es el matrimonio una institución «pasada de moda»? ¿Después de un «fracaso» tiene sentido volver a firmar? ¿Es una simple cursilería casarse por amor? Cubasí conversó con una decena de cubanos y cubanas sobre sus motivos personales…

Del amor…

Algunos coincidieron en el amor como el móvil fundamental del matrimonio, aun cuando no se desdeñen otras motivaciones, todas pasan por la intención de compartir la vida.

Gabriela, guía de turismo, está lista para casarse por segunda vez: «La mujer piensa diferente al hombre, la mujer es más sensible, se guía más por los sentimientos; quizás al hombre que ya se casó una vez no le interesa volver a hacerlo, pero una piensa diferente, una no siente lo mismo por la pareja que cuando se casó por primera vez, es diferente lo que siento por este muchacho ahora, tal vez porque somos más maduros y tengo deseos de casarme con él, de comprometerme con él, aunque ya yo me siento casada con él porque estoy enamorada, pero es una manera de demostrar el compromiso que estoy dispuesta a asumir con él…»

Similares motivaciones tiene la jovencita Lucy, maestra, divorciada, madre de una niña de su anterior esposo: «Él nunca se ha casado y por qué no, también quiere tener esa sensación, aunque no sea una gran boda, porque los hombres son diferentes a las mujeres, no piensan tal vez en el traje, en las flores, pero sí en firmar y tener una cena familiar y pasar una luna de miel… él tiene esa ilusión de vivir todo eso y de hacerlo conmigo como una expresión de todo lo que siente por mí, lo que sentimos uno por el otro».

Para Alberto, taxista, la cosa es muy simple; con 49 años se califica a sí mismo como un «enamorado empedernido» y por esa causa, un «casado reincidente»: «Yo he tenido tres bodas y todas han sido por amor, siempre con fiesta, con traje, y con la pareja que tengo ahora no me vuelvo a casar porque ella no quiere, pero yo lo haría otra vez, y para mí tendría todo el sentido del mundo porque sería como hacer público el amor que siento por ella».

A Michel, ingeniero eléctrico de 39 años, lo impulsó una razón muy tierna: «Mi mujer quedó embarazada, llevábamos varios años viviendo juntos y pensábamos casarnos en algún momento, pero alguien me dijo que si el bebé nacía con los padres casados era mejor, que si no, tenía que ir al registro a reconocer la paternidad, y yo dije: oye, vamos a casarnos antes de que te empiece a crecer la barriga para que te sirva el traje, porque no nos vamos a quedar con las ganas y yo no voy a ir a decirle a nadie que mi hijo es mío».

«Yo soy cristiana, toda mi familia lo es, y para nosotros el matrimonio es un sacramento tan importante como el bautismo o la comunión, así que le pedí a mi esposo tener la ceremonia religiosa; incluso como él no estaba bautizado, pasó el catecismo para poder casarse conmigo por la iglesia, porque sabía lo importante que era para mí, así que si me preguntan por qué nos casamos, yo diría sin dudas que por amor», explica Annia, quien a los 34 años tiene ocho de casada y dos niños.

Otros matrimonios…

Sin embargo, no solo el amor da al traste con el matrimonio, también la familia, la propiedad privada y otros demonios pequeños y grandes…

Lien estudió Arquitectura y mucho antes de graduarse ya había vivido un divorcio: «Me casé cuando estaba en la Universidad, en realidad lo que nos interesaba era ir a dos hoteles, porque en esa época le daban derecho a una reservación para luna de miel a todo el que se casaba y por la FEU también te daban otra, pero bueno, ya que íbamos a firmar, hicimos una fiesta que, por supuesto, pagaron nuestros padres, y como al año y medio ya estábamos divorciados».

En su medio siglo de vida, Kiki vivió la experiencia del matrimonio dos veces: «La primera vez me casé normal, ilusionado, enamoradito, con la novia de una pila de años, ya yo había cogido fiado y en esa época eso era un problema, así que le propuse casarnos, pero la segunda fue porque la mujer con la que estaba era maceta, tenía mucho dinero y me dijo: “vamos a casarnos para hacer una fiesta y nos vamos para un hotel”, y yo le dije “claro, mami”, nos casamos, ya como al año estábamos divorciados y no me caso más, que firmar un papel es por gusto».

La historia de Dianelys, una peluquera de 21 años, es esta: «A los quince años me embaracé y mis padres nos obligaron a casarnos, mi novio era cinco años mayor que yo; al poco tiempo me dejó por otra, y a los diecisiete tenía una niña, estaba divorciada y no sabía nada de la vida».

Una de mis entrevistadas fue muy franca, aunque me pidió omitir su nombre y voy a respetarla, pero aquí va su experiencia: «Llevo con mi marido veinte años de relación, sin embargo, no me he casado nunca con él, con quien me casé por papeles fue con un amigo nuestro que es ciudadano español para poder viajar y conseguir la residencia, imagínate, la vida no es color de rosa y al final un papel no representa nada».

Otro que pidió anonimato es este joven de 28 años, licenciado en Cultura Física, que lleva dos años de matrimonio con una turista alemana que conoció en Varadero: «Me casé como no hubiera podido hacerlo con ninguna jovencita cubana, y dentro de poco me voy para allá con mi blanca, que al final no es una vieja como las que han sacado a muchos amigos míos; si te digo que estoy enamorado es mentira, pero bueno, uno tiene que estar en la lucha, qué voy a hacer».

Así, son disímiles las motivaciones, los intereses, los impulsos que mueven a las personas a casarse. Para que el mundo sea mundo… ya se sabe, tiene que haber de todo, y sí, es cierto que la economía, la decadencia de ciertos prejuicios, el empoderamiento de la mujer, la crisis de valores y hasta la moda, han influenciado positiva o negativamente las percepciones sobre el matrimonio.

La especialista en Derecho Notarial Patricia Fuentes enumeró un grupo de elementos que conservan la validez y la importancia de esta institución para la sociedad: «la presunción de paternidad para los hijos habidos en el matrimonio, la adquisición de los derechos patrimoniales, por ejemplo, el régimen económico del matrimonio establece que todo lo que se compre con el salario de cualquiera de los dos contrayentes es un bien común, la vivienda adquirida en el matrimonio es común y los derechos hereditarios en caso de que uno de los dos fallezca.

«Pero con el matrimonio se establecen las relaciones conyugales tanto en el orden patrimonial como en el orden personal, y en este último hay artículos que se deben observar, como son vivir juntos, respetarse, cuidarse, respetarse los oficios o la profesión de cada quien, cuidar los hijos, aun cuando no sean habidos en ese matrimonio, ayudar a satisfacer las necesidades de la familia…»

Hay países, como España, que se han visto forzados a legislar contra los matrimonios de conveniencia; en Cuba no existen tales restricciones legales y las características de la sociedad hacen que el divorcio sea un trámite muy sencillo, de modo que las respuestas a las preguntas del inicio resultan absolutamente personales y diversas, tanto, que también encuentra espacio en el debate Isidro, un anciano soltero, que no solitario: «nunca me casé porque es perfectamente posible el amor sin matrimonio, pero el matrimonio sin amor carece de sentido». Yo estoy de acuerdo con Isidro, ¿qué dice usted?

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