Cuba: Sexo y envejecimiento poblacional
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Dalia, mi vecina de los altos, ya pica los 70 años y vive completamente sola. Cuando le propongo la idea de un nuevo compañero, me responde entre risas: “qué va, mijita, yo no quiero saber nada de hombres y menos a esta edad, que lo único que traen a la casa son achaques y problemas”.
Ella no se cree santa ni nada parecido. Cuenta que ya sobrevivió a dos esposos a los que amó profundamente. Tiene un hijo de 45 años que la visita con frecuencia y aunque no tiene nietos, asegura sentirse muy bien así, libre para disfrutar de su vejez y su tiempo como ella disponga. “Hay que aprovechar porque nadie sabe el tiempo que nos queda, a mi edad ya estamos prestados aquí”, confiesa.
Al preguntarle sobre el sexo, me asegura que su mente y corazón cerraron para siempre el capítulo del amor, y que quizás por eso ya no experimenta deseos sexuales, pero advierte que tiene amigas activas y felices. “En mi caso, me aferro a los recuerdos de los bellos momentos y de mis travesuras también”, asegura.
Sin embargo, otra realidad bien distinta a la de Dalia vive Esperanza, una mujer de 64 años de edad (madre, abuela y jubilada), quien intenta rehacer su vida con Guillermo, un señor que conoció hace unos meses, pero su hija se resiste a la idea, al considerar la unión entre ancianos una ridiculez. “Parece mentira, mami, que a tu edad aún estés pensando en eso (sexo) y que ya te hayas olvidado de mi papá, que no tiene ni cinco años de muerto”, le reclama su hija Lucía, ingeniera industrial y madre de una pequeña de tres años.
Pero, la hija de Esperanza no considera ridículo que su madre lleve sobre sus espaldas todas las tareas domésticas y hasta el cuidado de su nieta. Para cuando ella y su esposo regresan del trabajo cerca de las siete de la noche, la niña ya está bañada y comida, y en la casa no queda nada por hacer.
Actitudes similares a las de Lucía se dan con frecuencia en Cuba, donde desgraciadamente se considera a la población adulta mayor (de 60 años y más) como ancianos sin otra aspiración que ocuparse de los nietos, los mandados y la casa, como si los sentimientos y los sueños se extinguieran llegada la tercera edad.
Ejemplos como este nos retrata también la novela cubana La otra esquina, que transmite en estos momentos la televisión cubana, donde los nietos de Ignacio (Enrique Molina), en actitud egoísta, también consideran absurda la felicidad que experimenta su abuelo con la vecina de enfrente o la "vieja esa" como suelen llamarla.
¿Viejos verdes?
La sexualidad humana es entendida como el resultado de la interacción cognitiva entre el individuo y su medio personal, familiar y social; es una parte importante y siempre posible entre el hombre y la mujer, que en la vejez debe continuar siendo una fuente de placer y no de frustración.
El estudio sobre envejecimiento poblacional a partir del censo 2012 arrojó que Cuba tiene más de dos millones de adultos mayores, y se espera un incremento de tres millones y medio para el 2030, con grandes probabilidades de ser el país más envejecido de América. Se prevé además que el grupo de mayor crecimiento corresponda a las personas mayores de 75 años, por lo que se impone también un análisis sobre la sexualidad del adulto mayor en nuestra sociedad.
Estamos claros que como país se deben tomar acciones urgentes y a largo plazo para facilitar la calidad de vida de este grupo etario, que para el 2045, gracias al desarrollo de la sociedad y en particular de la medicina, elevará su esperanza de vida a 84 años. Pero además de la garantía de una seguridad social que los proteja, ¿está la familia cubana preparada para brindar el respeto y comprensión que se merecen aquellos que nos educaron? ¿Estamos preparados para el cambio de actitudes hacia una sociedad más permisiva, con nuevos problemas derivados del progresivo crecimiento de la población anciana?
Creo que no, sencillamente porque aún, en pleno siglo XXI, muchos catalogan a las personas que encuentran el amor en la tercera (60-75) - cuarta edad (75 y más) o con apetencias sexuales, como viejos verdes (perversos), porque erróneamente se tiende a asociar la sexualidad con la belleza y la juventud. Así lo demuestra la investigación sobre la sexualidad en la vejez realizada por la psicóloga cubana Carmen Loreto Fernández.
También son comunes otras falsas creencias relacionadas con la sexualidad en esta etapa como: los viejos no tienen capacidad fisiológica que les permita tener conductas sexuales, a los viejos no les interesa el sexo, es de mal gusto que los viejos manifiesten intereses sexuales, las desviaciones sexuales son más frecuentes en la tercera edad y la actividad sexual es perjudicial para la salud, esencialmente en la vejez.
Sin embargo, para los geriatras, los cambios normales fisiológicos que acontecen en la vejez a nivel genital no son un handicap para la actividad sexual, sino todo lo contario. Estos expertos aconsejan que el mejor tratamiento para estos cambios es continuar haciendo uso del sexo. Aseguran también que no hay edad límite para ello, y consideran la práctica del sexo sana y muy recomendable en lo que se conoce como tercera y cuarta edad.
Si bien es cierto que en una gran parte de los estudios epidemiológicos a escala mundial se demuestra que la frecuencia de las relaciones sexuales disminuye con la edad, e incluso es mayor en las mujeres que en los hombres, el abordaje de estas investigaciones falla al valorar la sexualidad en la vejez de forma cuantitativa (frecuencia de las relaciones completas, número de orgasmos), sin considerar los aspectos cualitativos, que son los más sensibles e importantes en esta edad.
El investigador estadounidense F. Kaiser, en su libro Sexuality in the elderly, E.U. Urology Clinical, North America, hace alusión a un estudio que comprueba que muchos adultos mayores se mantienen activos sexualmente, y que las actividades más frecuentes son las caricias, abrazos y el coito. Estos mismos trabajos observaron una mayor actividad sexual en las mujeres mayores que habían tenido un mayor nivel de actividad sexual en la juventud. También muestran la existencia de un alto porcentaje de ancianos (74% hombres, 42% mujeres) que practicaban la masturbación.
Un estudio realizado en Cuba en el año 2004 por Cibeles Lorenzo Viego resume los principales elementos que influyen en la sexualidad del adulto mayor, dentro de los que se encuentra la pareja, el deterioro de la relación matrimonial, la salud, el sexo, la privacidad para las relaciones (muchos ceden su cuarto o espacio íntimo a parejas más jóvenes de la familia), así como sus propios tabúes o prejuicios sociales sobre la sexualidad.
Los resultados de este sondeo muestran que algunos ancianos tienen poca privacidad para mantener relaciones, ya que muchos conviven en instituciones estatales (llamadas asilos) o son parte de una numerosa familia. Sin embargo, consideran que las relaciones sexuales son agradables, y un dato que resalta es la deficiente información y educación que reciben sobre el sexo.
No obstante, el sexólogo Oscar Díaz Noriega, en su trabajo de investigación publicado en el 2005 sobre La sexualidad en Cuba después de los 60 años, explica que desde el año 1994 la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (SOCUMES) creó una sección dedicada a la sexualidad en esta edad.
Asegura el especialista del Grupo Nacional de Sexología del Ministerio de Salud Pública, que las investigaciones realizadas en nuestro país demuestran que un elevado por ciento de nuestros ancianos y ancianas se mantienen sexualmente activos hasta edades muy avanzadas de la vida, pero nuestro sistema de salud aún necesita mejorar sus servicios para garantizar salud sexual.
Noriega considera que en Cuba, a pesar de que existe un programa estructurado de educación sexual, que ha logrado cambiar algunas actitudes y conductas en relación a la sexualidad de mujeres y hombres, todavía queda mucho por avanzar. En la actualidad son muy pocos adultos mayores los que se benefician de estos programas, en ocasiones por resistencia y en otras, por la falta de promoción y promotores; aunque aclara que se han aprovechado también otras variantes que resultan muy oportunas para el trabajo de educación sexual en personas mayores de 60 años, como es la intervención en las Universidades de la Tercera Edad.
De acuerdo con estas investigaciones y sin obviar nuestro complicado contexto social-económico, debemos comprender que nuestros padres, abuelos, al llegar a una edad avanzada, siguen necesitando del sexo. Está comprobado que es sumamente favorable para su autoestima y bienestar físico-psíquico.
Calificar la actividad sexual en la vejez de indecente, absurda, ridícula, antinatural o aberrante, es cuando menos anticientífico y discriminatorio. La vejez y el sexo no son inversamente proporcionales. Es solo otra etapa de la vida, donde la belleza se convierte en cualidad interior y experiencia.
La decisión de mantener relaciones sexuales es solo derecho del adulto mayor: así como mi vecina Dalia es feliz con sus recuerdos, Esperanza, una viuda de 64 años, también tiene todo el derecho de recomenzar su vida sentimental con una nueva pareja. Su familia, lejos de recriminarla, debe apoyarla, porque no existen motivos para creer que con la edad desaparece el interés por el amor y el sexo.
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