Historias forenses
especiales
“Temía pincharme al suturar. Recuerdo mi torpeza al manipular el cadáver, el olor a carne chamuscada, el escalofrío que sentí al tocar los tejidos quemados. Era la primera vez que diseccionaba un cuerpo. Y este era un cuerpo totalmente carbonizado”.
No olvida su primer cadáver, ni esos casos que “uno nunca quisiera ver”, pero no le incomoda su profesión. En ella no hay nada lúgubre, ni gusto por la morbosidad. Es una mujer con una familia, dos niños pequeños, una vida común. Con la diferencia de que trabaja con la muerte. Ana María Crespo es médico legista.
Tabúes sobre una profesión
No los piensan como médicos. Existe el precepto de que pierden sensibilidad por el contacto con los crímenes. Son vistos como personas frías, indolentes, capaces de contemplar mutilaciones, asesinatos sin que los afecte. No es así.
Para Ana María no es agradable que la mayoría de las personas los perciban como “pica muertos”.
“Nos asocian con una profesión sucia, escabrosa. Es como si no fuéramos doctores, pero es una especialidad tan válida como cualquier otra. Hay muchos médicos que solo han visto el páncreas en un atlas. A mí la medicina legal me permite ver los órganos, palparlos, observar cómo los afecta o deteriora cada enfermedad. Todavía escucho opiniones como ¿a ti te gusta eso? Y sí, me gusta”.
La doctora Yehilyn Iglesias, aún estudia la especialidad. En solo 10 meses ya ha sentido el rechazo de otros hacia su profesión. La repulsión, a veces.
“Lo más sorprendente es que la apatía no solo viene de personas ajenas al sector, quienes pueden ser justificados por el desconocimiento. Los mismos doctores impugnan la medicina legal. Incluso profesores que me enseñaron a amar mi carrera durante la universidad desaprobaron mi decisión.
“Un médico cercano a mí, en medio de reproches y muecas de asco, me dijo: seis años estudiando para terminar así. Para eso no hace falta estudiar medicina.
“El esquema que todos tienen del médico es la persona que prevé, sana; pero el perfil del legista no es asistencial. Nuestro trabajo no es tratar ni curar enfermos. De ahí las incomprensiones. Los mismos doctores cuando escuchan médico legista dicen ¿esa cosa sucia?
“Nosotros también ayudamos a familias que necesitan respuestas, a víctimas que merecen que quienes los dañaron sean castigados. Unos meses atrás atendimos a una niña de 13 años violada de una manera sumamente violenta. Con la recopilación de evidencias en unas pocas horas el culpable fue detenido. Entonces ¿no es nuestra profesión útil, valedera? ¿Por qué el menosprecio?”
¿Invulnerables a la violencia?
“Tengo dos niños pequeños. El mayor con solo seis años dibuja tumbas y esqueletos. Habla sobre la muerte con mucha curiosidad. En cuanto llego del trabajo me pregunta: ¿Cuántos cadáveres hiciste hoy? El roce permanente con la muerte también puede afectar a nuestras familias sino delimitamos bien la frontera de información entre hogar y trabajo” cuenta Ana María
Como mismo el contacto con la violencia puede dañar a la familia de estos profesionales, su oficio también hace que contemplen lo circundante de manera diferente a la mayoría, con sigilo, preocupación, miedo, casi.
Omar López, psicólogo forense comparte el criterio de que observar los crímenes hace que estés siempre alerta. Aunque Cuba puede considerarse uno de los países más seguros del mundo, “cuando salgo por las noches estoy todo el tiempo pendiente de quienes me rodean. No dejo de mirar por encima de los hombros.
“Aunque esta profesión te alerte, te lleve al sigilo o la sospecha constante es gratificante ayudar a quienes han sido victimizados. Hay personas que por el crimen cometido y sobre todo por la frialdad con la que hablan de él, no tienen nada que hacer en la sociedad, que no pueden estar insertadas en ella. ”
¿Solo se trabaja con la muerte?
Otro estereotipo es que solo laboran con el cadáver. Tratan las muertes violentas, es cierto. Desarrollan una investigación amplia para proporcionar evidencias que lleven hasta el culpable. Pero no es el cadáver lo que más ven. Medicina legal tiene en su campo de trabajo más acciones en las personas vivas que en las muertas.
La doctora Aisa Serrano Gómez, jeja del servicio provincial en Pinar del Río, explica que ellos se involucran en procesos penales, civiles, también en lo administrativo- laboral. Esta especialidad tiene tanta relación con el derecho como con la propia medicina.
“Tenemos que ver con conflictos de filiación, adjudicaciones de paternidad, determinación de edad de las personas, subsanación de algún error que se cometiera en el momento de inscripción. También nos apoyamos mucho en la psiquiatría para determinar si una persona puede tener una responsabilidad penal o no. Esta profesión es más amplia que el molde en el que se nos encasilla”.
El paciente que nadie quiere, que nadie olvida
Tenía una bata de guinga roja y unas motonetas. Ese mismo día cumplía dos años. La imagen de aquella criatura en la camilla venía a su mente cada vez que cerraba los ojos. Cambiaba los rostros y pensaba que podía ser Diana, su niña.
“Nadie puede mantenerse distante cuando las víctimas son niños. Eso siempre conmueve hasta la última célula. Y cuando eres madre, el dolor es mayor porque inconscientemente comparamos con nuestra vida. Amo mi profesión pero hay cosas que nunca estaré preparada para ver”.
A la doctora Ivian le dolía la muerte de aquella bebé, fallecida por un incidente doméstico. Pero es aún más difícil cuando la muerte no es accidental, cuando alguien la provocó.
“Somos seres humanos y sentimos como tal. Los victimarios pueden provocarnos ira, rabia, deseos de aplicar justicia por nuestra cuenta. Hay hechos que te resultan tan monstruosos que puedes llegar a implicarte emocionalmente y decir: no puedo estar en este caso.
“La legislación establece un recurso que nos permite apartarnos si nos afecta en lo personal. Tratamos de ser objetivos y no ocurre con frecuencia, pero yo misma tuve que apelar una vez a este recurso, cuenta la doctora Aisa.
“Es cierto que es una profesión compleja. Podemos estar de guardia, ser requeridos para un caso y regresar dos días después por la magnitud del hecho o la lejanía. Nuestras familias han tenido que aprender a entenderlo. Es cierto que manipular crímenes nos hace replantearnos muchas cosas; pero pese a las creencias populares puedo asegurar que trabajar con la muerte nos hace más sensibles, más humanos”.
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