La columna deportiva: Mundiales y Olimpiadas, ¿sin estrellas de la NBA?
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Las imágenes del accidente de George fueron estremecedoras. La estrella de los Pacers de Indiana trató de bloquear un tiro, pero perdió el control de su cuerpo y cayó tan mal que se fracturó la tibia y el peroné de su pierna derecha.
George pasó por el quirófano al día siguiente y su recuperación será tan lenta que no podrá jugar la próxima temporada de la NBA. Su contrato con los Pacers es de 90,5 millones de dólares y se extiende hasta 2019.
Lesiones como esta pueden suceder “en cualquier lugar, en cualquier momento”, aseguró el presidente de los Pacers, Larry Bird, y sin dudas tiene razón este formidable ex jugador, protagonista de los éxitos de los Boston Celtics, en la década de los ochenta, cuando sostenía fortísimos duelos con Magic Johnson, de los Lakers; pero otros directivos de la NBA aprovecharon el accidente para criticar nuevamente el acuerdo entre la NBA y la Federación internacional de baloncesto (FIBA), que permite la inserción de estrellas profesionales en las competiciones internacionales más importantes, es decir, el Campeonato mundial y los Juegos Olímpicos.
El polémico propietario de los Dallas Mavericks, Mark Cuban, parece ser el más acérrimo opositor de ese acuerdo. “Los jugadores de diferentes deportes son los suficientemente inteligentes para no jugar con sus selecciones cuando son agentes libres. Son los equipos lo que asumen grandes riesgos económicos, mientras los miembros del Comité Olímpico Internacional (COI) se llenan sus bolsillos. El truco más grande de la historia ha sido el Comité Olímpico Internacional convenciendo al mundo de que los Juegos Olímpicos tratan de patriotismo, en vez de dinero. Los propietarios y los jugadores deberíamos ir de la mano y crear nuestra propia Copa del Mundo”, insistió Cuban en declaraciones a ESPN. Cualquier parecido con la posición de la MLB sobre el béisbol internacional no es pura coincidencia.
Dentro del acuerdo entre NBA y FIBA existe la cláusula “limitaciones y otros requerimientos sobre la participación de jugadores NBA con sus selecciones nacionales” que permite a las franquicias impedir la cesión de los baloncestistas, cuando su estado físico no sea el más apropiado. Esta cláusula fue la que utilizaron los Spurs para vetar la presencia de Manu Ginóbili en el Mundial de España.
Después de conquistar su cuarto anillo con los Spurs, al superar a los Miami Heat en el playoff final de la temporada 2013-2014, un chequeo médico mostró que Ginóbili, de 37 años, sufría una microfractura por estrés en el peroné derecho. El argentino recibió diversos tratamientos médicos que le hubieran permitido jugar con su país el certamen que marcaría su despedida definitiva del equipo nacional; sin embargo, los ejecutivos no cedieron esta vez y Manu, probablemente a regañadientes, terminó por aceptar la determinación.
Resulta evidente que la NBA y otras organizaciones—desde la MLB hasta la FIFA—no entienden el compromiso de los atletas con sus países. La presencia de los mejores jugadores en Mundiales y Olimpiadas representa para los ejecutivos “un riesgo” que puede poner en peligro la “inversión” que ellos han hecho en ese deportista.
El muy lamentable accidente de George probablemente habría recibido menos críticas si hubiera ocurrido en el playoff de los Pacers contra el Heat; mientras, el veterano entrenador Greg Pópovich no hubiera dudado ni un segundo en colocar sobre la cancha a Ginóbili si su condición física, como sucede ahora, fuera aceptable.
A partir de los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1992, se estableció una relación más cercana entre la NBA y la FIBA. Las principales estrellas del baloncesto jugaron en las citas estivales de 1996, 2004, 2008 y 2012; también estuvieron en los Mundiales; pero ese escenario podría cambiar en un futuro no tan lejano.
En 2012, el anterior Comisionado de la NBA, David Stern, sugirió la posibilidad de llevar a los Mundiales solo a jugadores menores de 23 años, como hace la FIFA con las Olimpiadas y otros certámenes regionales; aunque también están las posturas más radicales, como la defendida por Cuban y otros propietarios, que prefieren impedir cualquier cesión de sus jugadores e incluso abogan por crear su “propio” Mundial, al peor estilo del Clásico Mundial de béisbol. Es decir, un torneo controlado totalmente por la NBA.
A todos estos problemas con el baloncesto internacional se suma el desinterés de no pocos jugadores por representar a su país en los diferentes torneos. Por ejemplo, la selección estadounidense, en el venidero Mundial, no contará con varias estrellas, desde LeBron James hasta Kevin Durant. Ellos, sencillamente, prefieren descansar en el verano, antes que exponerse a más minutos de juego en un campeonato que se celebra ¡cada cuatro años! No es una situación novedosa, ni tampoco exclusiva del baloncesto—basta con analizar lo que sucede con el Clásico Mundial de béisbol—; pero igual de preocupante.
La lesión de George dejó a Estados Unidos sin uno de sus principales anotadores, al Mundial sin una de sus figuras más promocionadas, a los Pacers sin su gran estrella y a los amantes del deporte de las canastas sin uno de los atletas más espectaculares en la actualidad; pero, sobre toda las cosas, esa horrible caída podría redefinir la manera en que se organiza el baloncesto internacional. Los ejecutivos y propietarios de las franquicias de la NBA se encargarán de eso.
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