Alistando la canastilla del 2012: ¿Qué esperan los cubanos del nuevo año?
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Fotos: Armando Santana
Cuando solo faltan horas para escuchar el primer llanto del recién nacido 2012, Cubasí salió a las calles de La Habana para ponerle el termómetro a la opinión popular sobre el año que se va y conocer las expectativas acerca del venidero.
Tras una barrera de girasoles, gladiolos, dalias y rosas, Rita María Pérez Pérez, vendedora de flores, sonríe con todo su rostro de 48 años al preguntarle cómo valora el año que termina. “Es que todo el mundo que llega, viene felicitando, contento, y por eso me río, porque hay alegría. He visto a la familia unida en este 2011; aquí vienen a comprarme los esposos de la mano, los novios, las madres con los hijos, los abuelos con los nietos; yo los veo.
“A los cubanos les gusta comprar flores, para alegrarse, para regalar, para sus muertos y también para sus santos…. Compran, pero no muchas, al menos, no tantas como yo quisiera. Pero a mí en particular el año me fue muy bien, tuve la gran felicidad de ser abuela, y ahí está, lindísima, mi nietecita Estephanía, de 8 meses. Además, desde hace un mes tengo este punto de venta aquí, en el mercado agropecuario, donde el colectivo es muy acogedor.
“Para el año que viene espero que todo me vaya bien como hasta ahora, también a mi familia, y que la salud me acompañe.”
A escasos metros de tanta flor colorida, la profesora de inglés Yamilka Manals Álvarez muestra una expresión bien diferente a la de Rita, y al interrogarla, dice que ni el arbolito ha puesto en su casa porque las cosas no le fueron bien. “Me la he pasado torturada por el trabajo, el estrés, los problemas… El único punto bueno para mí en este 2011 es que mis hijos han estado saludables y progresando en el estudio, pero como profesional no veo logros, y para el año que viene desearía cambiar de enseñanza porque la Secundaria no avanza como yo quisiera.” Y sin regalar una sonrisa, esta cubana de 42 años sigue su rumbo.
A pesar de haber sufrido una importante pérdida familiar, el jubilado Cristóbal Orestes Herrera, de 70 años, no se declara aplastado ni con poco ánimo, y al interrogarlo sobre el año que termina, prefiere primero hablar de Cuba antes que de él mismo:
“Este 2011 no estuvo mal considerando la información que tengo de que el Producto Interno Bruto (PIB) quedó en 2,7, y aunque estamos por debajo de lo previsto en ese orden, me parece que es algo valioso para un país como el nuestro, subdesarrollado y bloqueado. Es verdad que hay cosas que hay que mejorar, sobre todo en la industria y en la agricultura”.
En lo personal, se declara más que satisfecho: “Yo ganaba como ingeniero mecánico 325 pesos en el Centro de investigaciones y construcción de maquinaria, del CIMEC, y en estos momentos gano 600 pesos, prácticamente para mí solo, por la contrata que tengo como agente de seguridad y protección, y por mi chequera.”
Al preguntarle por sus anhelos y proyectos para el 2012 no duda al responder que espera que el PIB siga subiendo y también desea que acaben de unificarse las dos monedas.
Quién sabe si dentro de algún tiempo el rostro de Cristóbal, quien formó parte del Movimiento de Innovadores y Racionalizadotes, ande por todos los periódicos, porque entre sus planes inmediatos incluye patentar nada más y nada menos que el proyecto de una máquina cortadora de marabú.
Y si entre las prioridades de este ingeniero jubilado está cortar el marabú, que tanto perjudica al campo cubano, el asunto de Alcides Pentón es cortar pelo. Y no es poca cosa porque en ello le van sus ingresos como trabajador por cuenta propia. Haber abierto su negocio este 2011 ya lo anota entre los motivos para decir que “me fue bastante bien este año. El impuesto que pago lo veo bien, pero no acabo de entender por qué si abono el diez por ciento mensual de mis ganancias, al final del año también tengo que volver a pagar otro diez por ciento”.
A este fígaro de 58 años no le preocupa la posible competencia que para el año entrante pudieran hacerle las cooperativas de barberos y peluqueras que se van abriendo espacio. “Cada cual tiene su clientela, y la mía es buena; incluso, tengo un barbero en la esquina y otro más allá, pero cada quien con lo suyo.
“Mis deseos para el año que viene son de prosperar, mejorar, y que para todo el mundo sea bueno, que sigan los cambios, y que se den las medidas anunciadas por Raúl para lograr la disciplina social; ah, y que junto con eso, también acabemos de tener una sola moneda.”
Al interrogar al joven chofer de Cocotaxi Luís Rubén Coterón, de 28 años, previendo ciertas goteras pone un primer parche “No vas a publicar lo que yo te diga”, y a continuación asegura que “los años son todos iguales en la vida de los cubanos, es siempre lo mismo.”
Sin embargo, indagando en su vida, resulta que le ha nacido su primera hijita este año, Verónica, de cinco meses, pero aun así asegura “es que nosotros los cubanos siempre vamos a seguir alegres, a reírnos, a seguir teniendo hijos aunque las cosas estén como estén.”
Y para él las cosas no parecen estar bien según refiere porque “aunque aumentó el turismo, también los servicios en ese sector aumentaron, y se pone la clientela difícil porque el turista va directo al hotel y sale luego a caminar La Habana y no hace uso del taxi porque ya lo tiene todo en un paquete. Súmale a eso que todos los años nos dan menos piezas, menos atención y nos suben lo que hay que entregar de la recaudación: 23,25 CUC diarios más la propina para la Salud Pública.
A pesar del oscuro cristal con que este joven chofer ve su entorno, no pierde el optimismo, al menos eso indican sus intenciones, según declaró, de abrir entre enero y febrero próximos una pizzería en Centro Habana. No obstante, se queja de la falta de información al respecto: “los inspectores no se ponen de acuerdo, cada uno te indica algo diferente, uno te dice que la loza tiene que ir allí y el otro aquí.”
En cuanto a las medidas hasta ahora puestas en marcha, y de las que espera beneficiarse con su pizzería, Luís Rubén comenta “la cosa no es dar acceso a los teléfonos celulares, a los hoteles, a comprar casas o carros, porque no tengo con qué comprar esas cosas”; y con cierto espíritu de sociólogo resume “el cubano es a lo que venga”.
Allá en la CUJAE, Adriana Alonso Rodríguez, es también joven, tiene 19 años, y ve las cosas de distinta manera a Luis Rubén. Para ella este año sí ha sido diferente a otros, “muy productivo, porque saqué la licencia de conducción, me gradué de técnico medio, aprobé los exámenes de ingreso, y matriculé en la carrera que quería: Ingeniería Química.” Para el año que viene, lo que veo difícil es que me tocan asignaturas que hace años no doy, y eso me crea cierta incertidumbre. Pero todo va a pasar bien, estoy segura.”
A María Caridad Bermúdez, con sus 39 años ataviados de blanco de pies a cabeza, este año que termina “lo mejor que me pasó fue ver a mi santica, la Caridad del Cobre, ahí en vivo y en directo; y a ella le pido por mí y por Cuba, para que el año próximo sea mejor y nos traiga prosperidad, paz y salud. A las doce de la noche, tiraré mi cubo de agua por el balcón pa’ que se lleve lo malo”.
Quizás la doctora Vivian Meléndez, de 38 años, también lance, y con muchas ganas, el agua del cubo por su ventana. Sucede que, según refiere, el año que se va “para mí ha sido muy malo por la carga de trabajo; los mosquitos han hecho resistencia, seguimos ya por cuatro meses en la batalla contra el dengue y no hemos podido vencer. El trabajo ha estado fuerte.”
Esta doctora, formada como Médico General Integral (MGI), dice haberse pasado el año “deambulando por distintos puestos de la Salud”, desde que, cumpliendo indicación ministerial, los médicos de familia que habitaban las casitas anexas a los consultorios se vieron precisados a volver a laborar en los mismos y ella, que se desempeñaba en unos de esos consultorios, quedó de reserva, “y yo, que llevo nueve años como MGI, necesito a mi población, a mis pacientes”.
“Es verdad que todo no ha sido tan negro, como algo bueno mis hijos terminaron muy bien el primer semestre de 2do y 4to grados, pero eso no compensa las angustias que estoy teniendo, son asuntos diferentes. Para el año que viene espero que todo mejore, que las medidas se vayan asentando y que todo coja su curso, su nivel; ah, ¡y que suban los salarios!”
El profesor Rolando Meneses, de 56 años, especialmente dedicado a la enseñanza técnica y profesional, donde imparte la asignatura de mecánica básica, también se las ha visto apretado en asuntos de billetera. Eso es lo primero que comenta al pedirle pasar balance al año que se va.
“Ha sido un poco difícil para mí desde el punto de vista económico, porque los precios se han mantenido igual. Yo compro mucho en el agro y los precios no bajan aunque los productos estén echándose a perder, es el caso de la cebolla, y la frutabomba que las he visto en las tarimas, mosqueándose; y me pesan la zanahoria con las hojas, que ni los conejos se la comen. La economía está dura.
“Hace 34 años que soy trabajador de Educación y mi sueldo no es de los más bajos, así que me imagino cómo le habrá ido a los que ganan menos que yo, que he tenido que hacer malabares. Pero entre las cosas buenas, mi mujer salió bien de la operación que tuvo que hacerse y esas garantías que tenemos con la salud son de las que hay que seguir defendiendo.
“En Educación también debemos seguir protegiendo las conquistas, aunque todavía tendrán que venir muchos cambios en ese sector, hay que revolucionar mucho más, exigir más en la casa y uno tiene que exigirse más como profesor.” Entre sus preocupaciones está que son pocos los jóvenes que se deciden a formarse como profesores para la Enseñanza Técnica. “Yo no veo mi relevo”.
A pesar de los sinsabores, este experimentado profesor asegura que “el año que viene tenemos que producir más, que es la única forma de ir para adelante. Y tendrá que ser mejor, hay que pensar de esa forma, y hacerlo mejor nosotros mismos, cada cual como individuo y todos como pueblo.”
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