DE LA TELEVISIÓN: Tras la huella
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Pasé el otro día por una venta callejera de dvds, una de tantas. Entre telenovelas mexicanas, doramas coreanos, conciertos de estrellas pop y películas de acción norteamericanas, descubrí varios discos del serial cubano Tras la huella. Me extrañó un poco y le pregunté a la vendedora si tenían mucha salida. Ella se entusiasmó: "Vuelan, es una de las series que más vendo". La anécdota confirma algo: Tras la huella (domingos, noche, Cubavisión), el policiaco nacional por excelencia en la televisión cubana, tiene un público amplio y fiel.
Si tenemos en cuenta que la competencia en la parrilla son producciones norteamericanas de altísimo nivel de realización: CSI, Huesos y algunas otras más o menos puntuales… el hecho es mucho más relevante. Porque aunque las más recientes temporadas de Tras la huella han mejorado muchísimo la calidad… todavía están lejos de la suficiencia formal de las series de la gran televisión estadounidense. Vamos a estar claros: es imposible que las emulen.
Pero el caso es que el público prefiere Tras la huella. Y eso tiene que ver con una circunstancia que ya ha sido descrita por especialistas en comunicación y recepción: en un mundo globalizado, la gente se sigue identificando con su contexto más inmediato. Es la garantía de las producciones locales ante el maremágnum de propuestas de la industria cultural.
Claro que hace falta también productos más que dignos. Y Tras la huella está ahora mismo entre los mejores dramatizados de la Televisión Cubana. Si las primeras temporadas de la serie adolecían de un sentido del espectáculo, de planteamientos atractivos, de personajes complejos y matizados… Si esas primeras entregas no pasaban de ser aburridos expedientes policiales… los capítulos más recientes han ganado muchísimo en la complejidad de las tramas, en la manera de contar, en la construcción de los personajes.
Los investigadores son más humanos, contradictorios por momentos, con problemas personales y pretensiones. Afortunadamente han quedado atrás aquellas caricaturas, en las que los oficiales eran prácticamente máquinas infalibles y frías. Los delincuentes también lucen mejor matizados. Y sin embargo, no se violenta la clásica distinción de buenos y malos en la que se sustenta el género.
También es evidente un mejor acabado. Las puestas en pantalla son más cuidadosas. La visualidad está mejor conseguida: la fotografía y el diseño gráfico trascienden la mera funcionalidad y se permiten búsquedas interesantes. La edición es mucho más dinámica, deviene elemento narrativo en sí misma.
Es una suerte, porque en algún momento se había fracturado esa tradición del policiaco nacional, que tuvo grandes momentos en la tan recordada serie Día y noche. Tras la huella convence y atrapa.
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