Habla Adela Legrá, una de las eternas “Lucía” del cine cubano
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La sola mención de su nombre provocó en la sala un aplauso vibrante. Pero cuando se incorporó en la primera fila y se volvió hacia el público para saludar, las muestras de simpatía se multiplicaron y entonces, Adela Legrá, o mejor: la Lucía campesina y risueña que embrujó al maestro Humberto Solás, no pudo ocultar la emoción.
Transcurrió la gala artística en el cine "Rialto" de esta ciudad, en ocasión de los 55 años del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC), y un instante después del cierre, Adela Legrá, una de las actrices más carismáticas y populares de la pantalla ancha cubana, habló con desenfado, como es su característica, para ofrecer su punto de vista sobre el aniversario del ICAIC:
"Hay que retomar siempre aquellos inicios del cine cubano revolucionario, en que nada podía detenerlo, y que sean sinceros con ellos mismos a la hora de materializar la creación cinematográfica."
Adela conserva la prestancia, la actitud enérgica de los años 60 que le deparó un lugar cimero en el cine cubano, primero con una "Manuela" que convenció en Cuba y en el extranjero, y luego en 1968 cuando hizo el tercer acto de "Lucía", un filme de Humberto Solás, que la crítica mundial ubicó enseguida "como una de las diez películas más importantes de la historia del cine iberoamericano... y una de las diez antológicas del cine del Tercer Mundo".
Como se recuerda, "Lucía" es la historia de tres mujeres en diferentes momentos históricos en Cuba: la Guerra de Independencia (1895), la lucha contra el dictador Gerardo Machado (1933), y los primeros años de la triunfante Revolución Cubana.
Ubicada en su remanso de Santa María, en el norte de Santiago de Cuba, Adela parece haber encontrado en ese sitio pintoresco y suburbano, el lugar ideal que le remonta al hogar de su niñez y adolescencia en el campo, en Caimanera y Baracoa, en la vecina provincia de Guantánamo.
Nació Adela el 17 de octubre de 1939, en la localidad sur oriental que linda con la porción de territorio cubano usurpado por la prepotencia norteamericana y al cumplir los 26 años, por obra de una combinación perfecta: su carisma y belleza personal y el genio creador de Solás, Latinoamérica la conoce como Manuela, y después la ratifica en la cúspide, como Lucía, en 1967.
Casi medio siglo después, Legrá disfruta interiormente de saberse un ícono. Pero no hay vanidad en sus palabras ni en sus gestos ni en su vida... al contrario: es cada vez más sencilla, más asequible:
"Quienes hoy hacen cine en nuestro país tienen que seguir el camino que abrieron los iniciadores, pero tienen que ser ellos mismos, quererse ellos mismos, que es la mejor forma de alcanzar cualquier sueño en la vida."
Aun en medio del público, en una sala cinematográfica que la acaba de homenajear, Adela sigue el diálogo con fluidez, poniendo interés en cada palabra, entonces la magia que solo puede la mente humana, trae de vuelta a la joven de origen campesino, enfrascada en las tareas del hogar montuno, o en los cafetales como recogedora del grano, o en la siembra y cosecha de viandas... o como activa dirigente de la Federación de Mujeres Cubanas. Y de nuevo como actriz puntual del cine cubano:
"Tienen que amar lo que hacen; tienen que amar el cine, amar el ICAIC; que no dejen perder el verdadero cine latinoamericano; hay que llevarse siempre por lo que decían Santiago Álvarez, Humberto: que en las vivencias nuestras, de nuestro país está la mejor inspiración para hacer películas. Ellos constituyen un archivo maravilloso, en los que los jóvenes pueden aprender, pero siempre con su óptica propia; que no copien de nadie y menos del extranjero; que sean ellos mismos."
Entre saludos y abrazos; requerida por tanta gente en medio de la sala del "Rialto", Adela Legrá dejó a un lado la conversación y se sumergió en el cariño de su pueblo. Un amor entrañable que estableció desde sus personajes en Manuela, Lucía, Rancheador, El brigadista, Aquella larga noche, Polvo Rojo, Vals de La Habana, Miel para Oshún, Nada, Barrio Cuba, Cayo... en fin, por algo es ícono en una industria cinematográfica rejuvenecida en su más de medio siglo de existencia.
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