Doctrina Obama: haciendo de la necesidad virtud

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Doctrina Obama: haciendo de la necesidad virtud
Fecha de publicación: 
26 Noviembre 2011
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El gobierno de Obama, tras proseguir durante 3 años con las guerras coloniales iniciadas por el expresidente Bush, finalmente ha tenido que reconocer las dramáticas consecuencias de las políticas llevadas a cabo, tanto en EE.UU. como en el exterior. En consecuencia, se ha impuesto el “principio de realidad”: el mantenimiento del imperio estadounidense requiere modificar las estrategias actuales, con el objetivo de reducir los impactos negativos en el campo militar, político y diplomático [1] .

La Casa Blanca está modelando una nueva doctrina exterior en respuesta a los reveses políticos y militares. Esta, estaría basada en los bombardeos masivos, en una mayor intervención exterior en las zonas en conflicto, y cuando las circunstancias lo permitan, en las alianzas con fuerzas afines. Esto incluiría el apoyo armamentístico y financiero de los regímenes despóticos de los pequeños estados del Golfo Pérsico, de fundamentalistas, de mercenarios, de desertores oportunistas, de gangsters y básicamente de toda la chusma dispuesta a servir al imperio por dinero.

Todavía esta por ver si los cambios hasta el momento acaecidos son resultado de una nueva política post-colonial, la “Doctrina Obama”, o simplemente constituyen una serie de medidas improvisadas en vista de los reveses recibidos (“haciendo de la necesidad una virtud”).

Empezaré por trazar los fallos estratégicos que indujeron al rediseño de la política Bush-Obama a mediados del 2011. A continuación, mostraré el “principio de realidad”, ĺa crisis profunda y las presiones crecientes que han empujado al gobierno de Obama a cambiar la metodología de la guerra imperialista. Los cambios tienen como objetivo mantener el poder en una situación de recursos escasos y con aliados más que dudosos. La tercera parte muestra los cambios en las estrategias tal y como han ido sucediendo, enfatizando como éstos responden al desarrollo de circunstancias desfavorables y al surgimiento de nuevas oportunidades.

En la sección final evalúo críticamente las nuevas políticas imperiales de Obama, el impacto sobre ciertos países y sus habitantes, así como sus consecuencias sobre los EEUU.

El continuo Bush-Obama: 2009-2011

Obama tomó el testigo del gobierno Bush, y continuó su carrera, expandiendo el presupuesto de guerra por encima de los 750 000 millones de dólares, incrementando en 30 000 las tropas en Afganistán, aumentando el gasto en bases militares y en mercenarios en Irak, e incrementando las incursiones aéreas en Yemen, Pakistán, Somalia y Libia. Todas estas políticas han conducido a la profundización de la crisis económica, al incrementarse el déficit comercial y el déficit público hasta 1,6 billones de dólares. La popularidad del gobierno y del partido Demócrata han bajado considerablemente. Paralelamente al incremento del gasto externo, se ha de añadir el gasto de miles de millones de dólares en decenas de nuevas agencias gubernamentales encargadas de la seguridad en el interior de los EE.UU. El crecimiento de la deuda externa y del déficit interior se da al mismo tiempo que el rescate financiero por valor de 1 billón de dólares a Wall Street. Todo ésto mientras 10 millones de familias perdían sus viviendas y el paro se disparaba hasta las dos dígitos.

Obama ha expandido las guerras iniciadas por Bush, los rescates bancarios y los recortes millonarios de impuestos a las clases más pudientes. Además ha propuesto ingentes recortes en el gasto federal en medicina y educación. Por otra parte a pesar del creciente gasto en defensa no se ha conseguido ni una sola victoria militar trascendente. A principios del tercer año de su gobierno se vislumbra, entre la dañada economía interna y la pérdida de varios aliados importantes, que el imperio estadounidense está en quiebra.

El principio de realidad

Después de tres años de gobierno incluso los más intransigentes y dogmáticos ideólogos del gobierno Obama han percibido el fracaso de la política exterior y el decreciente apoyo doméstico y exterior a sus políticas. Los islamistas constituyen un gobierno en la “sombra” por todo Afganistán, infligiendo cada vez más bajas a las tropas aliadas de la OTAN, incluso en la capital, Kabul. En Irak, incluso el gobierno títere se ha opuesto al establecimiento permanente de tropas estadounidenses, mientras las diferentes facciones se preparan para el conflicto post-colonial: los colaboradores del régimen, la resistencia, los diferentes clanes y tribus, etnias separatistas, paramilitares y mercenarios. Irán ha incrementado su influencia en la región frente a los EEUU, especialmente en Irak, Siria, el oeste de Afganistán, los estados del Golfo, Líbano y Palestina (Gaza), pese a las amenazas estadounidenses y las sanciones económicas diseñadas por los sionistas.

Ante la caída de los gobiernos pro-estadounidenses en Egipto y Túnez (Mubarak y Alí), y de los levantamientos populares que amenazan los gobiernos títeres del Yemen, Somalia y Bahrein, el gobierno de Obama se ha visto obligado a admitir que el “modelo” de guerra israelí, basado en la ocupación y colonización mediante un gobierno títere, no es viable. El principio de realidad se ha impuesto: Obama y Clinton ya no son los guardianes de un imperio en expansión sino de un imperio en decadencia. El proyecto imperial de la época post-soviética, iniciado por Bush padre, se basó en la acción unilateral y la supremacía militar. Tras Clinton, que mantuvo el modelo, Bush hijo lo expandió y Obama lo ha multiplicado. El modelo se ha revelado desastroso: guerras interminables que han culminado en un gran movimiento pro democrático que ha generando la caída de varios gobiernos afines a los EE.UU.

Las guerras coloniales han vaciado la tesorería imperial, han empobrecido a los estadounidenses y han socavado el apoyo del proyecto imperialista. El estado de opinión en los EE.UU. se ha visto muy afectado por el coste del imperio, pero también por la influencia económica cada vez mayor de las economías emergentes: China, India... En ningún lugar ha sido tan evidente el declive de los EE.UU. como en Latinoamérica, donde nuevos gobiernos nacionalistas tienen políticas exteriores divergentes con los EE.UU. Estos países han alcanzando un gran crecimiento económico empezando a colaborar con nuevos socios comerciales, mientras rechazaban varios golpes de estado apoyados por EEUU y repudiaban el neoliberalismo reciclado impuesto por Geithner. No ha habido ningún lugar en el planeta en el cuál el gobierno Obama pudiese mostrar una victoria militar, éxito económico o una mayor influencia política.

A medida que las derrotas militares, los problemas económicos y el descontento se hacían patentes, se iba desarrollando una nueva política imperial. No es una política totalmente consolidada, sino que se va moldeando con las nuevas circunstancias.

El proceso de formación de la “Doctrina Obama”

Lo primero que ha tenido que reconocer el gobierno Obama, es que las guerras coloniales basadas en la ocupación militar territorial, no son viables en un mundo de estados soberanos. Generan una resistencia prolongada, problemas presupuestarios, un goteo de bajas y desde luego no se autofinancian, como afirmaban los genios sionistas del Pentágono. Es preciso diseñar nuevas formas de guerra para mantener el imperio y destruir a los adversarios.

La decisión más difícil del gobierno de Obama ha sido si admitir la derrota en Irak y retirar las tropas, o si declarar la “victoria”. Derrota, en el sentido de que los EE.UU. no pueden mantener un ejercito de ocupación y han tenido que dejar Irak en manos de un gobierno que expandirá los lazos con Irán y será hostil a Israel o victoria, en el sentido de haber derrocado a Saddam Hussein y haber debilitado la influencia de Irak en la zona. La derrota y la retirada finalmente suponen mantener 20.000 soldados en los pequeños estados del Golfo, gobernados por monarquías despóticas, y posicionar una flota de guerra en el Golfo Pérsico. Obama-Clinton aseguran que las tropas y la flota de guerra naval y aérea servirán para reocupar Irak en caso de que caiga el gobierno actual y sea sustituido por un gobierno nacionalista. Es un escenario “cuestionable”, ya que reocupar Irak conduciría a una guerra larga y costosa. El principal objetivo del realojamiento de tropas es proteger a los gobiernos de los pequeños estados del Golfo de los movimientos internos pro-democráticos y lanzar un ataque aéreo y marítimo, conjunto con Israel, contra Irán. O sea, la reducción de tropas en Irak se sustituye por la acumulación de fuerzas aéreas y marítimas que permitan atacar y destruir bases militares y puntos económicos neurálgicos en Irán.

La retirada de los EE.UU. es el resultado de la derrota ; es una retirada obligada . La reubicación de tropas en los pequeños estados despóticos del Golfo, supone una disminución de la presencia estdounidense en la zona, y el apoyo a unos gobiernos despóticos muy frágiles. El trasvase de tropas desde Irak a los estados del Golfo, tiene como objetivo sacar las tropas de un Estado grande, con una larga historia de resistencia e independencia, poniéndolas a salvo en pequeños santuarios. Los EE.UU. no pueden permitirse un conflicto interminable, ni tampoco pueden garantizar la seguridad de un pequeño contingente en Irak. La retirada hacia los Estados del Golfo, es hacer de la necesidad una virtud, manteniendo una posición en la retirada, desde la cual poder lanzar la próxima guerra aérea.

La intervención en Libia indica la fórmula escogida por el gobierno Obama para mantener el imperio. La justificación de la intervención es tan falsa como la usada en Irak: en vez de armas de destrucción masiva, se ha maquinado la excusa del genocidio y la violación. Se ha improvisado una resolución de la ONU que permite la intervención para “proteger a la población”, pudiendo así la OTAN, lanzar en 8 meses, 30 000 ataques aéreos destinados a derrocar al gobierno y destruir la economía del país. La política de Obama en Libia se ha basado en una triple estrategia: 1. bombardeos aéreos , marítimos y el apoyo de asesores de las Fuerzas Especiales. 2. Un ejército de mercenarios y el uso de expatriados como “nuevos líderes”. 3. Una coalición multilateral imperialista de países europeos (la OTAN) y de las petro-oligarquías del Golfo. A diferencia de Afganistán o Irak, los bombardeos masivos han sustituido a la invasión por parte de un gran ejército. Los estrategas del gobierno Obama ya han catalogado la experiencia de Libia como la “doctrina Obama”, al permitir recuperar el control de un gobierno Árabe independiente. Pese a la propaganda masiva de apoyo al rol de los mercenarios “rebeldes”, la verdad es que las fuerzas leales a Gadafi han sido vencidas únicamente gracias al poder militar aéreo de la OTAN.

La celebración por parte de Obama y Clinton de la victoria es prematura. Ha supuesto la destrucción de la economía , desde los puertos a los sistemas de irrigación, pasando por las carreteras y los hospitales, y el hundimiento del mercado laboral, al deportar a cientos de miles de trabajadores subsaharianos y profesionales del Norte de África. En otras palabras, ha sido una victoria pírrica: Washington ha vencido al adversario, pero no ha conquistado un estado viable económicamente.

Lo que es peor aún, las fuerzas terrestres mercenarias apoyadas por Washington, incluyen una amalgama de fundamentalistas, gánsteres, jefes de clanes oportunistas y neoliberales con pocos intereses en común. De hecho están todos armados y listos para repartirse el territorio. La situación es parecida a la creada en Afganistán tras la lucha contra el régimen pro-soviético, cuando los EEUU armaron a grupos fundamentalistas, bandas de narcotraficantes, jefes de clanes y señores de la guerra de todo tipo. Tras la derrota del gobierno, las mismos grupos armados por los EEUU, se volvieron contra éste, alimentando un movimiento pan-islámico por el sur y centro de Asia, los estados del Golfo, Oriente Medio y el Norte de África.
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La fórmula Obama en Libia: usar mercenarios de todo tipo con el objetivo de conseguir resultados a corto plazo, se está volviendo ya en contra de los intereses de los EEUU. Las milicias fundamentalistas y los contrabandistas están enviando desde Libia toneladas de misiles tierra-aire, metralletas y fusiles automáticos, obtenidos del arsenal de Gadafi, a Egipto, Siria, Somalia, Sudán y a un sinfín de países.

En pocas palabras, las débiles relaciones entre los diferentes componentes del “gobierno” Libio, tiene toda la apariencia de conducir a Libia a un estado fallido. En estas condiciones, ni la OTAN, ni las petroleras van a poder establecer bases firmes de operación.

EE.UU. ha recurrido a ataques aéreos con misiles y con drones para debilitar a la resistencia, llegando a matar a algunos líderes insurgentes locales. Estos ataques han generado la repulsa de clanes enteros y en general de la opinión pública de los estados atacados. Los ataques con drones han matado a cientos de civiles, fomentando que sus parientes y otros habitantes de pueblos y ciudades se incorporen a la resistencia. Después de 3 años de intensos ataques aéreos con misiles, el gobierno de Obama no ha conseguido ni una sola victoria decisiva sobre los insurgentes. De hecho, los datos disponibles apuntan más bien hacia la situación opuesta. Las tribus del noroeste de Pakistán se han incorporado masivamente a la resistencia y la mayoría de los paquistaníes (80%) ve con malos ojos los ataques aéreos con drones que violan la soberanía de Pakistán, obligando hasta ahora al gobierno aliado a cuestionar sus conexiones militares con los EE.UU. Tampoco en Somalia o Yemen, los ataques con drones y con las Fuerzas Especiales, han conseguido debilitar las protestas masivas de la población contra los gobiernos en cuestión. La guerra de alta tecnología se ha revelado como un pobre sustituto de la también fallida intervención terrestre en gran escala.

El tercer elemento de la “Doctrina Obama” consiste en intervenir de forma conjunta con una “tercera parte” o intervenir de forma multilateral. Este tercer elemento no ha resultado ni en Afganistán ni en Irak, y sólo ha funcionado de forma parcial en Libia. La fuerza multilateral en Irak se retiró relativamente pronto, incapaz de sostener los gastos de una guerra interminable que además gozaba de poco apoyo en los países de origen. Lo mismo ha ocurrido en Afganistán: la mayor parte de los soldados de la OTAN abandonaran el país antes de la retirada de los EE.UU. La intervención multilateral en Libia ha destrozado el país para las próximas décadas. La intervención multilateral se ha basado en la estrategia de entrar, bombardear y salir corriendo, dejando sobre el terreno a mercenarios conocidos por la brutalidad con la que actúan: violaciones, pillaje, tortura y ejecuciones sumarias. Solo una descerebrada y depravada moral como Hillary Clinton ha podido cantar alabanzas y bailar una giga ante el acto de un sádico, cuchillo en mano, torturando a un presidente cautivo y convertirlo en una "victoria de la democracia".

El cuarto elemento de la “Doctrina Obama” es el uso de mercenarios. Estos han participado sin éxito en varias invasiones cuyo objetivo era proteger a gobiernos aliados de la insurgencia. Los EE.UU. financiaron la fallida invasión de Somalia por parte de la dictadura etíope. Invasión cuyo objetivo era mantener en el poder a un corrupto e impopular gobierno atrincherado en la capital del país. Le siguió la invasión de Somalia por parte del ejército de Kenia, apoyado por los EEUU. La intervención ha conllevado la masacre y hambruna de cientos de miles de refugiados somalíes de los campos del norte de Kenia y el sur de Somalia y a numerosas emboscadas mortales por parte de la resistencia islámica nacional. La intervención militar por parte de mercenarios no ha ayudado a mantener al gobierno somalí en el poder, sino que ha generado aún más oposición nacionalista.

En Bahrein la invasión del país por el ejercito de Arabia Saudí, con apoyo de los EE.UU., ha permitido mantener temporalmente la monarquía despótica en el poder, pero sin acallar las demandas del movimiento pro democrático.

El quinto elemento de la “Doctrina Obama” consiste en el uso de Fuerzas Especiales, grupos de hasta 500 soldados o más, altamente entrenados y fuertemente armados, cuyo objetivo es asesinar líderes insurgentes, aterrorizar a la población civil que les apoya, o actuar de columna vertebral de las fuerzas locales aliadas de los EE.UU. Un buen ejemplo es el envió de Fuerzas Especiales a Uganda. Hasta ahora no hay noticias de ninguna victoria decisiva, incluso en este pequeño país. Probablemente en el futuro el uso de las Fuerzas Especiales se limite a zonas geopolíticas de interés económico especial, que tengan movimientos de resistencias relativamente débiles, y sólo de forma “complementaria” a los ejércitos locales.

El elemento final, y a su vez el mas importante de la “Doctrina Obama”, es la promoción de levantamientos civiles o militares, y la creación de lideres locales que puedan “cooptar” movimientos populares, evitando que estos asuman posiciones antiestadounidenses.

En Siria, Washington y la Unión Europea han incitado un levantamiento armado sectario y regional, cuyo objetivo es derrocar al gobierno nacionalista autoritario de Assad. Jugando al juego de las demandas democráticas y apoyados en la hostilidad de los fundamentalistas contra el gobierno secular, los EE.UU. y la UE han urdido, con la colaboración de los Estados del Golfo y Turquía, una triple estrategia. Las estrategias son: el uso de sanciones externas, los levantamientos populares y la resistencia armada contra la mayoría secular de ciudadanos y el ejército que apoyan a Bashar Assad. La política de Obama se apoya en la propaganda de los medios de comunicación y en los agravios de ciertas regiones, para generar una fuerza suficiente como para “cambiar el régimen”.

Paralelamente a la política “desde el exterior” llevada a cabo en Siria, en Egipto y en Túnez, en estos dos últimos países se ha optado por una estrategia aplicada desde el interior. Enfrentándose a las protestas obreras, nacionalistas y pro democráticas en Egipto, Washington ha financiado y apoyado el golpe de una junta militar. Esta promueve las mismas políticas interiores y exteriores usadas anteriormente por Mubarak para preservar la estructura económica del régimen. Obama y Clinton han apoyado, mientras evocaban cínicamente el espíritu de la Primavera Árabe, a los tribunales militares que juzgan, torturan y encarcelan a miles de activistas pro-democráticos.

A corto plazo, la doctrina Obama apoyada en la subversión civil-militar, promovida tanto desde el exterior como desde el interior de los propios países, ha conseguido acallar los prometedores levantamientos antiimperialistas surgidos a principios de 2011. Sin embargo, las grandes diferencias surgidas entre los nuevos líderes “reciclados” y los movimientos pro-democráticos, han generado llamadas a un segundo levantamiento, para deponer a los oportunistas que “han subvertido las protestas”, traicionando los principios democráticos de aquellos que se esforzaron en derrocar a las dictaduras clientes de EE.UU.

Conclusión: La “Doctrina Obama ”

La “Doctrina Obama” puede catalogarse como un conjunto de políticas improvisadas que no parece que hayan podido revertir el declive del imperio estadounidense. Sin embargo el deterioro de la influencia de los EE.UU. en los países árabes no deja de carecer de ciertos “avances tácticos”, especialmente a raíz de la cooptación de varios líderes islámicos en Libia, Síria, Túnez y en el reacomodamiento de los generales de Mubarak en Egipto.

El gobierno de Obama esconde, tras los eufemismos, la escala y la relevancia de las derrotas políticas y diplomáticas sufridas: la retirada de tropas de Irak se presenta como una “misión de cambio de gobierno exitosa”, menospreciando la creciente violencia civil y gubernamental entre facciones rivales. La “retirada” de Afganistán, es en realidad una derrota militar. Los talibanes y sus fuerzas aliadas, constituyen ya un gobierno paralelo en la sombra por todo el país, y el ejército mercenario financiado por el Pentágono con miles de millones de dólares, está infiltrado por militantes nacionalistas e islámicos.

El gobierno presenta los “bombardeos con drones” como una exitosa arma contra insurgente, y se publicita a bombo y platillo como la alternativa viable a la invasión armada por parte de un ejército de tierra. Sin embargo los “drones” y los asesinatos perpetrados desde éstos, no son más que éxitos publicitarios, ya que tienen un impacto reducido sobre la decadente situación política.

A nivel diplomático el declive de los EE.UU. es aún más notorio. La Asamblea General de las Naciones Unidas ha votado en contra de las propuestas estadounidenses concernientes a Cuba. Por otra parte, la admisión del Estado de Palestina en la Unesco ha supuesto una gran contrariedad a la política del gobierno Obama. Los EE.UU. han recortado en represalia el apoyo financiero de las Naciones Unidas, reduciendo aún más la influencia diplomática de los EE.UU.

Incluso la OTAN se niega a seguir a Obama en su próxima aventura militar. El gobierno Obama, sometiéndose servilmente al brazo político de Israel en los EEUU: los 52 “Presidentes de las Mayores Organizaciones Judías-Estadounidenses”, prepara con Israel un ataque conjunto a Irán.

El gran peligro de la “Doctrina Obama” es que se concentra en los efectos “locales” a corto plazo. El bombardeo aéreo y marítimo de las instalaciones nucleares y militares de Irán, complacerá al presidente de Israel y garantizará el apoyo de las organizaciones sionistas-estadounidenses a la reelección de Obama. Sin embargo no tiene en cuenta la capacidad de Irán de cerrar el paso petrolero más importante del mundo, el estrecho de Ormuz.

La victoria aérea sobre Irán, no podrá evitar los ataques terrestres contra las fuerzas estadounidenses por todo el Golfo. Todos los Estados petroleros aliados de los EE.UU. son susceptibles de ataque. Los misiles iraníes de largo alcance provocaran el terror en Israel, antes incluso de que los consejeros sionistas de Obama puedan descorchar una botella de champán para celebrar la “victoria aérea” sobre Teherán.

La “Doctrina Obama” de ataques aéreos desde el exterior, aplicada al caso de Irán, generaría un conflicto monumental. Conflicto que superaría fácilmente las terribles consecuencias de las intervenciones terrestres en Irak y Afganistán. La “Doctrina Obama” consiste en un conjunto de políticas improvisadas en respuesta a un problema común: cómo mantener la dominación imperial ante la ineficacia de las políticas de ocupación colonial. La victoria táctica alcanzada en Libia, y las oportunidades generadas por las revueltas en Siria, han generado la necesidad de formular una nueva estrategia global. La colaboración desde en interior de los Estados es básica, especialmente si goza de poder institucional (como los militares en Egipto), o de influencias sobre la sociedad civil (en el caso de los movimientos islámicos en Siria).

El intento de transformar los éxitos obtenidos hasta el momento en una estrategia general, caerían en una falacia. Irán no es Libia: tiene poder militar y se halla lo suficientemente cerca como para arrasar las débiles dictaduras del golfo. Israel puede lanzar una guerra contra el mundo islámico, pero sería una batalla perdida. Las derrotas diplomáticas de Israel en la ONU no se deben a que haya 193 países “antisemitas”. La troika sionista, israelí y Estadounidense se está masturbando mutuamente en un cuarto de baño. Pueden despotricar y morirse de rabia e incluso precipitar una guerra apocalíptica, pero Obama y Netanyahu se hallan al margen de las dinámicas globales. Sus políticas son reacciones impotentes ante los movimientos populares que sueñan con transformaciones históricas, las cuales han comenzado ya ha penetrar el centro del imperio: Wall Street y Tel Aviv. La “Doctrina Obama” está condenada al fracaso porque no es capaz de reconocer que el declive del imperio no es un simple problema táctico, sino que nos hallamos ante el colapso sistémico del edificio imperial . Las grietas en el exterior han comenzado ha generar revueltas en el interior.

[1] Thomas Shanker and Steven Lee Myers “US Planning Troop Buildup in Gulf After Exit from Iraq”, New York Times , Oct. 29, 2011.

Traducido para Rebelión por Pedro Gómez

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