Cuando los Tambores de Bejucal suenan… (+ FOTOS)

Cuando los Tambores de Bejucal suenan, hay que salir a bailar. No importa si uno está ocupado, trabajando, en medio de los quehaceres domésticos, o concentrado en cualquier otro asunto, porque cuando arranca la música, la reacción no es otra que ponerse en movimiento, es un reflejo incondicionado.

Y no solo para los cubanos, que llevan la rumba en la sangre; los Tambores repican y en cualquier geografía la gente se da cuenta de que se trata de un estilo auténtico. Su legitimidad nace de la tradición, del sentimiento espontáneo hacia la música, de la necesidad ineludible de golpear el cuero y encontrar el goce propio en el placer del público bailador.

Los Tambores de Bejucal acaban de lanzar su álbum 50 son 50, nominado a Cubadisco 2013 en la categoría de Música Folclórica. En este disco se hace notable la sonoridad peculiar del grupo de conga bejucaleña, una conga que nada tiene que ver con las otras que suenan en Cuba. No se trata de que una sea mejor que otra, sino de que son diferentes. La conga de los Tambores tiene su esencia en una campana y una reja (arado criollo convertido en instrumento musical). Escúchelos y verá.

50 son 50 es una suerte de declaración de principios de un grupo que desciende de las fiestas populares de su terruño. Además del renombre y la experiencia ganados durante medio siglo, este disco demuestra el vigor y la energía de los viejos y los nuevos rumberos de Bejucal.

Con Emilio Vega, productor y codirector musical del fonograma, conversamos.

—¿Cuáles son los orígenes de este disco?

—Ya yo había trabajado en un disco con Bis Music en el año 98 que reunía canciones antológicas cubanas, y entre los intérpretes estaban los Tambores de Bejucal. Esta vez la EGREM contactó conmigo, interesada en hacer una producción con esta agrupación, y yo estuve encantado porque mis raíces musicales son percutivas, yo estudié mucha percusión durante mi carrera.

El mundo de la rumba y la conga me fascina, así que acepté enseguida. Los Tambores tienen mucho repertorio, son 50 años. De aquí salió Zapateo ñáñigo y la versión del Ave María de Schubert, cantada por Bárbara Llanes.

Los tambores tienen un sello peculiar, han hecho historia en la música cubana.

—¿Qué significado tiene hacer discos como este, de música popular y tradicional?

—Estos productos son muy importantes. Son discos históricos, discos-escuela. Mucha gente no sabe lo que son los Tambores de Bejucal, no conocen las distintas aristas de la rumba…

Yo he hecho discos con Afrocuba, de Matanzas, con Los Muñequitos, Yoruba Andabo, Clave y Guaguancó, y ahora los Tambores. Creo que la gente debe conocer la riqueza de nuestra música y tradiciones. El legado de los fundadores tiene que quedar plasmado para que los demás lleguen a ellos.

—La historia de la música cubana tiene nombres legendarios en la percusión, ¿cree que existe actualmente un relevo?

—Sí, hay una conciencia de rescatar esta tradición en la percusión. La generación joven está comprometida con estudiar e investigar, por parte de las escuelas de arte y de muchos músicos empíricos que están inmersos de a lleno en esa labor, además de la herencia familiar. Estas agrupaciones se suceden de padres a hijos.

Esto es algo que no podemos perder.

—¿Cómo recibe el mercado internacional este tipo de discos?

—Muy bien, para ellos es algo exótico, pero con una raíz muy fuerte. Quien escuche su música, se dará cuenta. Cuando los Tambores suenan, hay que bailar, hasta el más tímido se levanta de su silla.