Bodas de sangre a Santiago
especiales
El Ballet Antonio Gades no pudo escoger mejor. Para cerrar el XIV Festival de Teatro de La Habana presentó en el Gran Teatro Bodas de sangre, la muy inspirada visión del gran coreógrafo y bailarín español a partir de la célebre tragedia lorquiana.
Es una obra que los cubanos conocen muy bien. El propio Gades se la obsequió al Ballet Nacional de Cuba, que la ha convertido en una de sus piezas más interpretadas.
La compañía española lo bailó en esta oportunidad con una mezcla de fuerza y contención, dramatismo esencial, sin alardes: justo lo que el coreógrafo exigía de sus bailarines.
Este miércoles subirán al escenario del teatro Heredia, en Santiago de Cuba, con un programa que incluye también Suite flamenca.
Han pasado los años y Bodas de sangre mantiene su aura. Gades respetó las líneas del texto original, que aquí se traducen en una pantomima sencilla y sugerente.
Las peripecias pueden ser perfectamente asimiladas, pero el genio del creador brilla sobre todo en las escenas de gran carga espiritual, las más simbólicas, las de mayor vuelo metafórico. Ese momento en que la novia evoca en la soledad a su amante; o el de la lucha final entre los contendientes, en silencio absoluto, sobrecogedor…
Los bailarines de la compañía han defendido bien el legado de Gades. Comprenden la fuerza imperiosa de la tragedia y se abandonan a completar el ciclo. Ellos —como sus personajes— proyectan desde el principio la gran carga de frustración que los arrastra al terrible desenlace.
Y lo hacen con gran economía de recursos, de manera casi minimalista, sin mucho más énfasis que el que la danza misma precisa. Aquí, más que destreza en la técnica, se les pide a los bailarines sensibilidad y control de las emociones. Eso tiene Bodas de sangre: nos presenta con qué serenidad se impone la desgracia.
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manuel
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