Caso Ortega: ¿Quién tumbó la valla?
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Se aplicó una sanción y la separación de su entrenador Kelvin Antúnez porque se negaron a participar en el World Challenge de Moscú, lo que fue considerado por la Federación Cubana como una indisciplina grave.
El castigo de manera indefinida iba ya por algunas semanas y amenazaba seriamente su presencia en el Campeonato Mundial de Moscú, pero se le suspendió cuando faltaba muy poco para partir hacia Rusia, con lo cual se afectó sobremanera la preparación del corredor.
De un pronóstico de medallas se pasó apenas a una inclusión en la final, que tampoco se logró, y el propio atleta contó su decepción a la prensa acreditada por el tiempo perdido, y su insatisfacción por haber sido sancionado. En el viaje de regreso, Ortega decidió abandonar la delegación en Madrid.
Hasta ahí los hechos, pero como siempre, aparecen las consecuencias. En primer lugar, se demuestra que a veces no es suficiente con rectificar, es mejor actuar bien desde el principio, con la mayor justeza. En este caso siempre nos pareció demasiado severa la pena para un atleta que al final, aunque tiene criterio propio, debe acatar las instrucciones de su entrenador. Llegó el perdón, pero evidentemente la herida abierta no había sanado, y lamentamos otra deserción.
En cuanto a Ortega no creo que la mejor actitud sea tirar la toalla cuando ocurre la primera dificultad, porque apenas empezaba su carrera y tenía tiempo con creces para dar una cachetada sin manos a quienes lo acusaron, pero en fin, esa fue su decisión.
Por parte de las autoridades, si bien quizás fueron demasiado severos en un inicio, luego mostraron la disposición de rectificar, valorando también la correcta actitud del deportista, y esto es muy importante.
Lo digo porque la baja puede crear un mal precedente, y tomarse como que no vale la pena dar marcha atrás cuando se obra incorrectamente, porque a la larga ese deportista está perdido. No y mil veces no, si algo nos hace mejores es la capacidad de perdonar, que no debe confundirse con blandenguería.
Las actitudes intransigentes nos han hecho perder más de un talento, y después los hemos echado de menos. Yo al menos considero que en vez de decir: “No los necesitamos”, debemos decir “los perdimos”, por H o por B, pero los perdimos. Por eso los que seguimos y seguiremos aquí debemos meditar hasta el cansancio cualquier medida, sobre todo las punitivas, y si hay que rectificar, se rectifica, ¿por qué no?
Solo espero que esta vez no botemos el sofá, porque entonces seguirán cayendo vallas.
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