Asesinatos «humanitarios»

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Asesinatos «humanitarios»
Fecha de publicación: 
10 Junio 2013
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Cuando la propaganda imperialista alega que las acciones punitivas de los aviones sin piloto o «drones» solo exterminan a entes criminales y salvan vidas, minimizando el alto número de las víctimas por los «daños colaterales», hace recordar que, con igual pretexto, fueron lanzadas las bombas atómicas que devastaron las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, y devastadas Corea y Vietnam en sendas y fracasadas agresiones.
                                                                                                                       
Todo es un gran negocio, porque los drones se han hecho tan populares entre los regímenes occidentales y las satrapías árabes, que miles de millones de dólares engrosan continuamente las arcas de los entes norteamericanos que perciben sus mayores ganancias de la industria de la guerra.

Para la propaganda promovida por Occidente, es natural la matanza indiscriminada de lo que consideran enemigo, antes más abiertamente, ahora de forma sofisticada con los drones.

Porque bombardear ciudades no es nada nuevo. Desde antes de la Segunda Guerra Mundial el asesinato masivo de civiles había sido puesto en práctica por los británicos, con el fin de implantar el terror y «salvar» las vidas de los agresores.

En octubre de 1922, ocho escuadrones de la Royal Air Force iniciaron bombardeos a gran escala sobre Iraq con diversos tipos de bombas, incluyendo bombas incendiarias, de acción retardada, y petróleo sobre viviendas civiles. Según ellos, los bombardeos indiscriminados «demostraban ser notablemente efectivos, extremadamente económicos e indudablemente humanitarios a la larga»… y prosiguieron hasta 1932.

El general Hugh Trenchard, después de los ataques aéreos contra civiles en Iraq, dirigió la Independent Force (el cuerpo británico de bombarderos en la Segunda Guerra Mundial) y aplicó la misma estrategia, que pasó a denominarse «bombardeos estratégicos».

Trenchard aseguraba que «es evidente que el efecto moral de los bombardeos supera a sus efectos materiales en una proporción de 20 a 1, y que, por tanto, era preciso crear el mayor efecto moral posible». Por ende, la mejor manera de derrotar al enemigo era llevar a cabo «bombardeos estratégicos» contra viviendas de civiles, especialmente de obreros industriales. Así «ahorraban» muertes en nombre de lo humanitario.

Los norteamericanos compartieron esta táctica, confiando en que la campaña de bombardeos conjuntos anglo-estadounidenses sobre civiles iba a destruir la moral alemana. Y así se hizo. Por ejemplo, el 13 y el 15 de febrero de 1945, la ciudad de Dresde sufrió un bombardeo durante 14 horas con bombas incendiarias. Arrasaron la ciudad, donde no había instalación militar alguna, y mataron a unas 135 000 personas.

Al final de la guerra, 131 pueblos y ciudades alemanes habían sido bombardeados y aproximadamente 600 000 civiles habían muerto durante «bombardeos estratégicos», llevados a cabo principalmente por fuerzas británicas y estadounidenses encargadas de aplicar la venganza «humanitaria».

A pesar de estas evidencias, el historiador David Kennedy escribió en la revista norteamericana Time que en Europa los aviones U.S. B-17 y B-24 de bombardeo hicieron un considerable esfuerzo por restringir sus ataques a los objetivos de alto valor económico y militar.
                                                                                                                 
Luego, los norteamericanos continuaron la misma estrategia en el Pacífico, donde más de cien ciudades japonesas fueron destruidas mediante bombas incendiarias antes de la destrucción atómica de las ya mencionadas Hiroshima y Nagasaki, causando un millón de víctimas.
                                                                                                                               
Solo el bombardeo de Tokio, el 9 de marzo de 1945, con bombas de fósforo y con 8 250 de 250 kilogramos que a 150 metros antes de tocar el suelo se fragmentaban cada una en 50 bombas de NAPALM asesinó a 120 000 personas e hirió a más de 40 000. ¡Ah!, pero ahorraban «humanitariamente» vidas… norteamericanas.

Son legalmente crímenes de guerra, de lesa humanidad, esos actos de bombardeos terroristas de destrucción masiva que han quedado impunes, como los que se han realizado en los últimos tiempos contra la desmembrada Yugoslavia, Iraq, Afganistán y Libia (que intentan hacer con Siria), con secuelas radiactivas entre la población.

Ahora todo es más «fino», teledirigido, como esos ataques de drones, antecedidos por los asesinatos «selectivos» que practica Israel.

Pero, recordamos, jamás se ha terminado guerra alguna tan solo bombardeando indiscriminadamente y matando a civiles en masa, como parte de esa estrategia «humanitaria» imperialista, que, a la larga, fortalece la resistencia de los sobrevivientes.

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