La "Guerra de las Galaxias" aceleró el colapso de la URSS
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Hace 30 años, el entonces presidente de EEUU, Ronald Reagan, lanzó la Iniciativa de Defensa Estratégica, conocida también como “guerra de las galaxias”.
Pero Washington no logró alcanzar los objetivos fijados. EEUU no consiguió crear un gran paraguas nuclear capaz de detectar y destruir todos los misiles lanzados contra cualquier parte del territorio estadounidense. Pero esto no benefició a la URSS. Enormes gastos militares y fuertes desequilibrios en la industria llevaron al país a la crisis.
La Iniciativa de Defensa Estratégica fue un concepto del escudo antimisiles que contemplaba el uso del espacio con fines defensivos y se basaba en una combinación de varios medios de destrucción, incluidos los basados en nuevos principios físicos como rayos de microondas, de partículas, láser de rayos X, etc.
Se estudiaban las posibilidades de derribar los misiles balísticos intercontinentales en las cuatro fases de su trayectoria. Por ejemplo, se propuso la posibilidad de emplear láser de rayos X generado por explosiones nucleares. El autor y promotor de esta idea fue el científico estadounidense Edward Teller, que a finales de los cuarenta dirigía el proyecto del desarrollo de una bomba termonuclear.
Se trata de cabezas nucleares montadas en satélites que generan energía por una detonación que produce una serie de pulsaciones láser creando una barrera impenetrable para las cabezas de combate.
En caso de un aumento de la potencia de impulso (de la carga nuclear que se hace explotar) se podrían derribar los objetos terrestres a través de la atmósfera. Además, este láser era una bomba nuclear colocada en órbita que podía lanzarse directamente al enemigo sin que éste tuviese tiempo de darse cuenta de la amenaza y aprovechar el sistema de defensa antimisiles.
Había también láseres con base en aire que desde el avión de la clase Boeing 707 podían interceptar los misiles en la fase activa de su trayectoria. O láseres más potentes con base en el espacio que fueron desplegados en las órbitas polares y supuestamente podían interceptar los misiles soviéticos. No se debe olvidar el cañón de riel: arma eléctrica que por medio de un campo magnético dispara proyectiles metálicos a alta velocidad, hasta a 10 kilómetros por segundo, además de una gama de medios de alerta temprana, incluidos los nuevos satélites.
Los planes de la lucha contra un hipotético ataque nuclear en un nuevo nivel tecnológico impresionaron tanto que este programa fue bautizado por los medios de información como "guerra de las galaxias" por asociación con la popular película que salió a las pantallas a finales de los setenta y principios de los ochenta. El programa no se mantenía en el secreto sino que se describía en detalle.
Pero no se logró realizar las tareas planteadas, a excepción de una amplia propaganda y el desarrollo de sistemas de información satelital y tecnologías de destrucción, que fueron empleadas en el actual programa de defensa antimisiles de EEUU.
Según varias estimaciones, el coste de los trabajos I+D de la Iniciativa de Defensa Estratégica fue de unos 25.000 millones de dólares durante todos los años ochenta.
Tras el colapso de la URSS en 1991, en Rusia se divulgó el punto de vista de que la Iniciativa de Defensa Estratégica, perseguía el objetivo de provocar una carrera armamentista ante una amenaza inexistente.
Las autoridades soviéticas se preocuparon y empezaron a inyectar dinero en el desarrollo de programas de "respuesta asimétrica". Esto provocó una crisis económica y el colapso de la URSS. A los estadounidenses les gusta esta leyenda y los analistas rusos suelen recordarla de vez en cuando.
“Los rusos prefieren jugar con nosotros al ajedrez y nosotros, al ‘Monopoly’. La cuestión consiste en si ellos logran darnos mate antes de que estén en bancarrota”, destacó Jeane Jordan Kirkpatrick, la embajadora de EEUU ante la ONU en la época de la presidencia de Reagan. Se trata de un mito que tiene poco que ver con la realidad. Sí es cierto que la Iniciativa de Defensa Estratégica fue un ‘bluff’ y que al presentar una detallada descripción de varios elementos de este concepto EEUU buscaba dirigir a Moscú en una dirección errónea. Pero es poco probable que el objetivo principal de esta iniciativa fuese conllevar la economía soviética al colapso.
Desde el punto de vista estratégico, EEUU sí que ganó la carrera tecnológica a la URSS en los últimos años de su existencia, pero las relaciones entre los dos países no se limitaban a esta rivalidad. Eso decía Kirkpatrick.
Además, en los ochenta, los analistas estadounidenses consideraban que el sistema económico y social de la URSS era mucho más sólido de lo que era en realidad. De hecho, la carrera armamentística se inició antes de la Iniciativa de Defensa Estratégica y la Unión Soviética participaba en esta con todos sus escasos recursos.
El crecimiento de gastos militares en la URSS no fue provocado sólo por la necesidad de contrarrestar a esta iniciativa sino que no se explica sin ésta. Yuri Solomónov, director de proyectos de construcción de sistemas de misiles balísticos con base en tierra (Topol-M) y en mar (Bulavá), describió el proceso de toma de decisiones sobre el desarrollo de medidas científicas y tecnológicas de respuesta a la Iniciativa de Defensa Estratégica a mediados de los ochenta.
Nadie quería evaluar el modelo de funcionamiento del nuevo sistema de defensa antimisiles de EEUU promovido como tal y que fue considerado por muchos representantes de la industria soviética como inútil desde el punto de vista de física y de ingeniería. En base a las decisiones tomadas, se determinaron los trabajos de investigación y desarrollo y se destinaron miles de millones de rublos.
El sector de Defensa soviético no miraba por el dinero. Las autoridades de la URSS le daban casi todo lo necesario para que se realizara el trabajo en las direcciones que preocupaban a la cúpula política del país. Hacia 1988, hasta un 75% de todos los gastos para los trabajos I+D en la URSS se realizaba en el marco del sector de Defensa.
A finales de los setenta, el Comité Central del Partido Comunista de la URSS (PCUS) preguntó a Anatoli Basistov, diseñador del sistema de defensa antimisiles А-135 instalado en los alrededores de Moscú, si se podía crear un sistema seguro para repeler un ataque masivo de misiles con ojivas nucleares.
Según Basistov, en aquel momento, entendió que si decía que era posible, recibiría todo tipo de recursos para llevar a cabo los experimentos necesarios para realizar la tarea planteada. El diseñador dijo que era imposible. Pero no se podía cambiar el mecanismo que ya funcionaba en el sector. Y además, los estadounidenses decían que era posible crear tal sistema.
Yuri Yaremenko que desde finales de los ochenta ocupaba el cargo del director del Instituto de Pronósticos para la Economía Nacional, destacó que el daño principal que causó la industria de defensa soviética de los ochenta no consistía en el dinero destinado a varios proyectos. La industria de defensa aprovechaba lo mejor que había en el país: el personal cualificado, así como los materiales, equipos y tecnologías más avanzados.
El segundo puesto en el sistema de prioridades lo ocupaban el sector energético y el de las materias primas. La construcción de maquinaria civil y la industria ligera y textil tenían cuadros poco cualificados, los que no fueron elegidos para trabajar en la industria de defensa, y tuvieron que conformarse con materiales de baja calidad.
Esto determinaba la efectividad de los productos fabricados y contribuía al retraso del nivel tecnológico de la industria soviética. Pero nadie parecía dispuesto a transferir las altas tecnologías empleadas en el sector de defensa al sector civil.
Yuri Yaremenko recordaba que los programas dirigidos a reducir los gastos militares, que preveían transferir las altas tecnologías y el personal cualificado de la industria de defensa a la fabricación en serie de artículos de amplio consumo (como equipos de uso doméstico de alta calidad) se presentaban al Gobierno soviético desde principios de los ochenta. Pero las autoridades del país ignoraban estas propuestas y continuaban destinando recursos para el sector de defensa.
Los directores de las empresas del sector se encargaban de fabricar también productos para el uso civil, pero no los consideraban prioritarios porque los programas militares se pagaban mejor y les interesaban más.
El desarrollo de nuevos programas para contrarrestar las amenazas que presuntamente representaba la Iniciativa de Defensa Estratégica de EEUU no podía empeorar mucho la situación en el sector de defensa que desde la segunda mitad de los setenta recibía enormes recursos.
El presidente de EEUU, Ronald Reagan, no conocía bien a los dirigentes soviéticos. Incluso si no se hubiera lanzado la Iniciativa de Defensa Estratégica, las autoridades soviéticas la habrían inventado.
La catástrofe económica de la URSS no se debió al petróleo, ni a la Iniciativa de Defensa Estratégica, ni a EEUU, etc. El problema consistía en que en la economía del país se formó un enorme sector aislado que no se veía afectado por la falta de dinero y que cada vez exigía más.
Hubo que transferir una parte de sus enormes recursos para cubrir las necesidades cotidianas de todo el país. Pero los altos cargos del sector de Defensa, desde los directores de las plantas hasta los miembros del Consejo de Ministros y el Comité Central del PCUS -que entendían lo que pasaba en realidad- callaban. Estaban satisfechos con cómo iban las cosas y nadie quería asumir la responsabilidad por tomar decisiones en el sistema de la irresponsabilidad colectiva de los ochenta.
Además, todos temían afrontar una nueva espiral de la guerra fría y por eso trataban de encontrar una fórmula de compromiso entre la presión por parte de Washington en las negociaciones sobre el desarme y las exigencias de los dirigentes del sector de defensa soviético. A consecuencia, la industria de defensa explotó junto con toda la economía de la URSS y el propio país.
Reagan podía apuntarse la victoria, aunque no fue mérito suyo.
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