A la espera de la fumata blanca

A la espera de la fumata blanca
Fecha de publicación: 
12 Marzo 2013
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Millones de personas en el mundo: católicos, ateos y con diferentes creencias religiosas quedan, a partir de hoy, a la espera de una humareda blanca procedente de la Capilla Sixtina. La señal indicará que ha finalizado este inesperado periodo en que la Iglesia no tiene Sumo Pontífice.

 

Los prelados se tomaron su tiempo para poner fecha a este cónclave y unas cinco reuniones fueron necesarias para seleccionar la fecha. Al parecer la delicada situación en que colocó a la Iglesia la dimisión de Benedicto XVI volvió a los cardenales algo cautelosos.

 

Hay quien todavía no se ha sacudido de la sorpresa que le causó la renuncia de Joseph Ratzinger luego de unos ocho años de pontificado. Se trata de un hecho casi inaudito con antecedentes olvidados en la historia después de tantos siglos.

 

Pero la necesidad de elegir un nuevo Papa, me atrevo a afirmar, es la menos preocupante entre las que hoy urgen a la Iglesia. Lo más importante es a descubrir a qué se enfrentará el elegido.

 

La renuncia papal fortaleció la ola de rumores surgida a raíz de la filtración masiva de documentos del Vaticano y ha dejado tambaleante la moral de dicha institución.

 

Tras el escándalo de Vatileaks, tres cardenales –el español Julián Herranz, el eslovaco Jozef Tomko y el italiano Salvatore De Giorgi, realizaron a pedido del Papa un informe interno sobre la Curia. Benedicto XVI dejó lo que puede ser una caja de Pandora en el apartamento pontificio, a la que solo tendrá acceso su sucesor.

 

La Santa Iglesia que Bocaccio nos describió en Decamerón, plagada de frailes ostentosos, sacerdotes acaudalados y monjas lujuriosas cobra vida de repente en la opinión pública.

 

Este río, en efecto lleva varias piedras. Una de las revelaciones de Vatileaks que más repercusión tuvo fue una carta firmada por monseñor Carlo Maria Viganò, representante diplomático de Joseph Ratzinger en Washington, en la cual denunciaba la corrupción extendida en las contratas de la Santa Sede.

 

Además la Iglesia arrastra desde el 2000 un escándalo de pederastia que ha dado mucho que hablar. Ya el primado del Reino Unido, Keith O'Brien, uno de los cardenales electores, se vio obligado a renunciar al cónclave por las denuncias sobre su conducta sexual inapropiada.

 

Una docena de prelados han sido marcados por la Red de Supervivientes de Personas que sufrieron Abusos por Sacerdotes (SNAP) por no afrontar con el suficiente rigor los abusos sexuales cometidos por clérigos contra menores y la asociación reclama que tampoco asistan al cónclave. El Vaticano, a través de su portavoz Federico Lombardi, expresó su desacuerdo con la SNAP.

 

El «Informe Vatileaks», cuyo contenido permanece oculto, podría confirmar todas las sospechas y rumores, así como revelar luchas de poder y corrupción en la cúpula vaticana. Quizás sea esa posibilidad la que ha provocado la precaución entre los purpurados.

 

Aunque las congregaciones generales se realizan a puertas cerradas varios comentarios de los cardenales se han filtrado. Lo sabido es que una parte del Colegio Cardenalicio considera imprescindible conocer los detalles del documento antes de tomar cualquier decisión, mientras otro grupo desea terminar con este «trago amargo» lo más pronto posible.

 

También todo parece indicar que no hay un candidato claro para ocupar la vacante que dejó Benedicto XVI. Varios medios de prensa especulan que podría tratarse de un latinoamericano, lo que sería un profundo cambio en la imagen de la Santa Sede.

 

Los que sí deben tener una idea más concreta sobre el próximo Papa son los tres cardenales que integraron la comisión investigadora de la filtración de documentos reservados del Vaticano y a quienes no se les impidió participar en la votación.

 

Bajo la cobija de los frescos de Miguel Ángel y Rafael finalmente los ciento quince integrantes del Colegio Cardenalicio elegirán entre ellos al más capaz para llevar las riendas de la Iglesia, que atraviesa una crisis vinculada al abuso sexual de niños por parte de sacerdotes y a conductas inapropiadas de clérigos adultos.

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