Súlkary en el Gran Teatro
especiales
Hay coreografías tan rotundas, con metáforas tan logradas, tan perfectas en su concreción escénica… que no envejecen. Son los clásicos.
En Súlkary, por ejemplo, Eduardo Rivero estilizó maravillosamente la relación sensual de las parejas, la carga beligerante del diálogo erótico, el hieratismo de una cultura ancestral.
Danza Contemporánea de Cuba rindió homenaje al gran maestro, fallecido hace poco en Santiago de Cuba, con una representación de esa obra, a cargo de jóvenes y talentosos bailarines.
La vocación folclorista es evidente, pero no marca pautas. Más bien es punto de partida. El coreógrafo trazó nuevos caminos: moldeó una manera de moverse, de “estar” sobre la escena, de armar y romper sincronías.
Los jóvenes bailarines de Danza Contemporánea de Cuba le han inyectado grandes dosis de frescura y virtuosismo técnico a la pieza.
Son bailarines hermosos, expresivos y hábiles. Asumieron la coreografía con una asombrosa noción de la grandeza: eran los guerreros y sus mujeres… y al mismo tiempo, príncipes.
La temporada de DCC en el Gran Teatro de La Habana también incluyó dos creaciones del joven George Céspedes, uno de los más activos coreógrafos del país.
Primero una pieza bastante íntima: La ecuación, que exige de sus intérpretes una gran concentración; y para finalizar la electrizante Mambo 3XXI, un auténtico tour de force para el cuerpo de baile que el público agradece siempre con una calurosa ovación.
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