Graffiti: ¿Arte y vandalismo?
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Hasta el siglo XIV la pared fue uno de los principales soportes de la producción artística.
Sin embargo, en las últimas décadas, ha surgido un movimiento que, siguiendo esta concepción antigua, transgrede las normas de respeto y convivencia de la sociedad actual.
Es frecuente encontrar en avenidas y calles pinturas o plantillas hechas con aerosol que pueden resultar interesantes, atractivas y de buen gusto, o grotescas y poco estéticas.
El graffiti, como se le nombra a las formas de inscripción sobre el mobiliario urbano, está constantemente en la cuerda floja entre el arte y el vandalismo.
Nelson Ponce, diseñador de la Casa de las Américas, opina que el graffiti puede ser arte, aunque no responda a los patrones sociales ni al orden establecido.
Escribir sobre los muros es un impulso tan antiguo como los indicios de racionalidad del ser humano: los macedonios, los griegos o los antiguos egipcios con sus indescifrables jeroglíficos ya utilizaban esta superficie como soporte de su escritura y de su arte.
Incluso, mucho antes, el hombre primitivo realizaba en las paredes de las cuevas pinturas rupestres. Sus representaciones iban a responder a uno de los más ancestrales instintos del hombre, el de comunicarse.
Según Joan Garí, en su libro La conversación mural, lo que comenzó en los años 70 en los metros de Nueva York con el objetivo de llamar la atención de los pasajeros, llega a la actualidad con un estilo más formado, mejor pensado y con un objetivo más sólido.
Para Marcos Kaos, graffitero de La Habana, muchos de sus compañeros tratan de que el graffiti no sea algo más de lo que la gente está acostumbrado a ver, por eso toman tiempo ideando los bocetos, creando conceptos, o buscando la pared apropiada para cada dibujo.
En cambio para Ariel Slim, lo apasionante es la adrenalina surgiendo de la pared, pues no necesitas de una galería para expresar lo que quieres, interactúas con el ambiente urbano y llegas directamente a las personas para hacerlas pensar, según sus apreciaciones.
Ileana Martínez, vecina de la calle 23 en la barriada habanera de El Vedado, considera que no se puede asumir como arte algo que atenta contra la seguridad vial, por citar un ejemplo, porque si alguien pinta sobre una señal de tránsito está contribuyendo a posibles accidentes, asegura.
Cada persona pinta su entorno a su gusto y nadie tiene el derecho a cambiarlo. El graffiti, es un total acto de vandalismo, comentó.
Ponce, diseñador del famoso cartel de la película cubana Vampiros en La Habana, considera el graffiti como una actividad netamente ilegal.
Cuando no lo es, entonces ya el nombre cambia y podría ser muralismo, lo que utilizando spray. El graffiti tiene en su esencia, lo prohibido, la manifestación antisocial y contracorriente, por tanto siempre estará al margen de la sociedad, aseguró.
Lo cierto resulta que el graffiti ha sido llevado en otros países a las galerías, a colecciones y ya se reconoce como arte urbano.
En Cuba se ha intentado que sea de igual modo pero hasta ahora resulta imposible, tal vez aquí no ha alcanzado la madurez para tener reconocimiento de esta índole o las personas no están preparadas para distinguirlo de esta forma, señala Kaos.
La solución, según René, no está en reprimirlos sino en crear espacios para desarrollar esta manifestación dentro de la legalidad, que se promuevan actividades con estas características en lugares apropiados.
Pintar muros y calles al libre albedrío no es correcto, aunque por ello no deja de ser arte, en ocasiones. Respetando monumentos y escogiendo cuidadosamente los lugares donde se hace, el graffiti puede llegar a ser aceptado por la sociedad como una forma atractiva de adornar sus calles.
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