Uranio empobrecido: Los muertos vivientes
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Así, los muertos vivientes, bautizó la periodista Amy Worthington en The Idaho Observer a las tropas norteamericanas y británicas que participaron en la Guerra del Golfo y la agresión y ocupación de Iraq, una cifra que asciende a más de medio millón de soldados, sin mencionar a los 25 millones de iraquíes.
Y es que años después siguen muriendo muchos de los contaminados por la exposición de uranio empobrecido, presente en el aire, el agua y el polvo.
Incluso ha sido muy mal atendida la demanda de que se subsidie el tratamiento médico a los veteranos afectados, y la razón estriba en que hacer eso podría significar que el gobierno reconozca el problema y enfrente legalmente su negligencia al enviar a tropas norteamericanas a combatir con armas radioactivas, lo cual es más mortal que el enemigo en el campo de batalla.
Es decir, se piensa en lo que les hicieron a los combatientes estadounidenses, pero no a la inocente población iraquí.
No poseemos información completa sobre lo que está pasando en Afganistán, donde la aviación de EE.UU. ha hecho virtualmente imposible la vida en algunas de las regiones cercanas a la frontera con Paquistán, lejos de los bien cuidados militarmente campos de amapola (productora de la heroína), en su loco afán de exterminar a los rebeldes afganos, a pesar de conversaciones para lograr la paz.
En lo que concierne a Iraq, se conoce que el Pentágono impidió que los soldados norteamericanos escriban a sus casas quejándose acerca de la variedad de enfermedades que les aquejan por la combinación mortal del uranio empobrecido, las vacunas tóxicas, los insectos locales y el terrible calor que deshidrata a sus víctimas.
Pero a pesar de las presiones de los dominantes halcones de la guerra, congresistas demócratas presentaron diversos testimonios gráficos que mostraban los fatales efectos del uranio empobrecido en los soldados, instando al gobierno a financiar completamente el cuidado médico.
GUERRA POR LA VERDAD
Christopher Bollyn, de American Free Press, expuso que los militares de alto rango nunca han reconocido abiertamente la verdad de las afirmaciones de científicos norteamericanos que entienden el daño del uranio empobrecido
Sin embargo, como siempre sucede con este tipo de cuestiones, los poderosos medios de prensa no mencionan este asunto ni la cantidad de dinero que se ofrece para que no se hable de ello, por lo cual la inmensa mayoría de la población ignora el hecho.
La reacción estándar del Pentágono sobre cualquier historia acerca de esta situación es negarla repetidamente, y los voceros del Congreso no tienen autorización ni siquiera para insinuar que el efecto del uranio empobrecido en el campo de batalla posea algún peligro para los “preciados” soldados.
El asunto esta tan claro que no necesita ser un científico de proyectiles para entender que la lluvia radioactiva subsistente por las armas radioactivas pondría en amenaza de muerte a cada soldado que maneje las armas. Por supuesto, no se menciona a quienes son sus víctimas directas, sean en Iraq, Afganistán u otra nación objeto de la guerra que desata Estados Unidos para usurpar sus riquezas.
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