Todo igual: EE.UU.: minoría dominante

Hace unas horas el hiperreaccionario antinmigrante Ron DeSantis, gobernador de Florida, oficializó su candidaturita a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Republicano, convirtiéndose en el más serio oponente del expresidente Donald Trump y entrando en un grupo ya integrado por Nikki Haley, ex gobernadora de Carolina del Sur; Asa Hutchinson, que ocupó igual cargo en Arkansas, y el millonario Vivek Ramaswamy.

Por el Partido Demócrata, aspiran el presidente Joe Biden, la consejera espiritual Marianne Williamson y Robert F. Kennedy Junior.

Pero lo anterior queda solo en el rango informativo, porque faltan posiblemente más aspirantes y las reuniones que elegirán a los candidatos finales a un año de los comicios.

Lo más importante de todo esto es quien tendrá suficiente influencia y dinero para llevarse “el gato al agua”, por lo cual resulta importante contar con el lobby adecuado y las influencias que dan el poder, que es la realidad en elecciones tras elecciones en esa falsa democracia, algo originado históricamente en Grecia, donde 20 000 ciudadanos blancos elegían a sus favoritos sentados sobre las espaldas de más de 400 000 esclavos.

En Estados Unidos es ley, es decir, es válido para esa nación, el aporte de las corporaciones a los diferentes candidatos, así como la entrega de dinero a los lobistas que buscan prebendas de los legisladores. Por ejemplo, Biden fue un lobista.

Qué elemento tendrá más influencia al respecto, realmente, no hay mucho que buscar, cuando se piensa que entre lo más graves problemas que presentan actualmente las confrontaciones entre naciones se hallan las relacionadas con el conflicto creado por el Imperio en Ucrania, el bloqueo de Estados Unidos a Cuba, la búsqueda de la paz en Colombia y, pienso, el más difícil de todos, el cada vez mayor genocidio del sionismo dominante en Israel contra el pueblo palestino.

CONTROL JUDÍO

No importa que haya grupos nazis o supremacistas que practiquen impunemente el racismo en Estados Unidos contra los negros y los migrantes latinoamericanos, porque ello no afecta el control judío del Congreso y de las más importantes decisiones del Ejecutivo, aunque sólo el 2% de la población tenga esa condición.
Recordemos otras cuestiones tan extrañas como el asueto de dos días –sin ser feriados- dado a unos 200 funcionarios judíos que laboraban en los pisos más altos de las Torres Gemelas neoyorquinas, cuando éstas fueron atacadas el 11 de septiembre del 2001.

Pero esto son elucubraciones sin comprobar, y no creo que lo sean algún día investigadas.
Lo más importante es el lobby israelí, toda una coalición de un amplio número de personas y organizaciones que comparten como posición común el apoyo de una especial relación entre Washington y Tel Aviv, sin importar lo que para ello se realice.

Este grupo de presión tiene una notable influencia y poder: desempeñan un papel central en las finanzas constituyen la mitad de los multimillonarios, son jefes ejecutivos de las tres principales cadenas de televisión, dueños de los estudios de las más grandes empresas cinematográficas y propietarios de la cadena de periódicos más grandes del país, entre ellos el influyente y “objetivo” The New York Times.

Otro ejemplo de su poderío es que constituyen el 25% de periodistas y directores de élite, más del 17% de los directivos de las principales organizaciones y el 15% de los altos funcionarios con cargo civil.
Desde su creación, Israel contó con el apoyo incondicional de la colectividad judía de Estados Unidos, en la que, detrás de su posición monolítica, estaba apareciendo alguna divergencia, debido a la nueva generación, pero no creo que ello influya para bien.

De todas maneras, y con sus variantes, uno de los objetivos principales de los aspirantes a la presidencia de Estados Unidos es lograr el mayor respaldo posible del lobby judío, por lo que la policía oficial continuará ofreciendo apoyo político, militar y financiero a Tel Aviv y dejar que el régimen sionista de turno prosiga con la expulsión o muerte del pueblo palestino.