Lula y la necesaria movilización social
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Foto tomada de Sputnik Mundo
Con menos de diez meses de ocupar la presidencia de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva sigue siendo una figura que da esperanza a la mayoría de los brasileños, pese a que ahora, como nunca, espurios intereses conspiran en su contra.
Esto ocurre desde disímiles escenarios, como los que controlan grupos bolsonaristas de donde salieron los participantes en el asalto a las sedes de los tres poderes en enero de este año, militares que temen perder los privilegios que adquirieron con el anterior mandatario, una justicia que no acaba de realizar su principal función y elementos disfrazados de religiosos que explotan la ignorancia.
A pesar del peligro que representa lo antes enumerado, quizás el mayor de todos en estos momentos proviene de un Congreso más refractario que nunca antes, el cual da armas a la derecha para echar abajo o congelar las principales propuestas de Lula.
Sin dudas, es un desafío a la gobernabilidad, que también se presenta cuando se trata de articular un proyecto de gobierno con alcaldes, gobernadores y congresistas bolsonaristas que siguen apostando por lógicas discursivas de ultraderecha con las que es muy difícil negociar.
En el caso del Congreso, la situación presenta un escenario particularmente difícil para la nueva administración nacional. El 30 de octubre del 2022, además de celebrarse la primera vuelta de las elecciones presidenciales, Brasil renovó los 513 miembros de la Cámara de Diputados y un tercio de las bancas del Senado. El Partido Liberal (PL), bolsonarista, hizo una histórica elección legislativa, logrando consolidar una bancada de 99 diputados y adquiriendo por primera vez en 25 años el control del Senado.
El potencial peligro para la administración de Lula radica en que el Partido de los Trabajadores, aún contando los votos de grupos políticos aliados en el organismo, no reúne los 180 votos necesarios para frenar un juicio político. E incluso si lo hiciera, el PL tiene el poder suficiente como para convertir el proceso de impeachment en un verdadero estorbo para la gestión de Lula.
El mejor ejemplo, por cercanía regional y temporal, es lo sucedido en Perú con la destitución de Pedro Castillo el pasado diciembre. La aprobación de la moción de vacancia que destituyó a Castillo estuvo fundada en un abuso de poder que ejerció el entonces presidente al intentar disolver el Congreso.
Sin embargo, previo a eso, la oposición lideró dos intentos de destitución, alegando una rebuscada justificación basada en un término constitucional ambiguo. Si el Partido Liberal de Brasil enfoca sus esfuerzos en boicotear el gobierno petista, las posibilidades de concretar la agenda que se ha propuesto Lula se reducen considerablemente.
CARGA PESADA
Muchos de los niños que dejaron atrás el hambre durante los primeros dos gobiernos de Lula son jóvenes mayores de edad que asistieron a las urnas y votaron con memoria. También con el estómago vacío, porque Brasil atraviesa una epidemia de hambre. Según un estudio desarrollado por la Red Brasileña de Investigación en Soberanía y Seguridad Alimentaria, más de la mitad de los habitantes del país sufren algún tipo de inseguridad alimentaria.
El informe En Brasil, comer es un acto de resistencia, de The Brazilian Report, revela que 36 de cada 100 brasileños carecen de los medios para comer al menos una vez al día. Josué de Castro, uno de los principales teóricos que estudia la inseguridad alimentaria en Brasil, describe el hambre en el país como una “enfermedad crónica” provocada por los altísimos niveles de concentración de riqueza y la falta de políticas estatales destinadas a garantizar una redistribución justa.
En este contexto, el gobierno de Lula da Silva llegó con una carga muy pesada sobre sus hombros. Lo cierto es que, aunque las dos décadas que pasaron desde el inicio del primer mandato de Lula no han sido en vano, la añoranza aglutina grandes expectativas sobre los cambios en la calidad de vida de la población más empobrecida que trae consigo esta tercera presidencia.
Lula, además, no dudó en asumir explícitamente la erradicación del hambre como meta principal de su gobierno. “Nuestro compromiso es terminar con el hambre otra vez”, dijo en su primer discurso en Sao Paulo luego de ganar el balotaje presidencial contra Bolsonaro.
Con esto, el Presidente de Brasil se une a su homólogo colombiano en la dura tarea de estar a la altura de la esperanza. Mientras Gustavo Petro se propone alcanzar la paz, Lula da Silva apuesta por la erradicación del hambre.
LOGROS Y DESAFÍOS
Incluso los medos de prensa que se mueven al compás de la derecha han reconocido los logros del tercer mandato presidencial de Lula.
En este contexto se encuentra el plan Más Médicos, el Programa Nacional de Inmunizaciones, la Farmacia Popular y la primera etapa de esfuerzos conjuntos para realizar cirugías en todo el país.
Pero el presidente ha encontrado serios obstáculos en el Congreso para llevar a cabo necesarios cambios para el brasileño.
Así, se obstaculizan medidas para lograr que se devuelva a Brasil la justicia social, el crecimiento, y el papel que jugó en la arena internacional antes de que asumiera su predecesor, Jair Bolsonaro.
Otras aristas de la esfera social hacia la cuales se ha trabajado y que el legislativo obstaculiza constantemente son la lucha contra la discriminación racial, la creación del Ministerio de Igualdad Racial, el enfrentamiento a la violencia contra las mujeres y la defensa de sus derechos, así como de los indígenas y de la población LGTBI, y el combate al crimen organizado.
Otros obstáculos del Congreso conspiran contra una reforma tributaria que corrija las distorsiones históricas de un sistema de impuestos regresivo e injusto para los brasileños y las entidades federativas.
Asimismo, conspira para evitar que Lula regrese al Estado importantes industrias que han sido privatizadas, retomar las obras que han sido detenidas y los planes oficiales para invertir en infraestructura, que tiene seis ejes: transporte; infraestructura social; inclusión digital y conectividad; infraestructura urbana; agua para todos y transición energética.
Un diputado y dirigente del Movimiento Sin Tierra, Joao Daniel, ha reclamado en Latitud Brasil, que se emite por Telesur, la fuerte y necesaria movilización social para apoyar los planes de Lula, asegurando que esos legisladores reaccionarios temen realmente al poder popular, y así evitar la reedición del golpe parlamentario que depuso a Dilma Rousseff.
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