Cuando un héroe anónimo muere
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Suele ocurrir que ciertos héroes anónimos fallecen, y el hecho no es recogido por medios de prensa. Hasta en su muerte mantienen ese anonimato, ese bajo perfil como se dice para aquellas actitudes y acciones, que por su naturaleza, deben mantenerse bajo el manto de la prudencia y la discreción.
También se puede aplicar otra lógica, si se quiere más apegada a la justicia que todo héroe merece, que se conozca su trayectoria para el que quiera enterarse.
Con más razón si estamos hablando de uno de los tantos patriotas que participaron en el arranque de la Revolución cubana, cuando el concepto de épica adquirió una nueva dimensión, inabarcable.
Si, Arnaldo Armando Campos Ginestá es el héroe anónimo del que se habla acá, acaba de fallecer, el 11 de noviembre del 2025, a la edad de 86 años.
Campos, a secas, como le decían sus compañeros de labor de la última institución donde laboró, es de los fundadores de la Revolución cubana, de los que participaron en la guerrilla urbana y en la de la Sierra Maestra.
Tempranamente, apenas creado la célula del 26 de julio por Frank País, Campos se incorporó a dicha estructura, participando en diversas acciones de propaganda revolucionaria, y enfrentamiento, siempre en condiciones desiguales, a los esbirros de la Tiranía, que campeaban por su respeto, a punta de revolver y torturas en su natal Santiago de Cuba.
Eventualmente quemado, como se le decía a quien no podía permanecer en la ciudad, cuando se han agotado los mecanismos o medidas del más estricto clandestinaje, la dirección del Movimiento 26/7 decidió enviarlo al III Frente Oriental, bajo las ordenes de quien sería durante varias décadas su jefe, el legendario comandante Barba Roja, Manuel Piñeiro Lozada.
El primero de enero triunfa la lucha armada pero comienza para aquellos héroes, para los que no se convirtieron en mártires, la parte más difícil. Como dijo el comandante en Jefe Fidel, el derrocamiento de la dictadura batistiana fue tremendo, pero construir desde aquellas ruinas un nuevo país exigió, como la historia lo ha demostrado, otro tipo de coraje, de entrega y virtudes para refundar cotidianamente.
El triunfo sorprende a Campos con los grados de primer teniente, jerarquía que fue en ascenso hasta obtener los de comandante. Detrás de esa estrella, estaba el espíritu de lo inclaudicable, el sentido del deber, la dedicación sin horario ni fechas festivas a un propósito, defender la Revolución, y a lo que a la postre fue quizás más demandante para él, en todo caso redundante, la solidaridad con el movimiento revolucionario en Nuestra América y en África.
Nuestro Campos, porque es de todos los cubanos honorables, asume responsabilidades de dirección en los primeros órganos de protección y seguridad, o contra inteligencia como también se le conoce.
Está en la fundación de la Dirección de Inteligencia del Ejército Rebelde, el DIER, en la creación del llamado Vice ministerio técnico, del recién nacido Ministerio del Interior, en otras palabras, Campos está allí en la primera línea de defensa, aportando con las habilidades recibidas en sus años de clandestinaje en la guerrilla urbana de Frank País.
Y a Campos la vida, la historia le da la oportunidad, el privilegio de aportar a la Dirección General de Liberación, órgano especializado en desarrollar la mencionada solidaridad con los revolucionarios de otras partes.
Y aquella relación de subordinación/entrañable amistad con el comandante Barba Roja, sitúa a Campos como su segundo mientras duró el Departamento América del Comité Central del PCC, tal vez el órgano cubano más conocido en Nuestra América, con más historia legendaria acumulada, al menos en lo referido a una parte de la política exterior cubana, en los primeros 30 años de la Revolución.
Después Campos siguió aportando, sin desvelo, en el Departamento de Relaciones Internacionales, área de América del propio Comité Central, donde se jubiló siendo todavía vice jefe, en el 2010 con 35 años de vida como cuadro partidario y decenas de medallas de reconocimiento.
Que se puede decir y que no, porque hay cosas que aunque lejanas en el tiempo, han de andar ocultas, parafraseando al Apóstol, supone un desafío para completar esta brevísima reseña del héroe anónimo Campos.
Sin embargo, no se revelaría ningún secreto si se afirma que estaba allí cuando se diseñaron acciones y planes específicos, algunos tan trascendentes como la trayectoria que llevó al Che a su incorporación a la lucha revolucionaria, primero en Africa y después en Bolivia.
Si alguien supo que estaba pasando en América Latina por aquellos años, en cuanto a la política y a las luchas de sus pueblos, probablemente Campos sea un referente obligado.
Cuando se evoque la muy original creación de una agrupación de militares patriotas en la Región, la Asociación de Militares Patriotas Latinoamericanos, diseñada para contrarrestar la utilización de las fuerzas armadas contra sus propios pueblos, política implementada por EEUU en los años de las dictaduras y el Plan Cóndor, hay que hablar de Campos.
Muchos, quizás cientos de los propios héroes anónimos o líderes que tuvieron los movimientos populares y revolucionarios nuestro americanos, así como partidos políticos de todo o casi todo color y bandera ideológica, seguro pueden asociarse a la labor de Campos, anfitrión por excelencia de las visitas de estos a Cuba.
Allende, Miguel Enrique, Carlos Fonseca, Shafick Handall, los Cardenas de México, el dominicano Caamaño, también los militares Velazco Alvarado y Hugo Chávez, y un largo etc, pudieran dar testimonio de lo que aquí se dice.
Puede ser hasta sorprendente este relato, como que no se entiende una persona con tanto mérito y que Campos sea conocido por un reducido grupo de personas, los que le acompañaron en algunas de estas inmensas tareas. Pero justamente se trata de eso, que su leyenda, si cabe ese término, proviene del ya mencionado anonimato.
También Campos fue modestia, fue lealtad sin fisuras, lo dicho, cultor del más escrupuloso bajo perfil, especie de forma de actuar en la vida, incluso cuando no era necesario; Campos era compañerismo y honradez, también sentido de la autocritica, a la que se le podía llevar sin mucho esfuerzo, porque eso ocurre cuando un jefe confía y respeta a sus subordinados.
Ahora las cenizas de Arnaldo Armando Campos Ginestá descasaran en el cementerio de Santa Efigenia, en el Panteón de los Héroes de la Revolución Cubana, donde reposan antiguos compañeros de lucha como Frank País.
Muy cerca de ahí, en el propio Santa Efigenia, los restos en la sobria piedra que inmortaliza al cdte. en jefe Fidel Castro, la tumba de José Martí y de Carlos Manuel de Céspedes. Mencionar estos nombres, revela de por si el valor, la trascendencia y el aporte de Campos a la historia de esta heroica isla irredenta.
Sin héroes anónimos es obligado decir que no existiría siquiera la Revolución cubana. Ese es el Arnaldo Armando Campos Ginestá que ahora descansa en paz en tan sagrado lugar, mientras que la historia le contempla orgullosa.












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