Crisis de Octubre: a 60 años de una lección de valentía
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En mayo de 1962 arribó en el más estricto secreto a La Habana una delegación de alto nivel enviada por el premier de la Unión Soviética Nikita Jruschov, con el fin de comunicar a la dirección cubana informaciones de la KGB sobre los preparativos de Estados Unidos para invadir a la Isla en los próximos meses, y la propuesta de instalar cohetes nucleares soviéticos en el territorio nacional para la defensa del país.
Pero los generales soviéticos que visitaron Cuba encontraron que ese peligro no era ignorado, porque desde meses atrás el Comandante en Jefe Fidel Castro había pronosticado que el imperialismo yanqui, en venganza por la derrota de Playa Girón, estaba decidido a una invasión militar a la Isla.
Todos esos programas detectados por la KGB y enfrentados con éxito por los servicios especiales, las fuerzas armadas y el pueblo cubano se correspondían con la Operación Mangosta, concebida y supervisada por el presidente John F. Kennedy y desplegada en 1962 como versión ampliada de la aventura de Girón.
Años después Fidel explicó que fue aceptada la instalación de los misiles por razones éticas y solidarias, ya que percibió de inmediato que se podía mejorar el poder defensivo de todo el campo socialista, en aquel entonces en desventaja en la tenencia de cohetes atómicos frente a EE.UU. y sus aliados de la OTAN, además de fortalecer la defensa del territorio cubano aunque no le agradaba el uso de tal armamento para ese fin.
El máximo líder cubano propuso firmar un pacto militar de defensa mutua y hacerlo público, pero Jruschov consideró no hacerlo hasta que los cohetes no estuvieran emplazados porque confiaba en que su traslado y despliegue podían efectuarse de manera secreta.
De julio a octubre de 1962 se desarrolló la Operación Anádir, mediante la cual llegó a Cuba por mar un contingente de 42 mil efectivos con todo tipo de armas y fuerzas, que incluían, además, buena parte de los alrededor de 60 cohetes, rampas y ojivas nucleares.
No obstante, Fidel y Raúl Castro dudaron que tan inmenso movimiento e instalación de armas y tropas no fuera detectado por los servicios especiales estadounidenses, como realmente ocurrió el 15 y el 16 de octubre, cuando un avión espía U-2 que volaba impunemente sobre el país fotografió las instalaciones de los misiles, sin que la cohetería antiaérea bajo mando soviético lo impidiera ya que era el único medio con capacidad para derribar esa nave.
Con anterioridad, la URSS había negado que tuviera planes de instalar sus cohetes en la Antilla Mayor o en cualquiera otra nación, antecedente que le facilitó ganar la iniciativa a Estados Unidos ante la opinión pública nacional y mundial cuando en la noche del 22 de octubre el presidente Kennedy, en comparecencia televisiva, denunció la presencia de los cohetes con lo que justificó el bloqueo naval a Cuba.
La torpe decisión soviética de no aceptar la propuesta cubana de anunciar en menor plazo un acuerdo militar, lo que correspondía a una práctica habitual apegada al derecho internacional y la libre determinación de las naciones, facilitó que los términos se invirtieran y el mandatario estadounidense se presentó como víctima asombrada de la agresión en sus fronteras inmediatas por parte de su adversario principal, en complicidad con la vecina ínsula.
Ante la complejidad de la inesperada Crisis de Octubre, Washington dio marcha atrás a la Operación Mangosta y mantuvo en silencio sus macabros preparativos.
Solo 30 años después, en la década de 1990, fue desclasificada la Operación Mangosta, que resultó la más grande operación secreta realizada en tiempo de paz por la CIA, el Pentágono, el Departamento de Estado y otras agencias oficiales.
Aunque para entonces la mala memoria y el control hegemónico por los estadounidenses de la mayoría de los medios y centros académicos occidentales conspiraría para que las matrices de opinión implantadas, durante la también llamada Crisis de los misiles, dieran la idea de que Cuba y la URSS habían sido los malos de la historia.
Durante la noche del 23 de octubre de 1962, el Comandante en Jefe compareció ante la radio y televisión desmintió las acusaciones del mandatario norteamericano y sentó claramente que Cuba no tenía obligación de rendirle cuenta al vecino del Norte y que ese país no tenía derecho a decidir la clase y el número de armas que la Isla debía tener y que se habían tomado las medidas para resistir y rechazar cualquier agresión directa.
Rechazó además cualquier plan de inspeccionar el tipo de armamento en el país y dijo “(...) que dentro de nuestras fronteras somos nosotros los que decidimos (...) y nadie más”.
Los soviéticos accedieron el día 28 a retirar los cohetes, mientras EE.UU. desmantelaba los misiles similares en Turquía e Italia, la mayoría obsoletos, levantaba el bloqueo naval y daba garantías verbales de no invadir al territorio cubano.
La dirección nacional supo por radio el acuerdo y como respuesta Fidel Castro planteó sus conocidos Cinco Puntos: Garantía de no agresión a la Isla, fin del bloqueo económico y militar, cese de todas las actividades subversivas y agresiones contra Cuba, dejar de financiar las bandas terroristas y la retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos.
El Comandante Ernesto Che Guevara aquilató como pocos la estatura moral y capacidad estratégica del líder cubano y le escribió en su carta de despedida a Fidel: “He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis de Octubre. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios”.
Fueron días aquellos en que el pueblo cubano colmó las trincheras, en pie de Guerra, con plena confianza en su Comandante en Jefe y sabiendo que, ante los preparativos de invasión por Estados Unidos, defendía el sagrado derecho a la independencia y la soberanía.
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