COVID sin agua: un suicidio
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Las Cataratas del Iguazú en la Triple Frontera
No uno, sino el primer paso elemental para preservarse de no contraer el nuevo coronavirus COVID-19 es el de lavarse las manos con jabón y abundante agua. Pues bien: más de 3 000 millones de personas no tienen acceso a un líquido limpio, transparente, que le sirva de aseo y sana bebida, y más de la mitad de esa cifra son obligadas a acudir a esta en cualesquiera circunstancias para no morir de sed.
Siempre hemos defendido que los principales bienes de los pueblos no se deben privatizar jamás, que deben permanecer en manos del Estado, pero ello no ha sido posible en la mayor parte del planeta y entre esos medios se encuentra la indispensable agua.
El egoísmo, la corrupción, el ansia de hacer todo lo que se pueda para hacer más ingrata la vida hasta de sus propios pueblos, mueve a la detestable privatización, y en ese aspecto ha descollado la actual decisión del fascista presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, de privatizar el agua, basándose en que llevar ese bien a la población del gigante suramericano costaría 50 000 millones de dólares.
Lo cierto es que, aunque estamos en época de ciclones e inundaciones, la sequía sigue predominando en un cambio climático poco atendido por quienes pudieran hacerlo.
La investigadora mexicana Ana Esther Caixedo -profesora de la Universidad Nacional de México- afirma en su libro La guerra infinita, hegemonía y terror mundial que existen fuertes intereses económicos ligados a la puesta en marcha de planes imperiales para la obtención de recursos naturales valiosos. "La Triple Frontera (Argentina, Brasil, Paraguay), escribió, funciona como llave de acceso político y militar a la región amazónica; es una frontera que comunica a dos de los países más importantes de América del Sur y está en un lugar rico en biodiversidad (...) y con mucha agua que puede ser una buena fuente de energía eléctrica".
En su investigación señala la unión de los yacimientos naturales más importantes de la región y de los lugares de mayor despojo y efervescencia social con las bases o sitios de prácticas militares norteamericanas.
PREOCUPACIÓN
En Argentina, el Centro de Militares para la Democracia, a través de una investigación realizada por la profesora Elsa Bruzan, llegó a una preocupante conclusión:
"La cíclica presencia del Comandante del Ejército Sur de EE.UU. en la Triple Frontera, las declaraciones del Departamento de Estado y los rumores de que allí habría terroristas tiene un objetivo: el control del Sistema Acuífero Guaraní (SAG), un verdadero océano de agua potable subterráneo que tiene allí su principal punto de recarga".
El acuífero tiene 132 millones de años. Empezó a nacer cuando África y América estaban todavía unidas. Su extensión tiene las típicas dimensiones gigantescas del continente americano: 1 190 000 kilómetros cuadrados, una superficie mayor que la de España, Francia y Portugal juntas. Se le llama también el Gigante del Mercosur, porque este inmenso reservorio de agua pura se extiende desde el pantanal en el norte de Brasil, ocupa parte de Paraguay y Uruguay y llega hasta la pampa argentina. Una fortuna. Incluso hay quienes creen que, a enormes profundidades, el acuífero está conectado con los lagos patagónicos.
El volumen total de agua almacenada es inmenso: 37.000 kilómetros cúbicos (¡donde cada kilómetro cúbico es igual a un billón de litros!). Pero el volumen explotable hoy es de 40 a 80 kilómetros cúbicos por año, una cifra equivalente a cuatro veces la demanda total anual de la Argentina.
En Brasil, especialistas sobre temas internacionales, opinaron sobre la Triple Frontera que se busca crear un clima de histeria, lo cual no sólo apunta al riesgo de una ocupación militar del ejército norteamericano, justificada con falsas denuncias de terrorismo (otro paralelo con Iraq, donde supuestamente había armas de destrucción masiva que nunca se hallaron), sino a otro plan:
“EE.UU. puso al Banco Mundial y a la Organización de Estados Americanos al frente de un proyecto que busca detectar la magnitud del recurso, asegurarse su uso de manera sustentable, evitar la contaminación y mantener un control permanente hasta cuando lo considere conveniente. Se destinaron para este plan 26 760 000 dólares”.
Esto era investigado por universidades argentinas, brasileñas y una uruguaya, pero todo era inútil, porque ya desde en 1997 los cuatro gobiernos del Mercosur de esa época habían aceptado un proyecto donde el Global Envaronen Facilita (Protección del Medioambiente Global, GEF en inglés), la OEA y el Banco Mundial enreciaban la investigación.
Ello contó con el apoyo financiero de Vigilancia Geológica Germana (BGR) y el programa Asociado del Agua de los Países Bajos (BNWPP). ¿Qué interés tienen norteamericanos, alemanes y holandeses en el acuífero?, podría preguntarse, pero lo real es que esos gobiernos no consultaron sobre temas tan importantes a los ciudadanos.
Tan importante es que no hay agua corriente (ni tan siquiera potable) para combatir a la COVID-19 en muchos lugares del mundo.
No bien empezado el siglo XXI, la ONU profetizó que en el 2025 la demanda de agua potable será el 56% más que el suministro, por lo cual, quienes tengan esos recursos, podrían ser blanco de un saqueo forzado.
En ese contexto, de todos los escenarios posibles, los especialistas eligen dos: la apropiación territorial a través de compras de tierras con recursos naturales, o, en la peor de las circunstancias, una invasión militar.
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