Un puerto bien llamado Esperanza (+ FOTOS)

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Un puerto bien llamado Esperanza (+ FOTOS)
Fecha de publicación: 
11 Octubre 2022
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Foto: Heydy Montes de Oca

Apenas entramos a la guagua, nos hicimos la foto y colgué en mi muro de Facebook: Nos vamos a Puerto Esperanza, porque #ACubaHayQueQuererla. Luego eché un vistazo por aquella vida paralela y encontré a «Eldiablo Díaz», quien había llegado mucho antes que yo, pasando la lista con una canción de Silvio:

«A bordo de esta expedición/ va un loco, un albañil,/ un nigromante, un ruiseñor/ y un beso espadachín/ Nos falta un día, un niño, un don/ para sobrevivir...»

Entonces pensé en comentarle a Fidel Díaz Castro, el Fide, que ya teníamos el niño: mi Javi me acompañaba a Puerto Esperanza. Yo no sabía con exactitud cuántos éramos ni quiénes, aunque solo con una ojeada de rostros conocidos supe que iban trovadores, periodistas, intelectuales, trabajadores de ETECSA, poetas, diplomáticos, médicos, transportistas, estomatólogos, un caricaturista y, de punta en blanco, la madrina de La Güinera, con todo el ashé de Obatalá. 

Luego hubo una parada en el Instituto Finlay de Vacunas y se sumó otro ómnibus con un equipo muy especial: parte de los científicos a quienes les debemos la sobrevida. Traían pulóveres azules que decían Soberana; como si no fuera bastante los desvelos en el laboratorio, estaban ahí, camino a Puerto Esperanza, «amando a este país como a sí mismos».


Foto: Heydy Montes de Oca

A los creadores de Abdala, la otra vacuna cubana contra la COVID-19, los científicos del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), nos los cruzamos trabajando entre las curvas del camino a Viñales, ese lugar que no pierde la belleza, pero la furia del huracán lo golpeó como si le tuviera una envidia malsana. Sin embargo, cuando los vi saludarse a través de las ventanillas del ómnibus, confirmé que de esta también vamos a salir y que el porciento de efectividad de nuestros inmunógenos lleva un ingrediente secreto: se hicieron con un amor infinito por esta isla y por su gente.

El viaje quizás se nos hizo un poco largo, entre otras cosas porque el camino bordeando los mogotes de Viñales hay que tomarlo siempre con cautela, pero especialmente ahora, que lo mismo la guagua se enreda en un cable caído o debe casi navegar por un tramo y constantemente compartir la estrecha vía con vehículos de la Empresa Eléctrica, de Etecsa, y hasta con el carrito del helado (literalmente).

Llegamos directo a la playa. Puerto Esperanza tiene una calle ancha que te lleva hasta ella. El plan era cooperar con los vecinos en la limpieza de la playa. Tal cual escribió Enrique Ubieta, «los pobladores no habían esperado por nosotros, por nadie, y apilaron los sargazos del mar revuelto en la costa y solo nos cupo, con la ayuda de ellos, depositarlos en un carretón».

Al menos eso hicimos la mayoría, con un par de excepciones: mi Javi y una joven del Finlay que se quitaron los zapatos y se metieron al agua con la banda de chiquillos que no se cansaban de requisar hasta la última «hierbita». 

«Por lo menos en esto nos ayudó el ciclón, sacó toda la basura de la playa», me dijo un niño de Puerto Esperanza cuando le pregunté cómo había sido aquello con Ian. «Por lo demás, los techos de las casas y todo eso, acabó con nosotros, pero mira, ya podemos dejar la arena mucho más limpia». No era ingenuo, ni indolente, estaba mucho más claro que el agua del mar que añoraba, pues este año, en el verano, fue imposible el chapuzón por la cantidad de sargazo y otras «malezas» que había en la orilla. Mi nuevo amiguito volvió al trabajo y mi Javi con él, con ellos... Esa fue mi primera lección en aquel pueblito de pescadores: el futuro tiene que ser, será, mejor...


Fotos: Heydy Montes de Oca

El trabajo voluntario duró hasta que la carreta estuvo colmada, no porque quisiéramos parar, sino porque los pequeños artistas del Proyecto sociocultural «La Camorra», de Puerto Esperanza, estaban listos y deseosos de actuar para nosotros (nótese la habilidad de aquella gente linda para limpiar incluso el sentido de las palabras, no digo yo si serán capaces de limpiar el pueblo, la playa y el alma).


Fotos: Heydy Montes de Oca

De a ratos, les prestaron el escenario a trovadores y poetas. Se le cantó al Che y a Fidel, al amor, al futuro... Antes de comenzar su tema el cantautor Silvio Alejandro, aseguró sentirse «orgullosísimo de Cuba, que se empieza a regenerar así, con canciones...» Me atrevería a asegurar que todos en aquella sala pequeña, pero hinchada de emociones, sentimos lo mismo.

La madrina de La Güinera también les dio su bendición a las familias de Puerto Esperanza: «Veo que ustedes son pueblo de valientes, un pueblo de gente arriesgada y decidida, que están luchando por todo lo que ustedes quieren, están defendiendo sus ideas, sus ilusiones, sus sueños; les están transmitiendo a los niños que no hay huracán que nos destruya nuestra alegría, que nada nos puede destruir, si todos estamos juntos. Ustedes son un ejemplo para Cuba completa. Lo que ustedes pasaron fue grande, pero lo están pasando con valentía, con fuerza. Aún siguen dedicando lo mejor que tienen para nosotros, que es su amor. Gracias por recibirnos y compartir con nosotros. Lo único que les puedo decir a ustedes es ¡mucho ashé!»


Foto: Heydy Montes de Oca

Poco antes de regresar, el trovador Ariel Díaz me comentó: «yo, más que a traer un mensaje, vine a llevarme un mensaje, porque de estas experiencias hay que aprender muchísimo. Uno sabe que lo que hace no es suficiente, pero cuando viene y ve a la gente, como reacciona, que aunque sea simbólico, venir a compartir con las personas, eso es algo enorme, porque lo que no puede haber es abandono, y no basta el acompañamiento material, tampoco puede haber abandono espiritual, tampoco hay que esperar a que pase un desastre para estar en estos lugares».

De hecho, Raúl Torres, uno de los líderes del proyecto «A Cuba hay que quererla», llegó justo detrás de Ian a Puerto Esperanza, pero no era su primera visita. Me cuenta su compañero en esta cruzada de amor por la patria, Amado Riol, que «Raulito ya tenía una relación con "La Camorra", que es un proyecto cultural, de niños, muy importante en este lugar. Él se conectó sentimentalmente con Puerto Esperanza y fuimos los primeros en llegar aquí. Ellos no podían creer que estuviéramos aquí. Entonces les dijimos que veníamos a traer la esperanza, amor, la confianza de que no están solos. Ahora estamos cumpliendo lo que prometimos de que íbamos a volver con ayuda y, lo más importante, que esta ayuda es del pueblo, de mucha gente que se ha volcado a colaborar. Hoy es un día especial, porque es el día de la caída del Che en Bolivia, y siento que haciendo esto estamos cumpliendo con el Che y estamos cumpliendo también con Fidel».


Foto: Heydy Montes de Oca

En el camión de donaciones que llevamos a Puerto Esperanza iban aportes de vecinos y amigos reales y virtuales que fueron pasando la voz; de jubilados, de niños, incluidos los de la escuela primaria capitalina Gonzalo de Quesada, de artistas, trabajadores del IPK, del Instituto de Neurología y Neurocirugía, del Hospital Manuel Fajardo, del Ameijeiras, del Ministerio de Justicia, la Clínica Estomatológica de H y 21, Encomed, el Instituto Finlay de Vacunas, el Centro de Inmunología Molecular, el Mitrans, ETECSA, desde Varadero vino apurada una joven la tarde antes del viaje a traer la colaboración de sus compañeros de trabajo... Definitivamente, el amor teje redes infinitas, aun en estos tiempos donde el odio hace de todo para ganarnos. Esta es una tierra de gente que ama.

Fue esa la razón fundamental y la primera entrega del autor de Candil de nieve y Cabalgando con Fidel: «... llevé un amor ya desbordado, mensajes de solidaridad de millones de cubanos que quisieran compartir con los damnificados como hemos hecho en el proyecto "A Cuba hay que quererla". Hemos llevado el aliento preciso para que renazca la esperanza en ese puerto perjudicado por el huracán y nos hemos traído con nosotros el agradecimiento de esos rostros convencidos de que nuestra Revolución no abandonará jamás a su pueblo. Ya se levanta Pinar, se sacude y comienza a andar, de a poco, pero ya anda».


Foto: Heydy Montes de Oca

Mientras tanto, Adán, caricaturista del diario Juventud Rebelde, había dibujado sin parar rostros de niños y niñas entrando en el portal de la Casa de Actividades. Este lugar queda muy cerquita de la playa, solo a unos metros. Yo ni sabía cómo llamarle: casa de cultura, teatro, pero me aclararon que se llamaba Casa de Actividades mis sobrinas ¿porteñas? No sé cuál es el gentilicio para el Puerto Esperanza nuestro, lo googleé y descubrí que hay otro en Argentina, en la tierra natal del Che; los de allí son «esperanceños», los de aquí, sin dudas, esperanzadores. Nosotros pretendíamos llevársela como regalo y resultó que ellos eran los dueños: la esperanza no solo es el nombre del pueblo, es su dominio.

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