Papalotes que no se van a bolina
especiales
“Alguien me puede ayudar para hacer un papalote de forma de casita…”
Este pedido fue formulado en Facebook el 25 de octubre a las 3:00 de la tarde. Encontrarlo causa extrañeza, un asombro dulce-amargo al casi sentir ese anhelo ondeando y subiendo multicolor por sobre los cielos enrarecidos de este mundo.
Pero ahí estaba el reclamo, empinándose entre las nubes de Internet, entre tanto mensaje turbio; ratificando que la pureza, la inocencia y cierta simple alegría de vivir siguen siendo posibles.
También por estos días, en la zona de Oaxaca, México, el cielo se ha llenado de papalotes. Una muy añeja creencia, nacida en el Istmo de Tehuantepec, indica que los papalotes guían las almas de los fallecidos en su vuelta a la Tierra para festejar el Día de los Muertos, una de las más importantes tradiciones mexicanas que tiene lugar entre el 1ro. y 2 de noviembre.
También pudiera decirse que el cielo se ha llenado de mariposas, porque en náhuatl la palabra papalotl significa mariposa, mire usted hasta donde llega y se salva la poesía.
Igual les llaman cometes o barriletes. En Venezuela son papagayos; en Chile, volantines; en República Dominicana y Santo Domingo, chichiguas; y en Puerto Rico, chiringas. Aunque aquí en Cuba, un papalote es muy diferente a una chiringa, y sería interesante saber cuántos de los que hoy son niños en esta Isla saben de esas cosas, o han vivido el magnífico disfrute de ver cómo el papalote hecho por sus manos vuela y vuela hasta perderse entre azules, y no entre gigabytes.
Historia de mariposas
Además de un entretenimiento, los papalotes pueden ser artesanía, belleza liviana, y han cumplido misiones no solo lúdicas, también para las ciencias, el deporte y lo militar.
Nacieron precisamente con ese último fin, según se cuenta. Fue allá en la antigua China, por el general Han Xin. Luego, en torno al año 1200 a.c. fueron igual usados como dispositivo de señalización militar. Sus colores y movimientos comunicaban determinados mensajes a lejanos destacamentos militares.
No obstante, otros afirman que fue el matemático, filósofo y político griego Arquitas de Tarento (430 a.c- 360 a.c) quien regalara al mundo la invención del papalote a partir de crear cierto mecanismo articulado con alas, similar a un pájaro, que logró hacer volar cerca de 300 metros gracias al impulso de un núcleo de vapor comprimido.
Inicialmente, en el lejano oriente, se fabricaban con papel de arroz y cañas de bambú, pero eran tan frágiles, que sólo resistían un único vuelo. El mundo occidental supo de papalotes sobre todo gracias a los viajes a China de Marco Polo.
Hoy, hubiera resultado asombroso ver a Benjamin Franklin, con su chaleco, traje y corbata, concentrado en elevar un papalote en la cima de quién sabe cuál cerro. Pero lo cierto es que ese político e inventor estadounidense así lo hizo para estudiar el potencial eléctrico de la atmósfera y finalmente regalarnos el valioso pararrayos.
Leonardo da Vinci se inspiró en los papalotes para concebir sus sorprendentes máquinas voladoras, y Alexander Graham Bell experimentó con sus singulares cometas tetraédricas indagando sobre la posibilidad del vuelo propulsado.
También los papalotes se han empleado para otras mediciones atmosféricas como la velocidad de los vientos, y hay quienes aseguran que estos fueron los antepasados más remotos de la invención de paracaídas, planeadores y parapentes. Desde remolcar botes hasta la costa, transportar cargas, hasta permitir las primeras fotos aéreas, son bondades atribuidas a los papalotes, en este caso los de gran tamaño.
El cubano Luis Pérez Espinós, doctor en pedagogía, aseguraba que el papalote fue introducido en Cuba durante la etapa colonial, más exactamente en tiempos del general Tacón, por los emigrantes chinos.
Tradición en el “aire dormido”
Martí hablaba de “…la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos”, como imagen de la grandioso o lo trascendental que poco importa al aldeano vanidoso creído de que el mundo entero es su aldea.
Y en esta aldea global -al decir de McLuhan-, sembrada de nuevas tecnologías en que se nos ha convertido el mundo, es motivo para alegrarse conocer que Guatemala solicitó a la UNESCO, hace solo unos días, que la técnica de los Barriletes Gigantes de Santiago y Sumpango Sacatepéquez sea incluida en la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
“¡Porque nuestra Cultura debe ser apreciada en el mundo!”, apuntaba el tuit emitido por el ministerio de Cultura y Deportes de ese país, citando lo dicho por el Presidente.
El acto de nominación tuvo lugar en el Patio de la Paz del Palacio Nacional de la Cultura, adornado para la ocasión con decenas de maravillosos barriletes, como allí llaman al papalote.
En la solicitud al comité evaluador de la Unesco hacen saber que se trata de una técnica milenaria en ese país, donde la elaboración y exposición de barriletes gigantes se ha convertido en una tradición histórica.
Y cada 1ro. de noviembre, Día de Todos los Santos, o Día de los Muertos —como se conoce e igual celebra en otras naciones del continente—, son miles de visitantes los que llegan a Guatemala, y en especial a Santiago Sacatepéquez y Sumpango, para ser testigos de primera mano del Festival de Barriletes Gigantes: una obra de arte colectiva y conmovedora.
Allí elaboran estos papalotes enormes para elevarlos en homenaje a los fallecidos durante el año. El tamaño de esos artefactos oscila entre 20 y 22 metros y pueden llegar a volar entre uno y siete metros de alto.
“Hemos visto barriletes en los cuales se plasman mensajes de paz y memoria y consideramos un honor recibir la propuesta, un reconocimiento a quienes elaboran estas obras”, afirmó durante la ceremonia Lucía Verdugo, representante en Guatemala de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
Seis meses de trabajo lleva la confección de tales barriletes, compuestos con papel de seda y bambú, que, de acuerdo con la cosmovisión maya, ese día guían las almas de los difuntos a sus hogares en el mundo de los vivos.
De ahí que, desde el amanecer, las familias no solo se concentren en elevar los papalotes gigantes cuya misión será servir de coloridas brújulas a las almas de los fallecidos, sino también esparcen pétalos de flores y ramos para igual ayudar en el camino de retorno.
Este lunes 1ro. de noviembre no serán pocos los barriletes gigantes ondeando en cielo guatemalteco, como pocos no han sido los habitantes de ese país que se llevó la pandemia.
Si esta fuera una tradición extendida en todo el planeta, seguramente los cielos del mundo serían, este primer día de noviembre, un inmenso jardín de papalotes.
Aunque ese tipo de celebración no tiene arraigo en esta Isla, quizás algún niño cubano, sin saberlo, se decida este lunes a dejar a un lado la pantalla táctil, o porque nunca la ha tenido, y desde una azotea o lomerío le regale a la mañana el vuelo de su papalote.
Que no será como los enormes barriletes guatemaltecos, pero igual significará alegría para el alma, saludo para un mes que comienza, alejándonos cada vez más de las nefastas estadísticas de la COVID-19 y ultimando los preparativos para el reinicio del curso escolar.
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