El Club Antiglobalista: Hacia el metaverso, hacia la dictadura electrónica universal

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El Club Antiglobalista: Hacia el metaverso, hacia la dictadura electrónica universal
Fecha de publicación: 
16 Noviembre 2021
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“La ley es una de las fuentes de injerencia en la libertad de las personas”.

Rubens RR Casara (Estado Postdemocrático, neoliberalismo y gestión de los indeseables)

El globalismo es un término usado para denominar el orden que acompaña al mundo desde la Segunda Guerra Mundial, caracterizado por la Conferencia de Yalta y la derivación de un sistema mundo del capitalismo que se compone por organismos financieros, políticos, económicos y sociales, así como por tratados que legitiman la visión liberal burguesa de la política. Desde la década de los años 1980, la agenda globalista se vinculó al experimento neoliberal de Margaret Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en los Estados Unidos y a partir de 1991 se internacionalizó como “fin de la historia” y “única visión posible” de la política.

No obstante, desde mucho antes, como aseguran los politólogos Michael Hartd y Toni Negri, se ha venido conformando una entidad descentralizada, el Imperio, que tiene sus raíces en el gran capital y los comandos globales que se aplican en la política y que se mueven al ritmo del flujo de dinero. La financiarización de la toma de decisiones tiene una pieza de toque a partir de que se impone un corporativismo post industrial, post moderno, irracionalista y post democrático cuyo fin no será ya la libertad en términos del liberalismo clásico, sino un nuevo orden de control de masas. Desde las décadas del 60 y el 70 del siglo XX, numerosos experimentos se consagraban a este fin, entre ellos el MK ULTRA de la CIA, una especie de escuela en la cual se ensayaron todas las maneras posibles para hackear la mente humana y llevarla a la sumisión.

La chispa del pensamiento ha sido y es la principal enemiga de los gobiernos, las corporaciones y los poderosos. Se trata del único terreno en el cual existe de alguna manera la libertad de cuestionar, de rebelarse. Y allí reside el principal peligro que deberá enfrentar cualquier orden. Las redes sociales, con su lógica de vigilancia y control, son el punto máximo que alcanza la aspiración del  Imperio para establecer comandos globales que dominen la política hasta el punto de tornar innecesarias las leyes.

En las más recientes revelaciones acerca de las interioridades de Facebook no solo trascendieron los daños a los niños y los adolescentes, sino el hecho de que la plataforma es de por sí ya un Estado trasnacional que abarca la totalidad de un poder globalista, con su propia moneda y con normas muy particulares y anti democráticas. Las redes han roto el viejo pacto y cuestionan a los Estados, siendo su accionar un elemento determinante en el ascenso de los poderes políticos o la destrucción de determinadas agendas enemigas del Pentágono. Y es que no resulta casual que las páginas que censura esta red apunten directamente en contra de los intereses del Estado Profundo norteamericano. Facebook no denuncia ni condena el discurso de odio, sino aquello que los odie a ellos. En esta línea, en 2017, el propio Mark Zuckerberg habría ideado maniobrar entre demócratas y republicanos para tomar el poder presidencial de los Estados Unidos, quizás con la anuencia de la clase política y del sector empresarial financiero que lo aúpa en estas operaciones y que lo tienen como rostro visible.

Como bien se ha dicho, el Imperio, como entidad descentrada, tiene contradicciones y Zuckerberg debió comparecer en público tras las revelaciones de una ex empleada, pero eso  no quiere decir que la compañía vaya a cerrarse. La propia mujer declaró que ella misma creía en Facebook y su capacidad de reforma, por lo cual vemos cómo se le abre una brecha a la red social a partir de la cual siga existiendo como pieza funcional a los intereses globales y geopolíticos del tablero.

De hecho, Facebook integra junto a otros gigantes anglosajones de las tecnologías, un consorcio avalado por la OTAN, que tiene la capacidad de banear, de oscurecer en los motores de búsquedas, a aquellos portales que contradigan las versiones oficiales del Imperio. De esta manera, adelantos de la modernidad como la libertad de expresión –presentes en la Primera Enmienda de la Constitución Norteamericana– son eliminados de la praxis política, lo cual constituye in procedimiento arbitrario de flexibilización del derecho y por ende un elemento más que demuestra el carácter post democrático de este orden que viene surgiendo. Con el poder irrestricto que  tiene  el corporativismo, se prevé que  se sustituya a los Estados y se cree un sistema nuevo, quizás basado en la posesión de datos, lo cual cambiaría no solo la política sino incluso la configuración de la vida humana tal y como hoy existe. La pandemia de la Covid 19, de hecho, contribuye a este fenómeno, pues ha financiarizado aún más la economía, encareciendo todos los productos, dando paso a especulaciones bursátiles y aumentando la dependencia hacia las plataformas virtuales. Si se sigue una lógica bastante elemental, puede decirse que el virus fue un catalizador que les permitió a los globalistas hacer en un año y algo todos los cambios que sus empresas requieren dentro del mercado y que hubiesen tardado décadas debido a la resistencia de la política y de la gente.

El orden económico no solo destruye la ecología planetaria, sino que aplasta la política y elimina derechos. Ya no puede hablarse de un sistema de libertades, sino de un empresariado oligopólico cuyo control monopolista pasa por encima de cualquier poder que puedan detentar las multitudes. El Estado que es ya Facebook sirve de posición de privilegio para modelar el nuevo orden del futuro, a partir de la eliminación de la política y el surgimiento de nuevos entornos legales.

El Metaverso

La nueva propuesta de Zuckerberg es crear un mundo alterno, paralelo, en el cual se haga exactamente lo mismo que en este, pero bajo otras reglas: las de Facebook. Literalmente se va a sustituir una vida real por una virtual. Es el primer paso para lo que los ideólogos transhumanistas llaman la vida del post humano, o sea existir eternamente en un universo digital, donde todo se mueve gracias a algoritmos. Aunque aún este proyecto está comenzando, ya desde hace años las grandes empresas lo tienen en mente. Google por ejemplo posee su propia versión de metaverso y en un futuro todas estas corporaciones integrarán una misma plataforma. De tal manera, sin que se trate de un delirio ni de ciencia ficción, esta realidad de carne y hueso dejará de ser importante. En la propuesta post democrática y arbitraria de Facebook y su sistema de censuras y bloqueos ya podemos intuir cómo sería este nuevo mundo electrónico en el cual se nos invita a vivir como civilización.

Y es que hay algo que no hemos entendido: la naturaleza del capital es exactamente esta: expandirse y controlar. Lo hizo cuando la invención de la imprenta y el establecimiento de un Estado moderno de derecho y lo mismo sucede hoy con las redes sociales. No se trata solo de tecnologías y empresas, sino de un cambio civilizatorio, en el cual el teletrabajo, la robótica y la convergencia entre diversas máquinas e inteligencias artificiales hacen que sobre mano de obra y sea necesario reconfigurar el mercado. El capitalismo de partes interesadas, impulsado por la agenda 20/30 de Naciones Unidas y por el Foro Económico Mundial de Davos, propende a un orden global financiero donde predominen la informatización y la automatización de la vida. En dicho cambio son necesarios transhumanos y post humanos, cuyos cuerpos, habilidades y vidas giren en torno al sistema de producción y reproducción del capital vigente.

Tal es el trasfondo del lanzamiento de Meta, la variante de Facebook que impulsa Zuckerberg tras el escándalo que expuso los desmanes de su compañía: más control, mayor dependencia de la gente y por ende el inicio de una manera de hacer política en la cual la humanidad sufrirá transformaciones en su propia naturaleza. El proceso no es ni bueno ni malo en sí mismo, aunque se mueve según los intereses de una élite interesada en maximizar su ganancia.

¿Qué pasará con la vieja política?

Los partidos dejaron de ser importantes como forma de aglutinar a la gente y de ejercer hegemonía social, de hecho se puede decir que están en crisis. Las contradicciones se están resolviendo en las redes a partir de quién posee el poder sobre las corporaciones y se hace escuchar más alto. La política tradicional no podrá con eso y solo le queda adaptarse, tratar de sobrevivir y de cambiar su forma. Figuras como el propio Trump fueron relegadas en su momento a través de los comandos de las redes sociales, lo cual ya es un indicador de cómo quedará el mundo tras el nuevo orden que se nos avecina en los próximos años. La máxima es: o te adaptas o desapareces.

Por ahora el puntal de todo esto es Facebook, pero con el inicio del Metaverso podemos esperar muchas sorpresas. Algo sí resulta bastante seguro: no hay vuelta atrás, el viejo mundo tal y como se conoció antes de la pandemia no volverá. En ese sentido, también los comandos de las redes nos envían un claro e incontestable mensaje.

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