Decamerón 2020

Esta crisis sanitaria, con toda certeza, generará su propia literatura: ahora mismo debe haber unos cuantos escritores rompiéndose la cabeza para crear historias ambientadas en los tiempos del nuevo coronavirus.

Como hizo Boccaccio en su momento, que era momento de pestes recurrentes.

Como hicieron Thomas Mann, Albert Camus, José Saramago, Gabriel García Márquez y tantos otros…

Desde el realismo descarnado, la evocación romántica o la desbordada fantasía: las epidemias han sido pródigas en inspiraciones.

Muchas obras maestras dan fe.

La Covid-19 será punto de partida de unas cuantas tramas, mejor o peor concebidas; probablemente algunas trascenderán por su originalidad.

O por su oportunidad.

O por su contundencia formal…

O por la capacidad de recrear los desafíos de una época, de hacer preguntas y aventurar ciertas respuestas.

Porque el nuevo coronavirus ha inaugurado una época.

Marca un antes y un después.

No seremos los mismos después de esta pandemia. (Y esto está dicho sin tremendismos).

Al arte y a la literatura les corresponde dejar constancia de la tragedia, la lucha y la esperanza.

Obviamente, no será el único testimonio; ni siquiera el más fidedigno.

Para eso están la ciencia, la historiografía, el periodismo…

Pero será indudablemente el testimonio más hermoso.

En el Decamerón de Boccaccio un grupo de personas marchan al campo huyendo de la peste; era, si se quiere, una medida de aislamiento sanitario.

Aislamiento social, como se dice ahora.

El confinamiento (el aburrimiento que necesariamente conlleva) los inspiró: se contaron historias divertidas, insólitas, turbulentas…

El espíritu de esos años volcado a unas cuantas páginas.

El Decamerón es la metáfora perfecta del acicate de las crisis.

Ahora mismo tendríamos que escribir nuestro Decamerón.

Vivirlo, en la intimidad de nuestros hogares.

Ir conformando, poco a poco, el relato de estos meses.

La historia puede ser ciclo: las pestes no han podido con la Humanidad.

Saldremos de esta.

Haremos el cuento.