DE LA TELEVISIÓN: El otro lado del Paraíso
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La venganza mueve a la protagonista... pero haciendo justicia...
El otro lado del Paraíso, la telenovela brasileña que presenta Cubavisión, es una reedición (otra de tantas) de uno de los grandes temas del melodrama: la venganza.
En la tradición de clásicos como El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, o La visita de la vieja dama, de Friedrich Dürrenmatt, el argumento se centra en las peripecias de una persona que regresa a la ciudad de la que se marchó un día (o de la que fue expulsada) para tomar revancha y arreglar cuentas con sus enemigos.
A partir de ahí —como manda el género— se articulan muchas tramas, de mayor o menor trascendencia, de manera que se cubra un amplio espectro de situaciones de conflicto y se complementen el drama, la comedia, la aventura y el policiaco…
La televisión y uno de sus productos estrellas, las telenovelas, constituyen una auténtica industria. Su éxito se basa en la actualización sin prejuicios del melodrama más tradicional, la asunción decidida de las estructuras del folletín.
Los espectadores de este siglo siguen emocionándose con lo que motivaba a sus tatarabuelos.
Se trata se consolidar un entramado de gran valor comunicativo, con un alto nivel estético y técnico, con un elenco escogido por su calidad artística y, obviamente, muy telegénico.
Los estándares se basan en presupuestos perfectamente establecidos.
El otro lado del Paraíso es un producto concebido para el horario estelar de la televisora Globo: no se escatimaron recursos.
Es notable como los dramatizados de la gran televisión brasileña van alcanzando niveles de excelencia técnica y expresiva: se regodean en una vocación casi cinematográfica.
Hasta el punto de que sus puestas en pantalla ya pueden emular con las de las grandes series estadounidenses o europeas.
En El otro lado del Paraíso, sets como el de la casa de Doña Mercedes resultan exponentes de una hermosísima recreación, de altísimos valores estéticos. Esa casa es un lugar mágico, pletórico de espiritualidad, de refinada belleza.
Dirección de arte, en definitiva, que se ocupa del conjunto y de los detalles mínimos. Aquí todo es «de diseño».
Y la presentación es de una factura y una plasticidad deslumbrantes.
Como era de esperar, la telenovela es muy entretenida. Desde que comenzó no le ha dado tregua al espectador.
Esa sucesión trepidante de peripecias ha sostenido un ritmo que apenas ha propiciado mesetas: se resuelve una situación y ya está planteada la otra.
Ahí, por supuesto, influye la edición internacional. La productora suele reeditar sus telenovelas para agilizar las tramas y conseguir un producto más redondo.
Pero en este caso no se pudieron evitar las soluciones forzadas que al final apuntalan muchas de las peripecias.
Lo que a primera vista puede parecer una virtud, es al final talón de Aquiles.
Por un deseo constante de epatar, de entretener por encima de todo, El otro lado del Paraíso no tiene la enjundia de otras telenovelas brasileñas.
Casi todo es ligero, ligerísimo por momentos.
Un ejemplo: la trama de Estela. No es habitual que un personaje con su condición centre una historia de amor en las telenovelas… y aquí se desaprovecharon las posibilidades de esa historia.
Estela se limita a dudar del amor de los demás, porque es «enana» y lamenta el desprecio de su madre. Pero no se propone una reflexión más profunda, más rica y contrastada sobre sus desafíos.
El núcleo del doctor Samuel es un dechado de lugares comunes: las mujeres enfrentadas a los homosexuales en una batalla que a todas luces van a perder. Buscando la carcajada, el conflicto ha sido tratado burdamente, rozando cierta vulgaridad.
El otro lado del Paraíso explota ese realismo mágico tan afín a la cultura popular de los pueblos de este continente. La telenovela brasileña tiene una larga tradición en ese sentido.
Pero aquí, por ejemplo, los poderes esotéricos de doña Mercedes en ocasiones resultan simples soluciones rápidas para situaciones conflictivas.
Deus ex machina, la entidad divina que resuelve el embrollo: la herramienta de los dramaturgos que no quieren romperse la cabeza.
El autor, Walcyr Carrasco, es un hombre de cultura; pero no es reacio a utilizar fórmulas trilladas para garantizar audiencia.
Esta historia fue muy bien recibida en Brasil, en tiempos en que las personas y sobre todo los jóvenes ven menos la televisión tradicional.
La televisora Globo enfrenta el gran reto del momento: cautivar a un público esquivo… y parece que todo vale para atraer espectadores.
Pero la diversión bien que podría tener cimientos más sólidos. Una telenovela no debería ser un castillo de naipes.
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Comentarios
con criterio propio
Alan
Milaray
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