América Latina en post pandemia ¿y post disparidad?

Asegurar que nuestra región se encuentra en post pandemia, así, de manera absoluta, es algo inexacto, aunque ya se entrevén salidas y mejorías.

Lo que no resulta en modo alguno inexacto es subrayar las asimetrías que nos han marcado durante esta dolorosa etapa, en sus más álgidos momentos y también ahora, cuando muy paulatinamente y también de manera dispar para los diferentes países del área y del mundo, comienza a verse una luz al final del túnel.

La pasada semana tuvo lugar la Decimoctava Reunión del Consejo Regional de Planificación (CRP) del Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (ILPES), y en el contexto de esa reunión, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) presentó el documento “Instituciones resilientes para una recuperación transformadora pospandemia en América Latina y el Caribe: aportes para la discusión”.

En dicho texto queda claro que “vivimos momentos de gran incertidumbre, en los que aún no se vislumbra si la tendencia inercial se centrará en volver a un estilo de desarrollo que ya advertíamos insostenible, o si, por el contrario, lograremos dar el salto hacia una sociedad que reconoce y abraza los vínculos entre el bienestar humano y el de los ecosistemas”.

Sucede que la COVID-19 ha evidenciado -de manera tan eficaz como eficaz ha sido el “coronabicho” en su invasión-  la fragilidad de las sociedades latinoamericanas, y, a la vez, exacerbado las serias desigualdades existentes en estos países y entre ellos. 

Al mismo tiempo, ha marcado en círculo rojo algo en lo que Cuba tuvo y tiene la mejor brújula: la importancia  de apoyarse en la ciencia para tomar decisiones. No solo referidas a la salud pública, también aquellas que permitan transformar patrones de producción, distribución y consumo, cuya sostenibilidad en Latinoamérica ha quedado bien en entredicho.

La CEPAL propone ahora que “la recuperación post pandemia debe ser una oportunidad para transformar el modelo de desarrollo de la región en un modelo sostenible, con la igualdad y la dignidad de las personas en el centro”.

Para concretar esta propuesta-esperanza, las voluntades políticas y el papel de los Estados resultan  imprescindibles.

Así lo había destacado ya la  Secretaria Ejecutiva de la propia CEPAL, Alicia Bárcena, en el diálogo de las Comisiones Regionales de la ONU con el Segundo Comité de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

En esa ocasión, que igual tuvo lugar este octubre, Bárcena ejemplificaba cómo “mientras Estados Unidos y Europa destinan billones de dólares y euros a paquetes fiscales para la recuperación que alcanzan a cerca del 18% del PIB, los planes fiscales anunciados en América Latina y el Caribe solo han llegado a 4,3% del PIB (enero-junio de 2021)”.

También en el terreno de los contrastes recordó que América Latina y el Caribe no alcanzará a vacunar al 70% de su población en 2021, mientras que las adquisiciones de estos inmunógenos por  algunos países superan sus necesidades de vacunación.

Sucede que la nuestra es la región del mundo en desarrollo más afectada por la crisis y también la más endeudada.

“Los países desarrollados podrían canalizar los nuevos Derechos Especiales de Giro (DEG o SDR, por sus siglas en inglés) que no utilizarán. Se necesita un nuevo fondo fiduciario para apoyar a los países de ingreso medio. Los DEG también podrían capitalizar bancos de desarrollo”, sugirió la alta funcionaria.

Diversas son las alternativas y las puertas a franquear por América Latina y el Caribe, ahora que, nos asomamos a una nueva etapa, al menos en términos epidemiológicos. 

Ojalá estos oscuros tiempos hayan permitido al mundo reflexionar lo suficiente para que lo por venir se ilumine a nivel global y regional con las martianas luces del mejoramiento humano, con las de una vida más digna y también más responsable con el planeta que habitamos.