Cuba: Historias de taxis
especiales
La de Ricardo Arjona es una historia de amor y esas, con sus más y sus menos, siempre traen aquella dosis de placer y belleza que nos lleva a desear contarlas a los cuatro vientos, incluso inmortalizarlas en una canción, pero ¡hay cada historia de taxi que uno quisiera olvidar para siempre!
Y no me refiero solo a la absolutamente prescindible de Osmany García y Pitbull, quienes, salvando las distancias entre uno y otro, ni siquiera dejan claro lo que quieren del cho-cho-fer: que pare o que no pare el taxi. En fin, es como para bailarla después de unas cervezas y olvidarla cuando pase el efecto de las mismas.
Pero voy a hablar de historias reales sobre los taxis de Cuba y el mundo, curiosidades y anécdotas cotidianas sobre uno de los servicios más comunes, especialmente en las grandes ciudades. Por ejemplo, la historia cubana de taxis «oficiales» y otros particulares, incluso sin licencia, se repite en ciudades como Moscú, donde los «de verdad» escasean, pero en compensación, cualquier vehículo funciona como taxi; o en Bangkok, donde cuentan que hay dos servicios de taxis: los normales, de una seriedad absoluta, y los tuk-tuks, motocarros, que sorprendentemente salen más caros, pues al no llevar taxímetro, siempre exigen mayor pago.
¡Y usted que seguramente creía, como yo, que los taxímetros «ausentes» son un tema cubano! Pues mire, que dice la chismografía en Internet que en Bombay no es muy conveniente insistirle al taxista que lo ponga en marcha, o garantice la fidelidad de ese medidor, pues sucesivas revisiones de tarifas hacen que el cobro se realice de acuerdo con una tabla de actualización, cuyo importe puede ser quince veces lo que marca el taxímetro.
El taxi-invento no es «cosa nostra»
¿Quién dijo que los cubanos somos únicos en «botear» en motos? A ver, tampoco digo que copiemos a nadie, pero la patente de la idea no es exclusiva. Resulta que en Madrid, hace por lo menos tres años, se pueden alquilar mototaxis desde y hasta el aeropuerto de Barajas, una opción publicitada como más barata que los autos. Cualquier semejanza…
Las motos, el taxi por excelencia de Santiago de Cuba
Los cocotaxis sí son típicos y mundialmente conocidos como «chillones, divertidos, descubiertos, más fresquitos y muy pintorescos» medios de transporte cubanos. Usted puede googlear el término y recibirá un montón de opiniones, casi todas positivas, sobre esta variante de taxis.
Pero si de novedades se trata, hay que referirse a los bicitaxis cubanos, que cubren distancias cortas en zonas llanas, y sus fuertes conductores se las han arreglado para incorporarle música y lonas para no tener que parar ni bajo agua. Sin embargo, también habría que mencionar los ciclotaxis, en México; triciclos, en Vietnam, y watertaxis, en Nueva Zelanda.
Almendrones que riman con reggaetones y etcétera
Lo primero que les cuento es que no estoy segura de que nuestros queridos almendrones habaneros de diez pesos clasifiquen en la definición de taxi, al menos según la Wikipedia:
«Usualmente, en modos de transporte público, los lugares donde se recoge y se deja al pasajero se deciden por el proveedor (oferente), mientras que en el caso del taxi, el usuario (demandante) los determina. Es decir, a diferencia de los otros tipos de transporte público, como son las líneas del metro, tranvía o del autobús, el servicio ofrecido por el taxi se caracteriza por ser puerta a puerta».
Sobre eso me llamó la atención Yarelis, quien afirma que «las máquinas tienen un recorrido fijo, eso ya lo sabemos, es normal que te quedes dentro de la ruta lo más cerca del lugar al que vas, pero hace poco tuve una discusión con un chofer porque le pedí que me dejara en una esquina y me dejó dos cuadras más adelante, por poco pierdo la garganta gritándole que parara, pero con el volumen de la música que llevaba, imposible escucharme, y después, cuando le reclamo, se pone bravo».
Su amiga Liset también quiso contar sus desventuras: «Imagínate que yo llevo años viajando en esos carros de Miramar a la Universidad de La Habana. Lo primero es que antes te costaba diez pesos hasta cualquier punto del Vedado, pero ahora te cobran 20 si te pasas de Línea, aunque sea media cuadra; pero bueno, está bien, es la tarifa y la tomas o la dejas, el tema es que me paso siglos tratando de montarme en uno porque como la gente protesta por los veinte pesos, si en Tercera les preguntas por la Universidad o por el Habana Libre o por el Focsa, te dicen redondamente que no; ya yo he optado por decir: yo sé que son 20 pesos, ¿pasas cerca de la Universidad?»
Sin embargo, este servicio, con sus pros y sus contras, es añorado por algunos en otras ciudades como Matanzas, donde la mayoría de los particulares se apegan más al concepto de taxi, pero menos al bolsillo de los pasajeros. Así nos lo cuenta Yanisleydis: «El número más chiquito que conocen es el dos, si van a hablar de CUC, y alguno que otro conoce el 40 en moneda nacional, pero de ahí no se bajan, no importa si los alquilas para unas cuadras o si vas a un entierro o a un homenaje».
Almendrones, los reyes de La Habana
Similar a los almendrones habaneros hay un servicio en la Ciudad de los Puentes, pero que solo cubre dos rutas, una hasta el Hospital Faustino Pérez, por cinco pesos cubanos, y la otra hasta el barrio Peñas Altas, en la zona de playas, y cuesta el doble. Ambos salen de piqueras en el céntrico Preuniversitario de Matanzas y la tarifa es fija, aunque no pretendas hacer el recorrido completo. La mayoría de los clientes agradecen esta opción, en cambio, algunos aseguran que podría ser más eficiente, si los propios choferes quisieran. Entre ellos está Alberto:
«Yo fui al pre con mis nietos y le ofrecí al chofer pagarle el pasaje completo para que, en vez de irse por el Viaducto, su ruta habitual, me llevara por la calzada de Tirry, otro camino que te lleva al mismo punto. Accedió, pero resulta que saliendo, llega una señora mayor y le dice que a ella no le importa que vaya por Tirry, en definitiva necesitaba llegar al final, al parque de Peñas Altas. Yo le sugiero al chofer que la lleve y cobre los diez pesos adicionales, que yo igual le iba a pagar la carrera completa. Pues no, él perdió los 10 pesos y la señora se quedó botada porque el chofer no entendía, aturdido ante un problema “tan complejo”».
No aspiramos a que nuestros boteros sean genios o compitan con los orondos taxistas ingleses que consideran una cuestión de honor conducirte sin dudar al rincón más intrincado de su inmenso perímetro municipal, pues han tenido que superar un examen para el que necesitan memorizar unas tres mil rutas distintas, pero amigos, tampoco tienen que irse al otro extremo, que el sentido común, la amabilidad y el buen trato se agradecen por igual en cualquier taxi.
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