Victorias y derrotas del Mundial: ciertos y pequeñísimos patrones
especiales
La segunda derrota de España en el Mundial 2014 ha revelado hasta qué punto somos víctimas de patrones de comunicación que reproducen los esquemas antonomásicos de las hegemonías. España es la campeona del último mundial y de la pasada Eurocopa, con un equipo ejemplar y una historia reciente digna de respeto y reconocimiento.
De ahí que los pronósticos previos la colocaran avanzando en la clasificación, más allá de los octavos de final, e incluso con posibilidades de revalidar el título. Estos elementos, perfectamente objetivos, devienen en escándalo mediático tras la debacle y juegan una mala pasada al justo reconocimiento de quienes lo merecen.
En primer orden, la victoria de Holanda sobre España se consideró, por una abrumadora mayoría de los reportes de prensa, como una debacle del equipo campeón antes que como un juego organizado, eficaz y eficiente del equipo holandés. La percepción de los especialistas se halla fuertemente mediada por patrones de superioridad basados en pronósticos, repertorio anterior y, sobre todo, perspectivas mediáticas.
La victoria de Chile disparó por completo el empoderamiento de esos patrones de viva concesión de hegemonías. Por antonomasia, España debía recuperar su pronosticada superioridad y poner al rival en su lugar. Pero el equipo chileno neutralizó tanto las posibilidades de ataque de España como sus capacidades de organización. Su juego fue superior al juego español, que casi todos suponían superior. La exigencia a las figuras que no consiguieron articular como armadores revela hasta qué punto los análisis destinados al consumo masivo se descargan sobre individualidades.
Este aspecto se aprecia además en la desmesurada focalización de la magnífica actuación de México frente a Brasil en la figura del portero, Guillermo ("el Memo") Ochoa. Sus seis paradas fueron, en efecto, espectaculares, decisivas para el empate, pero no hubieran bastado si su equipo no hubiese jugado teniendo en cuenta sus posibilidades y limitaciones, en relación concreta con las posibilidades y limitaciones del rival. Brasil, pentacampeón y siempre en la nómina posible, cuenta con la importante ventaja de ser sede del evento, de ahí que los pronósticos lo dieran desde siempre como triunfadores. Al concluir en empate, y basados en la magnífica actuación de su portero, los titulares, comentarios y análisis de consumo masivo privilegian una vez más el exceso de individualización de los motivos.
Con otros equipos, que representan potencias futbolísticas aunque no lo sean desde el punto de vista político-social de sus naciones, como el caso de Costa Rica frente a Uruguay, por poner solo un ejemplo, vemos también la perspectiva de lo hegemónico por antonomasia frente a la capacidad real de juego, es decir, lo que debía ser la esencia del deporte: la competitividad en el terreno.
Y mientras, en esa lucha dialéctica entre la necesidad de reconocimiento de los individuos y el papel que los colectivos desempeñan, se aplasta la soberanía del individuo en nombre de sí mismo, y se relega la soberanía colectiva en favor del gran espectáculo mediático, que no duda ni un ápice de segundo en convertir a cada persona en efectivo de la guerra que los beneficia y enriquece, cómo no, a los propietarios de los monopolios de la información. Y en esa guerra constante, el espectador no es una víctima colateral, sino un damnificado de la información.
Me pregunto, no sin asombro, ¿por qué nosotros, que estamos fuera del ejercicio monopólico global informativo, y no cumplimos compromisos de contratos específicamente intencionados en ese sentido, somos, también, promotores y víctimas de estos patrones de comercialismo hegemónico y no contrarrestamos, con profundidad, amenidad e inteligencia, esa viciada avalancha de la prensa global?
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yoandrys
Robert
cubano de cuba
Amaury Cuba Sánchez
Manuel Alejandro
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