Archivos Parlanchines: Saqueo del teatro de Guanajay

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Archivos Parlanchines: Saqueo del teatro de Guanajay
Fecha de publicación: 
14 Diciembre 2024
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El teatro Vicente Mora de Guanajay, hoy en ruinas, construido por Martín Mora, dos veces alcalde de la localidad, para honrar a su padre, es dueño de una historia donde mandan su majestuosa arquitectura, su estampa de gran señor y las celebridades del mundo del espectáculo que venían al municipio para darse un baño regional en el famoso coliseo luego de triunfar en La Habana. 

Sin embargo, pocos saben que el sitio fue víctima de un saqueo por parte de cientos de manifestantes antimachadistas que causaron espanto entre los amantes de la cultura en ese territorio y en todo el país. 

Colección de lujos y vanidades

Los habitantes de Guanajay siempre han vivido orgullosos de la iglesia de San Hilarión Abad, que data del siglo XVI, sin embargo, al empezar la tercera década del siglo anterior tendrán un nuevo motivo que afianzar su presencia nacional y reírse de quienes los acusan de guajiros: el teatro Vicente Mora.
  
El lugar es, sin lugar a duda, el proyecto más trascendental emprendido por Martín Mora, quien en sus dos períodos como alcalde desarrolló un amplio plan de reformas que concluyó en 1924, cuando logró atrapar un escaño en la Cámara de Diputados bajo las banderas políticas de Gerardo Machado. 

Los trabajos en el foro comenzaron el 7 de septiembre de 1929 y concluyeron 15 de mayo del año 1930, gracias a los esfuerzos de unos cuarenta hombres bajo la dirección del ingeniero Sebastián del Castillo. 

El gigante, de 24 metros de altura y techo a dos aguas de tejas, fue erigido a un costo de 120 000 pesos, con una estructura formada por cimientos, columnas y vigas de hormigón armado que le permitieron, de manera juguetona y majestuosa, adueñarse de todos los reflectores del Centro Histórico de Guanajay.

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Fue inaugurado el mismo día 15 con la presencia de los masones, la bendición sacerdotal y la compañía de zarzuelas españolas de Juanito Martínez, la cual presentó la obra “La parranda” del maestro Alonso y librero de Fernández Andarín.

Situado en la calle Luz Caballero (avenida 61), frente a la Plaza de Armas, hoy Parque Central Mártires de Guanajay, el edificio es de estilo Renacimiento Francés, en sus exteriores, y Luis XIV en su interior.

La bóveda está decorada con fresco que representan cuatro musas flotando en un cielo de estrellas, obra de Ramírez Montenegro y posee tres plantas con butacas de muelle y cuero, además de palcos y una espaciosa gradería.

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Las condiciones acústicas, la visualidad, la iluminación y la ventilación son dignas de una mole del Primer Mundo y, como si fuera poco, la orquesta dispone de un patio a bajo nivel, frente al escenario.

Como indica el arquitecto Lázaro J. Capdevilla de Armas, el teatro, sobresale también por sus columnas de orden jónico con capiteles en forma de volutas; las coquetas persianas francesas y el portal abierto a la comidilla de la gente.

Su fachada, muy funcional, tiene influencias de la Ópera de Berna (Stadtheater Bern), en Suiza, aunque los dos centros culturales difieren en aspectos esenciales.  

Un teatro en apuros…

Tras la aprobación por los liberales de la antidemocrática Prórroga de Poderes en 1928, que perpetuó al gobierno de Machado, Mora, fiel colaborador del tirano, desató una ola represiva contra las fuerzas opositoras en Guanajay con un método que indignó al gentío: su grupo represivo lanzaba cartuchos llenos excrementos a sus enemigos políticos.

No obstante, Los vínculos incondicionales de Mora con el machadato tendrán duras consecuencias cuando cae la dictadura en 1933 gracias a las luchas de los sindicatos y el movimiento estudiantil.

Entonces, una avalancha humana se lanzó con desenfreno contra los negocios de los Mora y sus casas fueron vandalizadas por elementos de dudosa catadura moral y algunos guanajayenses confundidos.

Narciso Sánchez, historiador, cuenta:

“A Martín Mora le desplumaron su vivienda. Recuerdo todavía la imagen de un tipo que salió a la calle gritando: ‘Estos son los calzoncillos de Martín Mora…’. Imagínense, en esa época se usaban unos muy anchos llamados ahora matapasiones”.

El Vicente Mora tampoco escapó de la confusión, el desorden y el pillaje. El propio Narciso Sánchez, y Osvaldo de Jesús Cabrera, un veterano de Guanajay, revelan:  

“El día de la fuga del tirano se metió en el teatro una multitud, un populacho… rompiendo y desvalijándolo todo. Un grupo de asaltante quiso destruir con un pico la identificación con iniciales que, en letras de oro, tiene ese tesoro en su portal. Las butacas las tiraron para la calle. Los bombillos los arrancaron y los lanzaron al piso. 

Ismael Puigvert Valdés, sacristán de la parroquia de San Hilarión Abad, Guanajay, atestigua también:

“Tengo entendido que, incluso, se llevaron también unas pequeñas lámparas, ubicadas en la platea, con el propósito de iluminar el lunetario. El sistema de luces de colores ubicado en el cielo raso estaba en función solo del escenario y no daba la claridad necesaria. Todavía hoy se ven los tomacorrientes”.

Por su parte, Américo Navarro, historiador de Guanajay y administrador del recinto durante cuatro años, añade un nuevo elemento esclarecedor sobre el suceso:

“Los que habían sido subalternos de Martín Mora, y él fue despidiendo de una forma u otra, se conjuraron y desbarataron sus locales. Mientras un grupo de estudiantes y de intelectuales progresistas de aquí de Guanajay les gritaban a los atacantes: “Dejen eso, esa es una obra para la gente”.

Esplendor y decadencia

Durante las décadas del cuarenta y el cincuenta el Vicente Mora se convirtió en el favorito de las celebridades que incursionaban en el habanero Teatro Martí y desean, luego, recibir un bautizo de localismo en un foro que no desmerece ante los grandes colosos europeos y latinoamericanos. 

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En consecuencia, por sus escenarios pasaron figuras como Libertad Lamarque, Pedro Infante y Pedro Vargas, del ámbito internacional y Ernesto Lecuona, Celia Cruz, Alicia Alonso, Nicolás Guillén y Germán Pineli, del entorno nacional, junto a las grandes compañías españolas y del vernáculo cubano.

En el entorno político y social aparecen como visitantes figuras muy importantes ligadas a las fuerzas de izquierda como Juan Marinello, Lázaro Peña y Carlos Rafael Rodríguez, entre otros muchos.

A partir de la década del 60 se comenzó a brindar allí un servicio de cine con cinco tandas diarias; no obstante, en 1988 cerró sus puertas con el fin de hacer unas reparaciones y al entrar Cuba en el «Período Especial» quedó sentenciado a muerte.

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El gigantón, víctima del abandono, la intemperie, la humedad y la indetenible acción depredadora del hombre sufrió un alto nivel de deterioro y nunca más abrió sus puertas.

En 2010 se aprobó un proyecto de restauración que nunca ha pasado de las buenas intenciones. Pero, los sueños nunca mueren. Los cantantes, músicos, bailarines y actores siguen esperando por un milagro de las musas del viejo inmueble.
 

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