¿Existen las malas personas?
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Fotografía tomada de https://elcomercio.pe
A veces a la ligera, por una vivencia determinada o por conocer solo un lado de los hechos, satanizamos a una persona, y desde mi profunda ingenuidad o con esperanza, me pregunto una y otra vez, ¿realmente existen las malas personas? ¿Son de verdad sentimientos malos el egoísmo, el narcisismo, la envidia, y otros?
Expertos psicólogos y sociólogos aseguran que la maldad se caracteriza por la carencia de empatía, es decir, cuando es poca la capacidad de comprender el sentimiento de los demás, sin embargo, nos puede suceder a todos en algún momento. Siendo crítica, yo misma he tenido comportamiento malicioso, y no por eso debería llevar la etiqueta de malévola.
Lo primero que debemos saber es que la maldad es un concepto subjetivo, tiene que ver con la ética y la moral de cada quien, con lo aprendido durante la vida para poder identificar esa acción perjudicial. No obstante, coincidimos en que un mal actuar suele causar distintos niveles de sufrimiento, y a veces puede ser premeditado o espontáneo, sin remordimiento o consideración, pero siempre con intención.
A pesar de las experiencias que podamos tener al respecto, lo interesante es que cada quien tiene su propia vara de medir, y que no obstante de ser personal la apreciación de este tipo de conductas relacionada con los valores, existen nociones generales de lo que es adecuado o no, y cada quien las tiene intrínseco. Pero a pesar de nuestras propias consideraciones por los hechos acometidos por algún individuo, no necesariamente todos los evaluamos de igual modo y por tanto no refleja el verdadero carácter del otro individuo porque todos somos humanos, erramos o actuamos de modo determinado de acuerdo con estímulos.
Por eso, y porque durante la vida nos enseñaron que el mal es un término bien definido, pero la cotidianidad nos muestra que hasta el más bondadoso puede obrar mal, entonces antes de etiquetar como mal sujeto deberíamos analizar a profundidad si detrás de un hecho se esconde una motivación retorcida o si se actúa por impulso o con una razón determinada.
Además, por muy mal que se obre, siempre se puede recapacitar, aprender, enmendar, y hacer que las personas cambien el criterio que tienen del pasado. Por tanto, en este caso el concepto también es relativo.
Estoy convencida de que no son las personas sino las circunstancias, pero es difícil sacar esa cuenta cuando recibimos crueldad. Ante la intención de maltrato, ¿existe alguna manera de protegernos? ¿De qué nos sirve la capacidad de entendimiento si de todas formas nos afectan las malas acciones?
Imagen tomada de https://www.istockphoto.com
Sin embargo, no dudemos que existen quienes se divierten forzando toda la maldad posible. ¿Cómo las identificamos? No es tan fácil porque nadie lleva un cartelito en la frente, e incluso muchas tienen piel de cordero, o aspecto angelical, con esfuerzo o sin él. A veces la primera impresión es de amabilidad, por eso deberíamos aprender a mirar más profundo y no llegar a conclusiones apresuradas.
Indicios de manipulación, control excesivo, oportunismo, interés, pesimismo, muchas pueden ser las señales, desde sutiles hasta muy marcadas. Solo debemos observar mejor, y a veces confiar en esa intuición que sentimos cuando alguien nos incomoda sin saber por qué. En esos casos vale atender para diferenciar si se trata de una actitud hiriente ex profeso.
No sé qué dirán los expertos, pero para mí lo primero es entender que no todas las personas son amigas, que no es posible fusionar con cada una, y eso está bien porque somos selectivos por naturaleza. Por tanto, en ese proceso de clasificación reconocemos quién es quién. A veces lo hacemos de manera instantánea, y en otras oportunidades nos lleva más tiempo, así es el aprendizaje.
Entonces, de igual forma que de nuestro camino eliminamos lo que nos disgusta, la piedra del zapato, la yerba mala, y la fruta echada a perder, también sucede con las personas de modo natural, sin detenernos mucho en esa negociación interna. Ese es el modo que encontramos de protegernos para no salir afectados. Y si, de todas formas, nos toca lidiar con alguien que no es de nuestro agrado porque a veces en el ámbito laboral o familiar no nos queda más remedio que aceptar, entonces conviene establecer límites para cultivar relaciones saludables.
Podemos construir tantos perfiles malvados como nos dé la imaginación. Pero no perdamos la perspectiva ni saquemos juicios apurados. Ante un episodio de agresividad, intimidación, burla, mentira, crítica malsana, consideremos el entorno y ofrezcamos la posibilidad de rectificar porque la maldad no es una característica innata —con permiso de los estudiosos del tema este es mi criterio personal— todos somos resultado de vivencias y estamos marcados por situaciones y traumas, por tanto, actuamos en consecuencia.
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