LA BIBLIOTECA: Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar

LA BIBLIOTECA: Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar
Fecha de publicación: 
10 Julio 2019
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A Marguerite Yourcenar (Bruselas, Bélgica; 8 de junio de 1903-Bar Harbor, Mount Desert Island, Maine, Estados Unidos; 17 de diciembre de 1987) le parecía de mal gusto que la compararan con Publio Elio Adriano (Itálica o Roma, 24 de enero de 76-Bayas, 10 de julio de 138), el gran emperador que inmortalizó (una vez más, porque la memoria de Adriano ya estaba salvada desde su muerte) en la que probablemente sea su más célebre novela.

Se acercó al personaje con respeto y veneración. Hubo invención, claro, hay muchas lagunas en ese itinerario (más en los años en que fue escrito el texto). Pero jamás suplantación. Lo que no acaban de entender algunos es que hay sensibilidades privilegiadas, capaces de captar el espíritu de una época y su gente, aunque hayan pasado siglos, para devolverlo con la inefable elegancia de la buena poesía.

Donde se dijo “elegancia”, se debió decir, además, “belleza”. Belleza sin cortapisas. Pero sin arabescos inútiles. El dominio de la prosa (ritmo, “color”, implicaciones metafóricas) deslumbra desde la primera página. Hay fragmentos de esta novela que emocionan por la expresión justa y contundente: ni una palabra de más, ni una de menos. Y con esa economía de recursos —que no significa mezquindad— se nos ofrece una lección de vida.

Obviamente, la autora no pretende que comulguemos del todo con su personaje (eran otros tiempos, otros los referentes), pero nos exhorta a que lo admiremos, sin que se haya permitido un retrato edulcorado o demasiado entusiasta. Hay muchas peripecias en la novela, pero también muchas verdades y aforismos

Al amante de la historia le gustará el libro. Al que se deleite con narraciones de amor y desamor, también. Pero el lector ideal es aquel que intenta, ante la aventura de cada libro, desentrañar el misterio de la existencia. Sabiendo, por cierto, que siempre se quedará en el intento.

NOTA DE SOLAPA

La apasionante personalidad de  Adriano, emperador de Roma en el  siglo segundo, y uno de los más notables gobernantes que tuvo el Imperio, transciende cualquier reseña sobre su obra y figura para convertirse en fuente de inspiración de esta novela excepcional, alabada como una de las obras más singulares, bellas y hondas de la literatura del siglo XX. Este inventario autobiográfico ficticio que Adriano hace a las puertas de la muerte constituye el más íntimo y magistral retrato de quien fue  uno de los últimos espíritus libres de la Antigüedad (Tomada del sitio LeLibro).

PRIMERA PÁGINA

Querido Marco: He ido esta mañana a ver a mi médico Hermógenes, que acaba de regresar a la Villa después de un largo viaje por Asia. El examen debía hacerse en ayunas; habíamos convenido encontrarnos en las primeras horas del día. Me tendí sobre un lecho luego de despojarme del manto y la túnica. Te evito detalles que te resultarían tan desagradables como a mí mismo, y la descripción del cuerpo de un hombre que envejece y se prepara a morir de una hidropesía del corazón. Digamos solamente que tosí, respiré y contuve el aliento conforme a las indicaciones de Hermógenes, alarmado a pesar suyo por el rápido progreso de la enfermedad, y pronto a descargar el peso de la culpa en el joven Iollas, que me atendió durante su ausencia. Es difícil seguir siendo emperador ante un médico, y también es difícil guardar la calidad de hombre. El ojo de Hermógenes sólo veía en mí un saco de humores, una triste amalgama de linfa y de sangre. Esta mañana pensé por primera vez que mi cuerpo, ese compañero fiel, ese amigo más seguro y mejor conocido que mi alma, no es más que un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo. Haya paz... Amo mi cuerpo; me ha servido bien, y de todos modos no le escatimo los cuidados necesarios. Pero ya no cuento, como Hermógenes finge contar, con las virtudes maravillosas de las plantas y el dosaje exacto de las sales minerales que ha ido a buscar a Oriente. Este hombre, tan sutil sin embargo, abundó en vagas fórmulas de aliento, demasiado triviales para engañar a nadie. Sabe muy bien cuánto detesto esta clase de impostura, pero no en vano ha ejercido la medicina durante más de treinta años. Perdono a este buen servidor su esfuerzo por disimularme la muerte. Hermógenes es sabio, y tiene también la sabiduría de la prudencia; su probidad excede con mucho a la de un vulgar médico de palacio. Tendré la suerte de ser el mejor atendido de los enfermos. Pero nada puede exceder de los límites prescritos; mis piernas hinchadas ya no me sostienen durante las largas ceremonias romanas; me sofoco; y tengo sesenta años.

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La más célebre y recomendada traducción al español es la de Julio Cortázar.

Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, está disponible en las bibliotecas públicas cubanas, integra la Biblioteca Digital que se ofrece en varias instituciones culturales y puede descargarse sin costo y en varios formatos en esta dirección: https://lelibros.online/libro/descargar-libro-memorias-de-adriano-en-pdf-epub-mobi-o-leer-online/  

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