DE LA HISTORIA OLÍMPICA: Johnny Weismuller, de campeón olímpico a Tarzán

DE LA HISTORIA OLÍMPICA: Johnny Weismuller, de campeón olímpico a Tarzán
Fecha de publicación: 
30 Julio 2012
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Obsérvelo nadar. Brazadas, uso de las piernas increíbles para la época. Es Johnny Weismuller. Admírelo ahora que se puede, luego…, luego este joven deportista norteamericano hará el ridículo al convertirse en el rey de la selva de las pantallas. Será el más famoso Tarzán; es decir, buen instrumento para tratar de adormecer conciencias y denigrar a África. No es lo mismo la fama que la gloria: en su labor atlética, esta;  en la cinematográfica, la fama manchándola y manchándolo. El tiempo, la historia, los pasos esclarecedores…no perdonan.

Obsérvelo vencer. Es un as que podrá decir en un futuro, cuando la artritis sea terrible compañía: “Yo era mejor que Mark Spitz. Nunca perdí una prueba y cuatro de las competencias ganadas por Spitz en Munich no figuraban en el programa olímpico de mi época. Establecí 67 marcas mundiales y mientras que Spitz es esencialmente velocista, yo conquisté mis plusmarcas sobre distancias que van de las 50 a las 800 yardas”.

Obsérvele en los Juegos de París 1924. Si no fuera por Nurmi, nadie le quitaría el puesto de la gran figura del  certamen. Con sus 17 años doblega al legendario Kahanamoku en los 100 metros estilo libre y derrota en los 400 al australiano Andrew Charlton y al sueco Arne Borg. Como integrante del conjunto estadounidense de relevo 4 x 200, consigue la tercera dorada: el cuarteto cronometra 9 minutos, 52 segundos y 4 décimas, nueva marca del mundo.

Parece haber nacido para la natación. No es así. Su calidad la debe a una desgracia: de chico lo atacó la poliomielitis. En el lago Michigan se batió con entereza contra secuelas de la enfermedad. No quedaron rezagos. Hubo más: se convirtió en campeón. ¡Y qué campeón!

Es el antiguo caballerizo del Illinois Athletic Club. En cierta ocasión, cuando creía que nadie lo estaba mirando, se zambulló en la piscina, nadó, algo vedado para gente como él. Y sí lo estaban mirando: por suerte, el entrenador William Bachroch todavía no se había marchado. Le descubrió el brillo. Comenzó a guiar a Weismuller. El 9 de julio de 1922, en una piscina de Alameda, su discípulo logró convertirse en el primer nadador en romper la barrera del minuto en los 100 metros al cronometrar 58.6.

Obsérvelo en la magna lid de 1928. En Ámsterdam continúa siendo estrella. Otros dos títulos. De nuevo el más veloz por sus 58 segundos y 6 décimas en los 100 libres; formó parte del colectivo de relevo 4 x 200, triunfador con tiempo de 9:36.2. Vuelva a admirarlo. Después él mismo golpeará esa admiración al ser el hombre mono. En la vida real: cinco matrimonios y dilapidar una pequeña fortuna.

A los 72 años de edad, un puestecito de salario modesto en una oficina de relaciones públicas. Mantiene su amor por el deporte:  “El fastidio de nuestros días es debido a que pocas personas hacen ejercicios. Para mí, lo que cuenta más es el corazón. Para que siga siendo fuerte y resistente, se necesita una buena sesión de sofoco para afirmarlo”. Y a la alberca.
     
Nuevo intento de ser Tarzán y Jim de la Selva para la televisión. Burla, fracaso. La enajenación… Ingresado en un sanatorio de perturbados mentales, daba los gritos del antiguo monarca de la jungla del cine, trataba de saltar de…cama en cama como antes lo hacía de rama en rama. Hasta intentó utilizar las lámparas del techo. Terror para médicos, enfermeros y pacientes. Ayudado económicamente por Mauren O’Sullivan, la Juana de sus filmes.

La muerte lo venció cerca de los 80 años. Lástima que junto a sus lógicas arrugas, con su gran historial de gran amo de las piscinas, arrastre lo de puente usado para el diversionismo ideológico y el racismo. Y a pesar de todo, África triunfará.

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