CRÓNICAS BIEN CORTAS: El perro de su corazón

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CRÓNICAS BIEN CORTAS: El perro de su corazón
Fecha de publicación: 
18 Octubre 2018
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En la esquina de San Lázaro y Belascoaín una mujer hablaba con su perro: «Te he dicho muchas veces que no corras delante de mí, que me esperes antes de cruzar la calle, pero tú nunca me haces caso. ¡Un día vas a pasar un susto!»

Lo regañaba sin aspavientos, con calma, con firmeza, pero también con cariño, como regañan a veces las madres a sus hijos, como regañan a veces las maestras de primaria a sus alumnos.

Y el perro (de raza inescrutable) la miraba apocado, con el rabo entre las patas. El regaño parecía avergonzarlo mucho.

—Es como si la entendiera —le dije, por decir algo.

—Es que me entiende, yo sé que él me entiende. Los perros son muy inteligentes y muy sensibles.

—Es el instinto maravilloso de los perros, que conecta tan bien con los sentimientos y las acciones de sus dueños.

—A este lo único que le falta es hablar, te lo juro. Tendrías que verlo cuando yo estoy enferma, no sale del cuarto a nada, solo a orinar, porque él sabe que dentro de la casa no puede hacer sus necesidades. Y cuando mi marido me alza la voz, él le ladra, advirtiéndole. Y si le alzo la voz yo, le ladra también, para apoyarme. Mi marido dice que tal parece que el perro es el esposo y que el esposo es el perro.

La mujer se puso a reírse de su gracia y el perro lo notó, así que se puso a saltar y a ladrar alegre a su alrededor. Sin que mediara notable transición, la mujer lo miró severa:

—Oye, estoy hablando de ti, pero no contigo. ¡Tú todavía estás castigado!

Y el perro, obediente, volvió a meter el rabo entre las patas y se echó a su lado, con mirada suplicante y orejas caídas.

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